Bienvenidos a la nueva» anormalidad». Reapertura de los cines, y Culturamania vuelve a las salas…con mascarilla. Ningún problema. Requisitos y precauciones para esta realidad que hay que aceptar. Más que nada, por nuestro propio bien. Pero no podemos fallar y seguimos apoyando la cultura en todas sus facetas. Así, vuelven estrenos congelados desde Marzo. Muchos ya en streaming y otros aún en las grandes pantallas. Aunque seguiremos recomendando series para el confinamiento ( ya en fase 3) , hemos vuelto al cine, ya sea Filmoteca, Charlas de cine, o visionados rezagados, como éste que nos ocupa y lamentablemente, no ha sido un retorno digno, que digamos. Auspiciado por la Fox, ya con Disney detrás, es una nueva adaptación de la mítica novela de Jack London, del mismo título. Han habido muchas versiones, con mejor o peor fortuna, y uno, después de ver esto, casi añora la versión de Colmillo Blanco (también de Disney) de hace casi treinta años; dirigida por Randall Kleiser ( Grease, El lago azul).
Aquí, poco importa quién dirija. Da igual. No hay sello, y al fin y al cabo es un encargo navideño, estrenado con retraso, antes de la pandemia.
La historia de Buck, San Bernardo criado en oropeles, en la familia de Bradley Withford ( Déjame salir), posteriormente secuestrado para su explotación (se eliminan los combates perrunos), y venta como bestia de carga en trineo, , en plena fiebre del oro. La comprensión de Perrault ( Omar Sy, protagonista de Intocable, es decir, un personaje de color , no así en el libro, en el Yukon de 1896, como correo .. Disney). El maltrato de otros y, finalmente, el encuentro con John Thornton ( un entrañable Harrison Ford, en plan abuelo de Heidi) , que sirve de redención y reencuentro consigo mismo, hasta que el can se va de picos pardos, atendiendo a la llamada del título.
En fin, la historia de siempre, pero con sobredosis de sacarina y CGI. Todo es tan innecesariamente virtual, tan artificial y artificioso; desde el perro ( todos los animales son digitales.. hasta los conejos) hasta los exteriores. Y yo me pregunto; para que ruedan en Quebec, si no salen de un cuarto verde. Casi todos los planos están retocados, y eso te saca constantemente de la película. Especialmente risibles son las excesivas expresiones del perro protagonista, casi un cartoon, que arrastra al fango toda pretensión de seriedad. Por momentos, parece que uno está viendo un menjunje entre Tod y Toby y una de Beethoven , aquel can familiar. Por si fuera poco, el enfoque infantil terminar de lastrar lo que queda.
La estupidez de no usar animales de verdad, se debe, al parecer, al maltrato animal. Falacia hipócrita donde las haya, cuando la casa del ratón, siempre los ha utilizado. Ahí están las ( ahora añoradas) Natty Gann, Voluntad de Hierro o la citada Colmillo Blanco. Todas ellas con exteriores reales, de paso. Escudar el abaratamiento de costes con causas animalistas ,es tan absurdo, viniendo de quién viene, que solo tienen que ver Parabellum ( John Wick 3) , como ejemplo reciente, para percibir unas actuaciones creíbles, con perros de verdad. Eso, por no nombrar obras gloriosas como El oso, o tantas otras.
Ni rastro del sentido de la aventura, que impregna el material de base. Sólo recupera, por momentos, el tono adulto, con la voz en off de Thornton ( segunda narración de Ford…tras Blade Runner). La fotografía del gran Januz Kaminsky, operador habitual de Spielberg, tampoco luce en ningún momento, debido a colores pastel, informática a destajo, vamos, que termina de potenciar la» irrealidad» de todo el conjunto. Cameos de Michael Horse ( Twin Peaks) y Karen Gillan (Dr. Who) y poco más. En cuanto a Ford, debe de compartir agente con Nicholas Cage y Bruce Willis, porque no da una.
Poco más se puede decir a favor de esto, disfrutable siempre y cuando se tengan diez años. Los demás a ver Cujo para desintoxicarse de tanta banalidad, ñoñería y mediocridad. Después de la excecrable El libro de la selva, otra gran oportunidad perdida. Si Jack London, levantara la cabeza…