BloggersmaníaDesde mi butaca

De cuatro actores, una cama y risas incomodas

Un buen espectador debe tener, al menos mirado desde el punto de vista del artista creador, una mente abierta, atenta, dispuesta a disfrutar y dejarse llevar por la propuesta que te ofrezca todo creador. También ganas de evadirse de la rutina y de los problemas cotidianos.

Propuestas hechas quizás a través de un poema de creación original leído, por ejemplo, frente a un grupo de oyentes a través de un micro.

Tal vez improvisando situaciones teatralizadas y ayudados por ideas propuestas por el respetable.

O presentando el resultado final de un cortometraje en un festival, obra que en estos tiempos que nos acogen temporalmente y que gracias a la tecnología integrada en nuestros móviles inteligentes, cualquier atrevido y valiente “Spielberg”,  puede lograr hacer.

Gran parte de la población quiere, busca y necesita expresarse a través de cualquier tipo de idea artística; son los creadores.

Y la otra parte poblacional también busca y necesita ese tiempo, ese espacio aparte de su rutina semanal; para ver, oír y pasar un rato distinto y agradable, ante cualquier tipo de entretenimiento, evidentemente hablamos del público.

Unos encima del escenario, entre bambalinas, nervios, inquietud y dudas por la respuesta de los espectadores ante su creación. Los otros en sus respectivas butacas,  buscando un momento diferente, llenos de curiosidad por ver que les ofrecerá el artista y como será su espectáculo, su actuación.

Mi persona se encuentra en este caso en ese segundo grupo, sentado en la confortable butaca, en este ocasión no centrado frente al escenario, para mi mala suerte, pero lo suficientemente cerca para no perder casi ningún detalle.

Y aprovecho este párrafo para presentarme. Me llamo Francisco Torrea y espero a través de estas letras, de mis artículos, de compartir mis vivencias, mis experiencias quizás ante un espectáculo teatral o con una película, o con cualquier evento cultural; crear un puente de comunicación con el lector que tenga a bien dedicar parte de su tiempo a leer estas impresiones y por mi parte desear no se convierta en un ejercicio tedioso ni extraño para el lector.

Agradecido y emocionado, solamente puedo decir: “gracias por leir”.

Y comienza el espectáculo. En este caso nos llevan al interior de una habitación , con una numeración que a todo buen cinéfilo (y si es aficionado al terror mas), no le pasara desapercibida, la butaca numero 237. ¿Les suena?, ¿o hace falta que busque un hacha y rompa alguna puerta de baño?.

Algo que llama la atención y da muestras de la capacidad de inventiva de los creadores del montaje, es ver en cuantas cosas se puede convertir una simple cama individual, de aparente blando colchón y en cuantos planos la podemos mirar.

Esa solitaria cama que acompaña constantemente a los actores, según la escena y a conveniencia de la trama, gira de un lado a otro, se coloca bocabajo  a semejanza de una mesa donde comer, sirve de refugio ante los disparos del enemigo y en algunos momentos, esa pequeña cama se pone de pie y nos recuerda algún triste muro inhumano de otro continente lejano.

Mis queridos y admirados actores componentes de Abubukaka: Diego, Carlos, Aman y Víctor, una vez más lo vuelven a hacer, lo vuelven a lograr. Esas prodigiosas cuatro cabezas pensantes y creativas de estos experimentados artistas, otra vez y subiéndonos  en la cinta transportadora de su agudo humor, utilizan con destreza sus parodias para sacarnos una carcajada o quizás una sonrisa ante la cruda y triste realidad de las migraciones.

Éxodos humanos de miles de seres desvalidos, de personas casi sordas por tantas bombas detonadas y con el alma acribillada por la sinrazón, lacra que aun persiste en nuestros tiempos.

Y subidos a esa cama polivalente, pequeña de aspecto desde el patio de butacas, empiezo a darme cuenta como en tantas repetidas ocasiones, que hasta en un objeto de 80 por 180 centímetros, de una forma inexplicable cabe el enorme talento de estos provocadores artistas. Talento, originalidad, agudeza, ironía, sarcasmo, dobles sentidos, creatividad y compromiso por denunciar y reivindicar las tristes y desiguales realidades de nuestra época: todo lo mencionado pero multiplicado por cuatro.

Sin saberlo el respetable, aparte de su entrada con la cual poder disfrutar de la obra, tiene asegurado viajar gratis a distintos y variados destinos de nuestro extenso planeta. Lugares que quizás no visitará en su vida pero que casi seguro reconocerán gracias a los informativos, los programas de radio o cualquier diario de papel.

Viajes de muchos kilómetros desde su asiento, sin sufrir largas colas para facturar las maletas, sin aguantar muchas horas sentados y enclaustrados entre dos perfectos desconocidos, así como tampoco padecer el desagradable jet lag.

Grandes ventajas y comodidades que nos proporciona la fantasía del teatro, los viajes mentales subidos, en este caso, a una cama que cambia sin ton ni son de continente, de país, de raza o de conflicto humano. África, México y Siria serán los destinos alternados en ese viaje programado que Abubukaka nos tienen preparados.

Y sin ningún orden que nos parezca lógico, y sin darnos una explicación coherente, por ejemplo, de ese caos que inunda la habitación 237 de ese peculiar hotel y con cerca de cincuenta personajes repartidos en una buena cantidad de escenas, de situaciones, nos retan, estos cuatro locos maravillosos,  a algo con lo que este sencillo y fiel espectador no contaba: A reírme con las desgracias humanas de los emigrantes.

El fin de este conjunto de escenas, de secuencias del día a día de aquellos que sufren la mala fortuna de tener que abandonar sus hogares, sus pueblos o quizás sus ciudades de residencia por culpa de un conflicto bélico o social,  es hacernos reír. Pero sintiendo en cada momento que el tema no tiene ni pizca de gracia.

Curiosamente la risa o el bromear nunca se nos pasaría relacionarlo con ese tipo de desgracias humanas. Pues quizás señores estemos equivocados.

Quizás en una patera procedente de nuestra vecina África, entre esas decenas de personas apiladas y casi engullidas por el inmenso mar que protegidas por el bote que los traslada, tal vez dos chicos están haciendo chistes sobre el aspecto de aquellas dos  señoras obesas del otro lado, vacilando al decir que irían mucho más rápido si las tirasen al mar.

O puede que en alguna casa derruida de Siria, hecha escombros por culpa de las bombas caídas, una pobre viuda hace reír a sus dos hijos pequeños diciéndole que el día que aparezca el arquitecto que les diseñá la casa se va a ganar una buena bronca, que no le gusta nada el aspecto que tiene esta casa nueva que compro, que tiene demasiada ventilación, poca sombra y encima una sola planta.

Tal vez un grupo de amigos hondureños, que llevan días caminando de sol a sol, atravesando Guatemala para llegar a su sueño de una nueva vida, una nueva oportunidad en México, tal vez caminan un día más , se acercan a su objetivo con la única fuerza que les queda: la fuerza de la risa, la de convertir el humor en su gasolina vital diaria.

Y bajo el sol, varios de ellos vacilan diciendo que nada mas lleguen montarán un cartel de droga  para forrarse, pero que Antonio no puede ser el jefe por que el famoso “chapo” mide poco más de 1,60 y el ronda los dos metros, aparte es mucho mas guapo y varonil que el famoso narcotraficante.

Por eso pienso que la risa y el humor es bálsamo. Las bromas difuminan a veces las tensiones. El reírse de las propias desgracias a veces las desinfla, las resta importancia. No deja de parecerme curioso que tengo conocidos que cuando ríen parecen que lloran y que tanto una cosa como la otra les arranca lagrimas. La dura vida no es broma, pero hacer de la risa una forma de vida tampoco es mala idea en estos tiempos que corren.

Para terminar quiero volver a la habitación 237. Me gustaría meterme allí con algún disfraz de cualquier ciudadano del mundo. En este caso mexicano, africano o sirio. Indumentaria blanca principalmente y con trazos de color negro.

Poder compartir por unos minutos ese micro universo creado por estos extraterrestres  de la comedia, procedentes de uno de los mundos mas hermosos de nuestro universo canario, el planeta Abubukaka.

Hacerles saber con el dialecto originario de su planeta que me ha llegado el mensaje y que estoy seguro que a casi la totalidad de todos esos patios de butacas que llenan en sus actuaciones, también. Entiendo y entendemos el poder de la risa, pero también que muchas injusticias no son ningún chiste. Que no nos podemos olvidar de todo lo negativo que pasa en este mundo.

Que la vida es bella y que el humor también, pero que lo realmente hermoso sería un mundo sin caminantes atravesando fronteras, sin personas viviendo entre ruinas y sin ciudadanos jugándose la vida a la desesperada en medio del mar.

Gracias: Diego, Carlos, Aman y Víctor por vuestros montajes. Por ese compromiso de hacernos reflexionar y pensar sobre temas tan importantes socialmente que parece cuesta que se terminen de eliminar.

Gracias por vuestra cercanía, por ese contrato imaginario que habéis firmado con el publico canario, ese compromiso artístico vuestro para hacernos la vida mas feliz y que seguimos renovando automáticamente año tras año.

Artículo de Francisco Torrea, responsable de Canarias de cine y El Telón de Canarias.

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