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Hay gente que le habla a los muertos. Yeray Barroso

Hay gente que le habla a los muertos. Yo debí intuirlo cuando abuelo, después de volver del hospital, me pidió que con mi Seat Córdoba lo llevara a seis o siete iglesias de la isla. Él, a menudo beligerante con los curas, seguramente había rezado más de la cuenta durante los dos meses que permanecióingresado por un problema con la vesícula. Cuando me muera no quiero volver a este mundo, me dijo. Debí haberlo sabido antes, pero no. Me enteré tarde, con la adolescencia agotada. La primera vez que lo supe fue cuando el profesor hizo hablar a la bruja con los escritores muertos. No es broma esto, aunque lo parezca. Allí Pedro García Cabrera nos habló de cómo había escrito Viaje al interior de tu voz, de cómo la cárcel había influido en su vida. No le di, sin embargo, mayor importancia.

Que hay gente que le habla a los muertos me lo dijo también un hermano de abuelo, que corrió a becerrido limpio hasta romper el pomo de la puerta después del susto que su padre muerto le dio al decirle: hola, hijo. Yo vivía totalmente ignorante con respecto a este fenómeno y ahora me pregunto cómo es que pasé así tanto tiempo.

Ramón, en Fetasa, de Isaac de Vega, primero duda. Se sorprende de verse salir del naufragio como si nada hubiera pasado. No es de extrañar que fuera al médico para preguntar si eso era normal, si los muertos siguen así como si cualquier cosa entre los vivos. El médico le confirmaría que sí, que eso es de lo más normal y que no debía preocuparse. No sería un cuento para niños, entonces, el misterio de la niña de las peras, esa niña que desapareció y regresó después de ochenta años aún como una niña. ¿Qué es lo normal en la deriva natural del mundo, sin tiempo más allá del instante eterno?

¿Quién vive y quién muere en Comala? En esa obra tan méxicana y tan de todos como es Pedro Páramo, Juan Rulfo supo aunar la vida y la muerte a un tiempo, va a buscar a Pedro Páramo, pero todos están vivos y a la vez en otro lugar: se habla desde la muerte, se habla con los muertos.

Recuerdo ahora un día. Tenía apenas catorce años; ya casi lo había olvidado. Una vez, en un campus juvenil, uno de los escritores más famosos de las islas en asuntos del misterio, José Gregorio González, nos hizo una especie de teatralización donde narraba diferentes historias que tenían que ver con lo paranormal en Canarias. Recuerdo vagamente una historia que después, durante la noche, tendría su trascendencia. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años se aparecía, no recuerdo bien dónde, vestido de traje y corbata. He olvidado bastante de la historia. Sí recuerdo de forma muy clara, por supuesto, el alboroto que montamos durante la noche. Aunque únicamente estaban permitidas cuatro personas en las cabañas en que nos alojamos durante un fin de semana del campus, a decir verdad, diez jóvenes de quince años, reíamos, gritábamos y hacíamos lo típico que las hormonas dictan. Serían las tres de la mañana cuando alguien tocó la ventana. Una de las chicas abrió y apareció detrás de la madera un señor de unos cincuenta o sesenta años, de traje y corbata: por favor, guarden silencio, mañana me despierto temprano, dijo.

Qué habrá pasado con el inmortal Bernardo Vorace, de Félix Francisco Casanova, después de la gran mojiganga, después de pasar por la cárcel. ¿Habrá funcionado la pena de muerte? Y si es así, ¿Habrá vuelto como volvió Ramón?

Yo lo sé bien. Hay gente que habla con los muertos. Seguramente hayamos hablado con muchos a lo largo de nuestra vida. 


¿Yeray Barroso?

Yeray Barrroso (Tenerife, 1992) es graduado en Español. Lengua y literatura por la Universidad de La Laguna. Ha publicado los libros huida al centro del agua (2015) y ceremonia (2018), con el cual obtuvo el premio Nuevas Escrituras Canarias convocado el mismo año. A su vez, fue director de la revista fogal. Como crítico ha preparado la edición de los cuentos reunidos de Josefina Zamora en La mirada infinita. Cuentos reunidos (2020), así como ha estudiado la obra de Félix Francisco Casanova en su trabajo El don de Vorace: novela lírica y actitud posmoderna.

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