
El terror a la muerte, a lo que nos espera, al fin del camino. El sentido de la vida, aunque sea casi infinita.. ésta es la metáfora de la nueva adaptación del personaje de Bram Stoker , por parte de Steven Moffat y Mark Gattlis ( Sherlock), para la BBC y Netflix. Y es que Culturamania vuelve al cine, pero no se olvida de las series para el confinamiento. Fase 3 y mucha ficción televisiva por abordar. Lo prometido es deuda y ofrecemos recomendación por semana.
«Las reglas de la bestia» nos pone en situación. Un pútrido Jonathan Harker cuenta a la hermana Agatha ( Dory Ellis) su encuentro con el Conde Drácula ( Clae Bang). La sospecha de una supuesta relación sexual entre ambos, nos aleja del texto original de Bram Stoker. No así el empaque de la producción. La cuidada ambientación y vestuario, nos traslada sin problema a la Transylvania del s. XXI..y finalmente, al convento. La trama se recrudece y el clímax rupturista en las puertas, con el enfrentamiento final entre Agatha ( Van Helsing!) y el Conde, es lo mejor de los personajes. Drácula no acata las normas. La serie perpetrada por uno de los modernos artífices del Dr. Who tampoco. El duelo está servido. Las fichas de ajedrez están colocadas entre Drácula (el personaje) y Agatha..entre Drácula ( la serie) y el espectador.
«El navío sangriento» es el segundo episodio, que nos narra el viaje hacia Londres del Conde. Vuelven a romper con la novela, pero ya estamos advertidos desde el anterior capítulo. Ésto es otra cosa. Drácula viaja como pasajero en el barco, en un relato procedimental con una tripulación variopinta. La narración se vuelve a sustentar en flasbacks, alrededor de un tablero. Agatha esconde un secreto. Los no muertos están vivos, y viceversa. Y la plaga del siglo XIX no es la misma que la del XX. El clímax atraca en las playas…del siglo XXI.
«La brújula tenebrosa» pone las cartas sobre la mesa. Drácula en Londres del 2019. Serial Killer digno de la serie Dexter, y cobaya de la fundación Harker. Bajo la protección legal de Rendfield (el propio Mark Gatliss, que ya interpretaba a Mycroft en Sherlock) y la seducción de la milennial Lucy Westenra ( aquí, teenager discotequera de color), Drácula topa con los males del nuevo siglo . La descendiente de Agatha, o su reencarnación, desvela los miedos de Drácula, que son los mismos que los del resto de la humanidad. Las reglas de la bestia no son tales, y el tiempo nos alcanza a todos por igual. En un salto sorprendente sin igual, en homenaje al Peter Cushing de la Hammer; Agatha revela la verdad. La metáfora es sublime. Y el final, entre emotivo, sórdido e inesperado, es el estacazo definitivo. El porte distinguido y solvente del protagonista, un cruce imposible entre James Garner, Burt Reynolds ( sin bigote) y el mismo Christopher Lee, da en la diana, en la mezcla de criatura de la noche, seductor feroz y reliquia del pasado.
El mal está ahí fuera, lejos de mitos vampíricos obsoletos. La imagen se impone. Una vez más, el espejo como reflejo del alma. Casi no nos hemos dado cuenta, y Moffat y Gatliss nos han colado un mordisco letal. La perdida de valores en una sociedad tecnócrata, superficial, hedonista, y materialista. El cáncer se expande en todas sus acepciones. Una reflexión demoledora. Sangre sabia