miércoles, octubre 16, 2024

«La cueva de los huesos: Una historia real de aventuras, hallazgos y los orígenes de la humanidad» de Lee Berger y John Hawks. Por Álex Ro


National Geographic, 2023

En 2015 se publicaba el primer informe sobre los trabajos realizados a partir de 2013 en un conjunto de cuevas kársticas en Sudáfrica conocidas como Rising Star. Con este artículo, cuyos datos se debatieron un año antes de su publicación en un seminario, se dio a conocer una nueva especie en el árbol evolutivo de la humanidad. Se trata del Homo naledi perteneciente al género homo y, por lo tanto, es una especie que está en nuestra propia línea evolutiva. A partir de ese momento, se ha profundizado en la investigación hallando nuevas evidencias que han permitido reconstruir casi completamente la estructura ósea de un naledi, algo excepcional en los estudios antropológicos y, lo que es más importante, elementos culturales asociados a esta especie. Nos referimos a restos de fuego, grabados en las rocas y enterramientos. Teniendo en cuenta las dataciones absolutas obtenidas hasta el momento, estamos hablando de una especie que vivió hace 325.000 años, posiblemente antecediendo a nuestra propia especie, el Homo sapiens, con quien tuvo que convivir en algún periodo de tiempo más reciente.

Durante años, ha sido un paradigma en la paleoantropología que solo un cerebro grande podía dar lugar a pensamientos abstractos. Superada ya la antigua creencia de que solo el ser humano era capaz de pensar, fabricar y utilizar herramientas, con el descubrimiento de H. naledi, comenzó a ponerse en tela de juicio el paradigma del cerebro grande pues esta especie se caracteriza por una cabeza pequeña con una capacidad craneal de 500 cm3, lo que supondría menos de la mitad del volumen del Homo sapiens y, sin embargo, a pesar de contar con un cerebro no mayor que el del Australopithecus, fue capaz de crear pensamiento abstracto como la muerte (entierra a sus difuntos o, al menos, a algunos de sus difuntos), el lenguaje simbólico (graba las paredes de la cueva con símbolos geométricos e incluso los cubre con algún tipo de arcilla), el empleo de herramientas líticas (en uno de los enterramientos se ha documentado una piedra en forma de herramienta en manos de uno de los niños sepultados), la fabricación de hogares de combustión para “cocinar” sus presas (una piedras colocadas formando un pequeño círculo en donde se halló fuego y huesos de pequeños animales y antílopes) e incluso el uso diferenciado del conjunto de cavernas (un área para vivir y otra para enterrar). Y todo ello, muy anterior a las primeras pruebas de comportamiento similar en el Homo sapiens.

El libro de Lee Berger (John Hawks realmente solo escribe un capítulo, justamente el de carácter “más científico” dedicado a analizar la filogénesis de la especie) viene a narrarnos el proceso de descubrimiento de esta especie. Para ello, Berger se vale de todos los rudimentos de cualquier buena novela de aventuras: un héroe que llega a serlo sin quererlo, un reto insuperable, el misterio de unos hallazgos comprensibles solo para el protagonista e, incluso, dejar la trama abierta a nuevas aventuras. Y es que hasta tal punto el autor está imbuido en esta narrativa que cuando realizan la rueda de prensa para presentar los restos hallados, su vestimenta es muy similar a la de ese aventurero arquetipo que es Indiana Jones; solo le faltó un sombrero fedora y un látigo.

La sensación que nos queda por momentos al leer La Cueva de los Huesos es que el libro parece haber sido escrito para más gloria de su autor quien, en una sola visita a la cueva (la épica en este punto llega a su cúspide de intensidad cuando narra sus dificultades en el conocido como Conducto, entrada a la cueva Dinaledi) logra descubrir los grabados, el uso del fuego e incluso despejar toda duda sobre el carácter de enterramiento del depósito de huesos hallados en una zona de la cavidad. Y todo ello con una visita que no superó las cuatro horas cuando sus colaboradores llevaba años bajando a la cueva y no había detectado nada de eso, lo que no deja en muy buen lugar a todo su equipo de espeleólogos, antropólogos y arqueólogos, totalmente ciegos a esas evidencias tan claras como para ser descubiertas con un simple vistazo.

En resumen, estamos ante un libro entretenido, de aventura y épica por momentos, que con su fácil lectura nos acerca, aunque sea de una manera muy sencilla, a nuestro pasado más remoto, a nuestros ancestros y a lo que nos hace humanos.

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