viernes, diciembre 20, 2024

Salve María: Las madres no escriben. Las madres están escritas. Por Jonathan Medina

Las madres no escriben.
Las madres están escritas.

Susan Suleiman

Con este demoledor epílogo salido de la máquina de escribir de Susan Suleiman, cierra el viaje de María Agirre, madre primeriza interpretada con un portentoso abanico de matices por Laura Weissmahr. Bajo la dirección de Mar Coll sobre la novela Las madres no de Katixa Agirre, de carácter «meta» y, a su vez, un tratamiento directo y (necesariamente) incómodo sobre la culpa primigenia que se adquiere al convertirse en madre.

Mostrar diferentes tipos de maternidad o no maternidad en el cine, beba este o no de la literatura, ha dejado de ser algo poco común… teniendo cabida incluso el infanticidio. La tendencia social es la de sacralizar a las madres, y a las que no actúan y/o se sienten como tales, se les llama «madres desnaturalizadas». Nada es tan sencillo y mucho menos etiquetable.

Con Salve María hablamos de un cine valiente y necesario, que genera un diálogo directo y, a ratos, incómodo con el espectador. Hablamos de madres; ya la «María» del título hace clara alusión no solo a nuestra protagonista, también a LA MADRE de las religiones judeocristianas. Nuestra María es escritora (Las madres no escriben. Las madres están escritas.), es madre primeriza; su vida ha dado un cambio radical. Su pareja tiene que postergar su periodo de permiso laboral por paternidad; esto se traduce en que todo su tiempo, atención y energía estén centrados en el bebé. A ratos superada, no sabe bien si está deprimida, agotada, confundida. No sabe si es «normal» sentirse así como madre, un sentimiento de culpa que se mezcla con la sensación de desapego hacia su progenie.

Y es aquí cuando, a través de las noticias, sabe de Alice/Jade, también madre primeriza, quien ha cometido infanticidio contra sus hijos gemelos. El suceso genera toda una espiral de obsesión en María, que, a escondidas, vuelve a escribir, fabulando con la historia de Alice/Jade; mientras tanto, cada vez desatiende más al bebé, no le habla, teme bañarlo. En un viaje en busca de respuestas, va al encuentro de Alice/Jade.

Lo importante en Salve María no es tanto lo que narra como lo que no se verbaliza, aquello que está presente en subcapas que nos van calando. En el personal martirio de María, tanto psicológico como físico, que en los matices interpretativos de Laura Weissmahr nos habla de procesos y realidades a las que muchas veces no sabemos o queremos dar nombre. En cierto momento, María visita una iglesia antigua con murales que conforman un bestiario medieval, donde muchas veces el artista tenía que pintar animales sin haberlos visto nunca, imaginándolos en base a descripciones. En un momento dado, nuestra protagonista, inmersa en una pesadilla febril causada por una mastitis, vislumbra lo real cohesionado con el bestiario medieval… la necesidad de dar forma y nombre a lo que le está pasando.

En definitiva, en un año que nos ha dado una cosecha de cine patrio fabulosa, sería una pena dejar escapar una pequeña joya como Salve María, un cine arriesgado que entabla un diálogo perturbador y, a la vez, esclarecedor con el espectador.

Fotografías promocionales de la película

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