Quizás nunca nos hemos planteado cuanto poder tienen las palabras que decimos y las que nos dicen, pero, es cierto que muchísimas veces ejercen gran poder e influencia en nosotros; tanto si somos nosotros los que las emitimos, como los que las recibimos. No importa lo grande o pequeña que sea una palabra para que pueda ejercer un daño terrible.
El poder de la palabra es tremendo. Aunque parezca que no, cualquier cosa que podamos decir, se puede convertir en un arma terrible que tintinea en nuestro pensamiento y nos puede llevar a un montón de situaciones no deseables.
Hay que recordar e insistir en que las palabras, mal dichas y emitidas en un mal momento, pueden llegar a herir sin darnos cuenta de las consecuencias que ello puede traer.
La fuerza que pueden tener las palabras, es tal, que a veces no son necesarias una gran cantidad para causar un verdadero tsunami de emociones en nuestro corazón.
¿De dónde pueden venir esas palabras?
Una persona cercana a nosotros, sea cual sea su relación con nosotros, si se trata de una persona tóxica, puede validar cualquier emoción que nos aflija o afecte, porque ataca en nuestro punto débil. Puede llegar a ser descorazonador y destructivo.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos podido recibir palabras ensangrentadas, llenas de dolor, de rechazo, de resentimiento, de ira. Es absolutamente devastador.
Los seres humanos hemos desarrollado el lenguaje para comunicarnos, y hemos ido aprendiendo con el tiempo, que utilizado en forma negativa y en el momento justo contra alguien, puede ser un ataque certero contra una persona.
Claro que, empleando un lenguaje limpio, claro, asertivo, educado, justo, y cariñoso, podemos conseguir, no sólo que se nos entienda, sino que además podemos defender nuestros derechos sin la necesidad de ofender ni humillar a las otras personas.
Todo lo que podamos decir, queda dicho y aunque digan que las palabras se las lleva en viento, la verdad es que si están envenenadas y bien dirigidas, llegan a su diana.
Siempre podemos decir las cosas mejor de lo que creemos, basta con pensar y ponerse en el lugar de la otra persona, para darse cuenta que en la palabra hay un gran poder, que puede ser destructivo, o por el contrario, puede ser positivo y confortable.
El amor, como sentimiento fraternal, lo podemos demostrar con esas palabras de aliento y de cariño que muchas personas necesitan y aunque parece que no sirven para nada y que van a un saco roto, lo verdadero es que se quedan en nuestro corazón y nos reconfortan.
¿Sería posible concebir el amor como sentimiento sin el uso de la palabra?
Dado que somos seres sociales, y socialmente estamos influenciados los unos por los otros, tenemos la responsabilidad propia a la hora de utilizar el lenguaje, tanto como armas con las palabras cuales dagas envenenadas, o por el contrario encontrar el equilibrio adecuado al utilizarlas.
Podemos construir, crear, acariciar, compartir, abrazar, dar felicidad…
…Siempre que nuestras palabras vayan en el sentido contrario al de la agresión.
2018 © JUAN ANTONIO GÓMEZ JEREZ