Road movie sin pretensiones, el maestro Eastwood vuelve a la carga delante y detrás de la cámara en un nuevo trabajo crepuscular. Drama familiar con gotas de thriller, con el cartel mexicano de fondo (una vez más, trending topic recurrente, desde Breaking Bad hasta Sicario, pasando por el último Rambo), Clint interpreta a Earl, floricultor y veterano de Corea que ha descuidado la autovía principal de su vida, transitando por carreteras secundarias ajenas a responsabilidades. Encuentra una posibilidad de redención para con su mujer (espléndida Dianne West), su hija (literalmente, Allison Eastwood, quien ya trabajó con papá en la estupenda e infravalorada Medianoche en el jardín del bien y del mal) y nieta (Talissa Farmiga).
Trabajando de mula para un irreconocible Andy García, le crece la cuenta y también los problemas, no sólo con el gáng, sino con la DEA, donde encontramos a actores con los que ya ha trabajado; Bradley Cooper (El francotirador), Michael Peña (Banderas de nuestros padres) o Laurence Fishburne (Mystic River). De ritmo ligero, y con ese excelente uso de la panorámica tan del gusto de su autor, se trata de un film notable, aunque no sobresaliente, lastrado quizá por un clímax precipitado, y por olvidar alegremente flecos de la trama (¿qué pasó con Julio?).
De vergüenza que la Academia no se acordase de su interpretación, máxime viendo la mediocre cosecha de este año, sobre todo en el apartado actoral. Muy lejos de Million Dollar Baby o Gran Torino; merece al menos cierto reconocimiento por la elegancia de su puesta en escena, sus diálogos y su mensaje: No importa quien seas, sino lo que eres…más tarde o más temprano, todo florece… aunque estemos rodeados de malas hierbas.