Paco Plaza, creador de la saga Rec junto a Jaume Balaguero y director de la tercera entrega, vuelve a dar en el clavo tras la estimulante Verónica. Esta vez abandona el género terrorífico y compone un soberbio thriller, ambientado en la costa gallega, con el narcotráfico de fondo. Tras la recepción crítica de la excepcional teleserie Fariña, parece que se abandona el sur del país (escenario de perlas del género patrio como Grupo 7, El Niño o La Isla Mínima), y se traslada a un nuevo espacio geográfico, tristemente célebre durante las últimas décadas por el mismo motivo, aludido en el film.
Trama de venganza pues, amparado en la problemática de la adicción y distribución de la droga dura por excelencia, está sustentada por el pago con la misma moneda, a varios niveles. Sin desvelar nada, el guion avanza a golpe de aguja, en un crescendo agobiante, apoyado en un reparto coral magnífico. Pocas veces el ritmo, quizá como metáfora de subidón narcótico, ha estado tan minuciosamente adecuado, conforme avanza la historia. Ahora mismo también me acuerdo de la brillante El Reino. A todo esto, hay que añadir a un inconmensurable Luis Tosar, que quizá nos regala su mejor interpretación en el género desde la ya mítica Celda 211, también escrita por Jorge Guerechavarria (habitual guionista de Alex de la Iglesia).
Historia de secretos tóxicos en el más amplio sentido de la palabra, de familias y conflictos paterno-filiales, de colisiones de todo tipo, y de sacrificios fraternales; el autor de las tremendas El segundo nombre y Bunbury 3D, y de la horrenda O.T. la película, no solo nos ofrece un duelo actoral de órdago entre Tosar y Xoan Cejudo, sino una espiral donde la sangre tira… y bombea hasta el colapso..Se abre camino y explota con todas las consecuencias posibles, en una espiral de violencia que nos retrotae al cine de Peckinpah o Coppola; y desemboca en una clímax que, no por esperado, resulta menos impactante y anticipando de manera tajante quien se va a llevar el goya este año al mejor rol principal.
La música de Maika Makovski remata el conjunto… y la canción de Los Suaves en los créditos es el perfecto colofón sonoro de la trágica narración. Impresionante.