Thriller convencional con gotas de ciencia-ficción, supone un potaje clónico (nunca mejor dicho) de filmes mil veces vistos, como El sexto día, El único, Enemigo Público, El caso Bourne y tantas otras. Produce Jerry Bruckheimer, en efecto, y poco podíamos esperar. Pero dirige Ang Lee, autor de fantásticos dramas (La tormenta de hielo, Brokeback Mountain) y dramas fantásticos (Tigre y Dragón, Hulk). La trama, fundamentada en la caza y persecución del protagonista, un Will Smith venido a menos, por partida doble, es rutinaria.
El elemento diferenciador era la duplicidad digital y el rejuvenecimiento virtual del cachorro, más o menos con las pintas de la época del Príncipe de Bel Air. La técnica sigue en pañales, la superposición facial no funciona, y ofrece los mismos desastrosos resultados que vimos con Jeff Bridges en Tron Legacy, Michael Douglas en Ant-Man, Schwarzenegger en Terminator Genesys o Kurt Russell en Guardianes de la galaxia. Se apoya también en un formato 3D en 4K, de ahí algunas escenas dilatadas y suntuosas digitalmente. El ritmo es el habitual y los diálogos son atroces, como en otros ejemplos del genero protagonizados por el Fresh Prince (Independence Day, MIB, Yo Robot, Soy Leyenda) y uno echa en falta la contención de After Earth por ejemplo. Ayudan al prófugo una siempre bienvenida Mary Elizabeth Winstead (La cosa, Cloverfield 110), un correcto Benedict Wong (Moon, Doctor Strange) y un siempre arrollador Clive Owen, excelente interprete condenado a este tipo de papeles secundarios desde Valeriana, y que representa el único brillo de un film mediocre. Francamente, esperábamos más del director, tras la excepcional La vida de Pi. Prescindible.