La bailarina y creadora Paula G. Quintana se prepara para presentar el miércoles 28 de diciembre, en el 21º Festival de Danza Canarios dentro y fuera, su nueva propuesta coreográfica. Bajo el título Irse al limbo, la artista llevará a cabo una improvisación de 90 minutos en BIBLI, acompañada por la música de Hara Alonso.
A partir de las 16:00 horas, el público asistente podrá entrar y salir de la galería en lo que apunta a ser una experiencia pionera en el marco del festival. Quintana revela todas las claves y motivaciones ocultas de esta performance.
¿Qué es lo que va a encontrar el público en Irse al Limbo?
Es una improvisación en toda regla. Va a acompañarme una compositora de música electrónica y espacio sonoro que se llama Hara Alonso, que es de Gran Canaria pero vive en Suecia. Serán 90 minutos de dejarse llevar por lo que ocurra, con la posibilidad de que el público entre o salga. No es una pieza que tenga un principio y final. Eso solo lo marca el reloj, con la magia o desgracia que pueden tener este tipo de propuestas.
¿Qué hay detrás de esta improvisación? ¿Partes de una idea concreta o te dejas llevar por las circunstancias que se den durante el día de la performace?
Es una pieza que no está construida y que no tiene un fondo. Nno tiene una idea sobre la que improvisar a un nivel conceptual. El nivel conceptual que tiene es el de improvisar, literalmente, un poco esa connotación no académica de ‘irse al limbo’.
En mi caso, cuando creo una pieza nueva hago muchísimas improvisaciones. Evidentemente, no todo llega al público. De hecho, no suelen llegar ni al resto del equipo, sino que se quedan para mí.
Este año, como estoy creando una pieza mayor, he hecho muchísimas improvisaciones y, a veces, me parece una pena que eso no se pueda compartir. Creo que también es interesante ese otro lado, que no está compuesto y que no está pensado.
No hay ninguna idea o motivo previo. Lo único que hay es el presente, el aquí y ahora. De hecho, el lugar donde se hace, que es BIBLI, tiene ahora mismo una exposición muy interesante. La cosa es no interactuar con la exposición, porque si lo hiciéramos habría que hacer un estudio aparte.
Esto tiene que ver más con lo que suceda en el espacio sonoro, en el cuerpo y en la capacidad de generar emociones.
El limbo se podría considerar como una referencia religiosa. ¿Qué papel juega esta idea en tu improvisación?
Tiene una connotación religiosa y sí que juega un poco el papel en el sentido de «irse un poco a la mierda». También tiene esa cosa de irte a tu mundo, a un espacio un poco indeterminado.
Tiene esa idea del limbo, que es un lugar en el que no sabes si te vas a salvar o a condenar. Ese es el riesgo que tienen estas propuestas.
La improvisación dura 90 minutos en total. ¿Te has preparado de alguna manera particular?
Creo que la preparación física no es tan importante, ya que llevamos entrenando desde hace muchos años. La mayor preparación que necesitamos es mental, de realmente entrar en ese lugar, de no juzgarte, de no querer ofrecer un resultado o buscar algo interesante. Tiene algo más que ver con una preparación mental de decir, «con toda la honestidad y humildad, abandónate a este momento».
Evidentemente, hay una resistencia física, pero creo que cuando estás en esos lugares, esa resistencia viene.
¿Te gustaría que los asistentes se sumaran a tu propuesta o prefieres que se mantenga la separación artista y público?
En esta improvisación, la idea es que no haya interacción con el público. Sería otra cosa, ya que se empezaría a construir algo. Para mí, ese tipo de propuestas me gustan muchisimo, pero en en este caso no es la idea.
Para que esto funcione, debe de haber una serie de pautas muy concretas, para que no se acabe convirtiendo en cualquier cosa. En este caso, que en algún momento puntual pueda haber algún tipo de interacción. No es que esté prohibido, no me cierro a eso, pero no es la idea.