Decía el autor Eduardo González que «adaptar ésta obra es una gran responsabilidad». Efectivamente, mucha… y sale airoso y con nota.
El 17 de Marzo fue el día del cómic, y desde Culturamanía dedicaremos varios artículos al noveno arte, como ya se ha visto. Turno ahora para la historieta autóctona. La traslación a viñetas de la obra maestra de Arozarena requiere valor, talento y mucho esfuerzo. De lo último, me consta que así ha sido. Eduardo ha invertido mucho tiempo para que su lápiz plasmara con la genialidad arrojada, el libro en cuestión. Para ello, estructura el volumen en ocho capítulos, con un despliegue cromático inédito (por lo menos para un servidor) en su estilo.
Sabida es su pericia con el blanco y negro (Autobiopsia, Historias olvidadas, etc…) pero aquí convierte cada ilustración en un lienzo, fácilmente contrastado en la cubierta y primera página, con ese paraje desértico, nos adentramos en la historia de María, de amores y odios, de despechos y venganzas, de destinos y maldiciones, mezclando costumbrismo y un realismo mágico, que casi colinda con el folk horror. Así lo hablaba con el autor el otro día. El enfoque pictórico realza esa sensación, enmarcando cada acción violenta, supurando visceralidad en los colores cálidos, y calma o quietud en los fríos. González lo da todo, combinando erotismo, amaneceres, obsesión, anocheceres… pasión subrayando la pasión…. y un reflejo de la idiosincrasia canaria y sus circunstancias, que, cómo señalamos, ya está en el material de base, pero que el dibujante consigue visualizar con una carnalidad (en todos los sentidos abrumadora). Estamos ante uno de los mejores comics producido, no ya a nivel regional, sino estatal, que, encima, se lee de un tirón. Si no lo han catado, vayan abriendo boca. Merece mucho la pena.
Fotografía en portada de la exposición en la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz en el municipio de Arrecife, Lanzarote. (Fotografía cedida por la Fundación Cine+Cómic)
