- El realizador tinerfeño, socio fundador de la distribuidora Digital 104, construye una memoria sensible de sus veranos en la casa de su abuela en Vilaflor
- González persigue en su largo “hacer valer nuestra identidad, porque en el arte y en el cine a veces nos olvidamos de nuestra identidad rural: quería reivindicar de dónde venimos”
- Una casa en el pueblo tiene programado sus primeros pases este 21 de abril en el Cine Yelmo Las Arenas (sala 6, 10:00 y 18:00 horas)
Una casa en el pueblo (Domingo J. González) alude a una casa muy concreta y a un pueblo perfectamente identificado: Vilaflor, en el sur de Tenerife. La vivienda es el refugio de verano del director isleño, al que recurrentemente acudía cada año con su familia. También era la casa de su abuela. González se interpela en voz alta durante su largometraje, recordando aquellos estíos en los que él mismo faltó porque estaba “viviendo una vida que sí creías que te correspondía” y aquellos otros en los que recuperó su costumbre. “Llegas tarde: has gastado mucho tiempo buscando historias fuera y desaprovechando las que tenías al lado. La historia de tu abuela es la historia de muchas mujeres de su generación”. Pero Una casa en el pueblo es mucho más que un acercamiento intimista a un lugar de encuentro con los seres queridos, con la abuela: es también la mirada de un viajero sobre este “lugar de paso para domingueros rumbo al Teide”. Y el debut como director de González en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Los dos primeros pases de Una casa en el pueblo se proyectan este domingo 21 de abril (Cine Yelmo Las Arenas, 10:00 y 18:00 horas, sala 6).
Domingo J González preparó la pieza “antes de la pandemia”. Se montó durante el confinamiento, con todo el material localizado y dispuesto para ello: vídeos caseros, de móviles, “de mi familia. Luego están cosas que grabé en vacaciones. Más otras cosas del rodaje que emularon esas vacaciones. Y está material de archivo del pueblo”. El montaje recayó en Claudia Torres, “porque también necesitaba una visión desde fuera”, precisa el autor.
“Desde siempre” González se había planteado que “esta casa podría ser protagonista de una peli, no sabía muy bien por qué. En 2018, con unas grabaciones caseras monté un corto muy casero, 28 de agosto, y eso fue un poco el comienzo del proyecto. Después, con Manual de invisibilidad, que iba sobre la figura del olvidado Víctor Núñez, utilizaba material familiar: ese fue otro aliciente. Claro, el último momento de epifanía fue la muerte de mi abuela”.
“Este proyecto llevaba muchos años en proyecto, cuando estaba mi abuela viva”, resume el director. «Creo que la película finalmente surge realmente porque ella ya no está. Sé que este era el momento en el que tenía que hacerla”.
González inserta en su pieza las lecturas que varias personas del pueblo hacen de viajeros extranjeros que pasaron por Tenerife y Vilaflor durante los siglos XIX y XX, una decisión que agrega un fondo trascendente al largo. “Aunque la peli es muy personal, no solo va de eso. La película luego va abriéndose. Y una de esas aperturas es la mirada externa. No soy alguien del pueblo, porque no soy un habitante, y también tengo un poco la visión del viajero que solo lo ve en verano”, profundiza el realizador isleño.
El director también tomó “una decisión importante” desde el punto de vista cinematográfico: “el pueblo siempre lo vemos desde la casa, porque ella es la protagonista. Y porque ese ha sido mi verdadero pueblo, el que veía desde dentro”.
González ha perseguido en su pieza “la idea de hacer valer nuestra identidad, porque nosotros somos personas que venimos de ahí, de esa casa, de ese entorno. Yo puedo haber vivido en otros sitios, haber visto otro cine, haber conocido a otras personas. Pero he pasado todos mis veranos ahí. Creo que en el arte y, sobre todo en el cine, a veces nos olvidamos de nuestra identidad rural. Quería reivindicar esa identidad, de dónde venimos».
El director pudo percibir una primera reacción del público en MiradasDoc, el Festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora en donde se estrenó Una casa en el pueblo. “Pude ver que gente que no era de Vilaflor se sentía identificada. Incluso espectadores de fuera de Canarias. Esto, la casa, el pueblo, la migración del pueblo a la ciudad… son temas que conectan a mucha gente. Quería que a través de lo personal el largo fuera llegando a la vida del espectador, a su familia, a su historia, a su forma de ser”.
El realizador tinerfeño conviene en que, en su adolescencia, “y a medida que vas creciendo, tus amigos van haciendo otras cosas, y todo pasa lejos de aquí. Entonces tienes esa sensación, como muchos: creernos que estamos perdiéndonos algo que tendríamos que vivir. Pero después lo cierto es que todos volvemos de alguna manera”. Transmite en su pieza, de hecho, haber experimentado ese momento, para poder volver a ver esa casa y esos encuentros familiares bajo otra perspectiva. Sin dejar de reflexionar sobre sus propios recuerdos, porque “en aquellos veranos el acceso a la música que teníamos era una radio del sur, en la que no ponían nada de lo que yo escuchaba en mi casa. Al final, esas eran unas vacaciones de mí mismo también”. Aunque en el trasfondo de Una casa en el pueblo siempre se eleva la figura de la abuela. Incluso su breve momento en la televisión, como figurante en un videoclip de Alfredo Kraus.
Cine documental en Canarias
El cineasta y socio fundador de la distribuidora Digital 104 debuta como director en el Festival de la capital grancanaria con una pieza documental de no ficción. En cuanto al género, acepta que “a nivel industrial es más barato hacer un documental, salvo en casos más concretos. Pero en Canarias se está haciendo de este condicionante una virtud, favorecida por festivales como este que ha impulsado mucho a este tipo de cine en su programación. Y también MiradasDoc, claro”.
Con todo, matiza que su largo “sí, es cine documental, pero también juega un poco con cierta ficción para hablar de la realidad, pero desde distintos puntos de vista”.
González es consciente de que “llevamos muchos años en esto. Como productora hemos estado alguna vez en el Festival. Pero yo, como director, no. Para mí es una alegría estar aquí. ¿Una responsabilidad? Bueno, la película ya está hecha. Ojalá conecte con gente, que es lo que se pretende. Me quedé más tranquilo con una primera toma de contacto en MiradasDoc: la película tiene un público, creo, y ahora tenemos que buscarlo. Confío en encontrarlo, si bien entiendo que es un cine que no tiene por qué gustar a todo el mundo”.
Como espectador, el director tinerfeño apunta que la cita de la capital grancanaria “ha sido muy importante. Y como creador, creo que más: para mí y para muchos, porque, lo he comentado con más gente, nos ha abierto la cabeza, cinematográficamente hablando. Es una fecha del año que siempre marcamos en el calendario. Y como productor, es también un punto de encuentro esencial para el sector”.
Una casa en el pueblo (Domingo J. González) integra el apartado de largometrajes programado dentro de la sección Canarias Cinema en esta edición número 23 del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria en la que también se proyectan La hojarasca (Macu Machín), Un volcán habitado (David Pantaleón /José Víctor) y Voy a desaparecer (Coré Ruíz).
Toda la programación del festival está disponible en su web oficial, lpafilmfestival.com.