Todos tenemos nuestros trucos y Guillermo del Toro lo sabe. Entre el aroma fantastique y el noir, el director se desquita tras el bodrio acuático oscarizado para todos los públicos y vuelve a ofrecernos cine en mayúsculas. Adaptación de la novela de William Lindsey Sherman y remake del mismo título de Edmon Golding, que no he tenido ocasión de leer, ni de ver, cotejamos los resultados del presente film, evitando el análisis comparativo.
Impregnada de un clasicismo narrativo que la empareja con las también infravaloradas The Majestic (2001) y Shutter Island (2009), nos encontramos en 1941, y un esforzado Bradley Cooper, entre Tom Ripley y Burt Lancaster de El fuego y la palabra, se busca la vida como trilero existencial, dando con sus huesos en una barraca de feria. Allí conocerá a la electrizante Rooney Mara, a la seductora Toni Collete, pareja de David Strathairn que, junto con el personaje de Willem Dafoe, ejercerán de Pepito Grillo de nuestro protagonista. Este primer tramo del film es puro Freaks, con los también habituales Cliffton Collins y Ron Perlman en el cine del director. Entre lodo y lluvia, y la noche como marco, descubrimos al engendro, y como se puede manejar. La vileza y las ambiciones afloran. Y también otras pasiones que nos conducen a la segunda mitad. Cine negro en estado puro, con la aparición de Richard Jenkins (lo mejor, de largo, y junto con Michael Shannon, de la fallida Shape of Water) y de la estupenda Cate Blanchet, como femme fatale. La ilusión se mezcla con la extorsión, y la lujuria con el asesinato, cerrando el círculo en un final cuya moraleja es la propia inmoralidad. Excelente fotografía, donde vuelve a predominar el verde, en una ambientación cuidada en todas sus facetas: desde el vestuario hasta el diseño de producción que, como señala el compañero Jonathan Medina, es un protagonista más. Travellings varios y planificación comedida y sin manierismos, llevan el relato a buen puerto, fundamentando la recomendación de Scorsese de ir a verla en salas. Haganle caso. A él, a Eastwood, a Scott, a Coppola…. pues esto es el séptimo arte. Una buena historia genialmente contada. Como Última noche en el Soho… cada vez más raras e inencontrables en salas . Háganse un favor, dejen los churros para el desayuno y las plataformas para las series, y acudan… Una maravilla audiovisual.
Fotografía en portada: Cartel o escena, público y distribuido para su publicidad de la película