Las peripecias y avatares de Beau Wasserman superan a las de Forrest Gump o Benjamín Button en ésta curiosa, enigmática y sencillamente magistral obra cinematográfica. Ari Aster irrumpe como un elefante en una cacharrería en la anodina cartelera primaveral, ofreciendo la propuesta más estimulante desde la también rupturista y genial Todo a la vez en todas partes.
La odisea de Beau, paranoico con ansiedad, encerrado en un microcosmos violento, exasperante e inquietante, que le hace rozar (?) la esquizofrenia, en un viaje de desencuentros y reencuentros, de familias reales y postizas, de comunas y coitos, de pastillas y pesadillas, de barcas y parcas… arrastrando un sentimiento de culpa en un entorno surrealista ( o no) ,estructurada en cuatro segmentos (cada vez que el protagonista pierde el conocimiento) y ofreciendo un perfecto One Man Show, que explora y explota ( una vez más) el talento interpretativo del mejor actor de su generación; Joaquim Phoenix. Culturamanía ya ha glosado excelsas performances del actor (En realidad nunca estuve allí, Joker, etc..), y aquí vuelve a entregarse en cuerpo y alma. Siempre he dicho que el hermano de River es lo mejor de Gladiator (y lo mantengo) , que se rio de la industria en el magnífico documental Im not Here , y que volvió por la puerta grande con dos emotivas odas al amor no correspondido; Two Lovers y Her.
Entre tantas otras, su filmografía es casi impecable. Justo es, pues , calificar de prodigioso, el encuentro con el director, uno de los baluartes del denominado » terror elevado» con dos joyas como Hereditary y Midsommar. Aquí, digámoslo ya, nos entrega su película más completa. Una fábula existencial que bascula entre Kafka y Charlie Kaufman, que conjuga el cine de dos David ; Fincher y Lynch, con un humor negro tan inteligente como descorazonador, capaz de cargar el patetismo del personaje principal. Del divan del psicólogo a un tribunal en medio de ninguna parte, dispuesto a pasarle factura de todos sus supuestos pecados. Del seno de una familia (magníficos Nathan Lane y Amy Ryan) con perro psicópata de dos pies , rastreador incombustible, a la casa materna, consumando amores de infancia, duelos en vida , funerales sexuales (sorprendente Parker Posey) y enfrentamientos genitales en el desván…en la cabeza o en el alma. Un crucero interminable entre aguas turbulentas de culpabilidad ..Beau ve pasar toda su vida en un televisor, escenificación posterior en una pieza teatral forestal…todo puede suceder, y sucede, en éste Big Fish macabro, con pinceladas de Américan Gothic..
Tres horas de cine, del de verdad. Desafiante y angustiosa. Divertida y onírica, representa un total revolutum tan necesario cómo satisfactorio…eso sí, no apta para públicos convencionales. Una vez se entra, se paladea con deleite y calma. Se cocina a fuego lento y se pasa en un suspiro…y eso, con la mediocridad imperante en las pantallas actuales, es muy de agradecer.
Una joya del séptimo arte que el tiempo se encargará de ponerla en su sitio, candidata desde ya, a film de culto.
Imagen promocional de la película