sábado, noviembre 23, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película «Cielo de medianoche»

Al son de Chris Stapleton y su Tenesse Whiskey, conocemos a Augustine ( George clooney), científico solitario en el Ártico, que se topa con una niña, e intenta comunicarse con una nave que regresa a una Tierra desolada, al mando de Felicity Jones ( Rogue One), y que tiene mucho que ver con el protagonista.

No había vuelto a ver nada del director desde Monument Men, y sabida es la querencia de Netflix por la ciencia ficción, gracias a films muy recuperables como Cloverfield: Paradox, Aniquilación o Mute. O series como Star Trek: Discovery, Altered Carbon o Lost in Space. Clooney adapta el libro del mismo título, y estuvo por estos lares buscando localizaciones hace dos años; de ahí el oportunismo autóctono de titularla Cielo de panza de burro (sic). A primera vista, parece un refrito de La carretera y La fría luz del día, mezclado con Gravity, pero el film va mucho más allá. Las peripecias heladas del personaje principal se entremezclan con el día a día de la tripulación de la nave, compuesto por Demian Bilchir (Odiosos ocho) ,David Okwejomo (Jack Reacher), Kyle Chandler (King Kong, Super 8, Godzilla… vamos, un experto en estas lides) o la citada Jones. Todos en verdad estupendos. A la vez, asistimos, mediante flashbacks, a la juventud de Augustine, encarnado por Ethan Peck (Spock en Discovery), momentos estos donde más se atisban los exteriores canarios.

Así las cosas, tenemos dos horas de Scifi en estado puro, con un ritmo adecuado de desarrollo y presentación de personajes y situaciones. La música de Alexandre Desplat ayuda a ello. No entiendo tanta crítica al metraje ni a la dilatación de la trama. Ni lo uno ni lo otro. Clooney, que ya navegó por el espacio despacio en el remake de Solaris, de Tarkovsky, entiende el género. Y tras una primera hora centrado en su rol, nos trasladamos a la misión espacial a tiempo completo, hasta que confluyen ambos hilos. Este segundo segmento está tan excelentemente filmado, que es imposible no quitarse el sombrero. Las interpretaciones ayudan. Y el desenlace puede dejar diferentes sabores, pero el realizador sabe hasta donde llegar. El espectador adocenado atontado con Marvel and Furious (según impresiones más que sonrojantes) ni comprenden ni entran en la historia, buscando un impacto inmediato y un placebo virtual explosivo. Esto es otra cosa. Es como volver al módus operandi de los 70 (2001, Silent Running o la misma Solaris), lo cual es de agradecer en estos tiempos de urgencia cinematográfica. Otra joya a rescatar, incomprendida e infravalorada. Y ya van unas cuantas en la plataforma.

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