martes, diciembre 24, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película «El hombre que mató a Don Quijote»

Con gran celeridad asistimos en la segunda semana de su estreno a la última película de Terry Gilliam (Los héroes del tiempo, Miedo y asco en las vegas), antes que desaparezca de la cartelera. Si has visto el documental «Lost in La Mancha», ya sabrás que este era un proyecto frustrado e inconcluso desde hace unos 25 años. Gracias a la financiación de Gerardo Herrero, el ex Monty Phyton por fin lleva a buen puerto su acariciado film y lo hace, digámoslo ya, de manera magistral.

Todo lo filmado por Johnny Depp y Jean Rochefort es desechado y se parte de cero. Adam Driver, excelente interprete en» Patterson» y «Silence», mundialmente conocido por su nefasto papel en las Disney Wars, encarna aquí a Tobey, director de cine obsesionado en la puesta de largo de su primer corto, basado en la obra de Cervantes (¿alter ego del propio Gilliam?).

Sucesivos flashbacks nos narran las peripecias de la filmación de aquel primer trabajo y de las consecuencias del mismo en la vida de los lugareños; caso de Javier, protagonista del primigenio film (soberbio Jonathan Pryce, que repite con el director tras Brasil), que, al igual que el personaje de la obra, ha terminado creyéndose su papel, y confundiendo y reclutando al joven director como Sancho Panza. Viaje iniciático pues, por la España profunda, donde se mezcla la fantasía con la realidad, como alegoría de los pecados del pasado, el miedo a lo diferente, el racismo, la voracidad de la industria cinematográfica, los espejismos emocionales y el clasismo recalcitrante; en una aventura con no pocos contactos en común con El Rey Pescador.

Una planificación y fotografía magnifica envuelven un film valiente y totalmente a contracorriente en estos días. A Gilliam, como a Lynch o Polansky, se la trae al pairo los intereses industriales a los que se han plegado Spielberg, Burton o Del Toro en sus últimos y lamentables trabajos, y compone una fábula tan desértica y desprejuiciada como la moral de casi todos los personajes (y aquí se luce un cast patrio excepcional: Oscar Jaenada, Jordi Molla, Sergio López…) por ejemplo, los personajes de Stellan Skaksgard y Olga Kurylenko.

Si acaso lastrada por un excesivo metraje, la película es una rara avis y una auténtica gozada acorde con la trayectoria anterior de su autor, en donde figuran las también maravillosas Tideland y El Imaginario del Doctor Parnassus.

Véanla antes de que la quiten. Se harán un favor. Esto es cine sin dinosaurios ni superhéroes… o sea, CINE, con mayúsculas.

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