Angustiosa y desasosegante a la par que emotiva, esta película es la nueva propuesta de los autores de Handia. Relato de posguerra sin paños calientes, película rio con personajes bien escritos y un trabajo de ambientación, fotografía y montaje soberbios; el film presenta una estructura construida a base de conceptos (literalmente) en fondo y forma, que sirven de hilo conductor a la trama. Magistralmente narrada, la historia de un idealista andaluz en plena cacería humana tras el golpe de estado del 36, y su autoimpuesto cautiverio durante tres décadas, es cine en estado puro con todo lo que eso conlleva. La sangre en las venas, y en la familia, tan roja como su conciencia, derrumba estamentos paterno filiales como si fueran las tinajas, que sirven de escondrijo maloliente a un corazón cansado de latir entre insectos, polvo y oscuridad. Palabras como balas, delatores vengativos, pesadillas como cargo de conciencia, y encuentros sexuales furtivos, jalonan una trama entre el amor y la guerra (interior).
Belén Cuesta (El pregón, La llamada) es la sufrida esposa que anhela océanos de entendimiento, comprensión y libertad. Su sacrificio es interminable, parapeteando una trinchera en última línea de fuego, en un recital interpretativo de primer orden.
Drama costumbrista-claustrofóbico, thriller histórico, con escenas cuasi-hitchcockianas, estamos ante una de las obras del año. Y confirma, de una vez por todas, a Antonio de la Torre (Caníbal, El Reino) como uno de los mejores actores de la historia del cine estatal.
¡Magnífica!