Aunque parezca increíble, aquí tenemos el prototipo de lo que debe ser un blockbuster veraniego; entretenimiento inteligente y trepidante, con una trama que enganche y sorprenda. Bien filmada, sin manierismos visuales, filigranas de cámara en mano ni saturación digital.
Han comparado esta película con «The Dark Knight» (2008) de Christopher Nolan; o » Mad Max: Fury Road»(2015) de George Miller. Comparación quizá desproporcionada, pero si ejemplos paradigmáticos de la definición citada. Yo añadiría incluso unas gotas del cine de Michael Mann (Heat, Colateral, Miami Vice) , aunque Christopher Mcquarrie (guionista de Sospechosos habituales y Valkyria, y director y escritor de Jack Reacher, Nación Secreta y esta que nos ocupa) no llegue al nivel de los directores mencionados, hay que reconocer su buena mano para crear y plasmar una intriga apasionante cinematográficamente, y desde ya, punto y aparte del cine de espionaje y acción. Sabe narrar y meternos en el ojo del huracán (impresionante la persecución en moto en París o todo el set piece final en Cachemira), maneja la cámara con soltura, sin apabullar, con una planificación donde deja que los personajes respiren, sobre todo en las secuencias de explicación y diálogos.
El realizador ya había dado muestras de ello en la también excelente Nación Secreta, de la que esta es continuación directa, siendo esas virtudes corregidas y aumentadas. Estamos ante un espectáculo sin fisuras, donde no se da tregua, con un montaje adecuado y para nada anfetamínico. Nada que ver con las horrendas y sobrevaloradas entregas de Jason Bourne del cansino y mareante Paul Greengrass; y muy por encima también, de la ya repetitiva y formularia etapa Bond de Daniel Craig. El sindicato aún colea, y Ethan Hunt (cómodo y entregado Tom Cruise) y su equipo (los habituales y ya de la familia Simón Pegg y Ving Rhames) han de interceptar tres cabezas de plutonio, y a John Lark, terrorista anónimo y mcguffin de la trama, mediante la recuperación del peligroso Solomon Lane (soberbio Sean Harris, como siempre), y con la ayuda de la bellísima agente del MI6 Isla (guapísima y solvente Rebeca Ferguson). Para que aquello no se desmadre, desde la CIA, Alec Baldwin y Ángela Basset envían a Walker (sorprendente Henry Cavill), a supervisar la operación. A partir de aquí, montaña rusa de emociones y giros coherentes y estimulantes sustentan el mejor episodio de la saga desde la fundacional de Brian de Palma. Cruise ha sabido hacer suyos saga y personaje, a su vez siendo deudor de la mítica serie de Bruce Geller (1966-1971), en espíritu y objetivos. A veces se aleja (John Woo. 200) y otras se acerca con devoción y habilidad (J.J Abrahams. 2006, Brad Bird. 2011).
Con Mcquarrie y Bad Robot detrás, y la legendaria b.s.o de Lalo Schiffrin mejor utilizada que nunca, este «Caída Libre» (es la primera vez que no traducen el título) se erige en, no solo como uno de los mejores filmes de la saga, sino, digámoslo ya, uno de los mejores actioners del s. XXI, y una de las mejores películas de aventuras en lustros. Y, por supuesto, la mejor película del verano junto con Sicario 2 (no tengo esperanza en ecualizadores, megalodones o rascacielos). A años luz en calidad de lo estrenado por Marvel y muy por encima de productos mediocres de vengador con pistola. ¡Atención a los cameos de West Bentley (American Beauty) y Michele Monaghan (Código Fuente) y mención especial para la también preciosa Vanessa Kirby…Si hasta el habitualmente insípido y apático Cavill ofrece la mejor interpretación de su carrera! (lo cual no es muy difícil). Lo dicho, esta película será un clásico en su género… Y si no, al tiempo. Su misión, si decide aceptarla, es disfrutarla.