miércoles, abril 24, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película «Verónica» de Paco Plaza

Asunto: Verónica.

Paco Plaza ha demostrado con la saga «Rec» (y con OT: la película, terrorífica por motivos extra cinematográficos) que tiene buena mano, tablas, nociones y pasión para conocer los resortes del género «de miedo” … hay adolescentes, pero no es un slasher; hay fenómenos paranormales, pero no es un found footage… «Verónica» es una agradable sorpresa; de lo mejorcito en lo que llevamos de año a nivel estatal.

Su director se basa es un caso real, cuanto menos, espeluznante, acontecido en junio de 1991, en un Madrid sin móviles, donde atruena el calentito «Senderos de Traición» de Héroes del Silencio de la que la protagonista es fan… Verónica cuida y lleva a sus hermanas al colegio. Ella está en un colegio de monjas, juega a la ouija con sus hormonales amigas y escucha » hechizo» en su walkman mientras mira el techo estrellado de recortes de su habitación… lee sobre el ocultismo, es huérfana de padre y su madre (Ana Torrent) se pasa todo el día trabajando en el bar que regente… no sabe del más acá más que del más allá.

Suena «Maldito Duende», y Plaza nos pone en situación, en un crescendo de suspense, desarrollando un largo de terror psicológico… de horror sobrenatural salpicado con gotas de comedia costumbrista, por aquello de aliviar la tensiona a cargo de unos sorprendentemente convincentes actores infantiles. El director sabe llevarnos a donde quiere y cuando quiere; y lo hace en un explosivo clímax liberador (para el espectador y para…) a la par que escalofriante.

Cameo de Leticia Dolera en una trama que bebe de los clásicos y los homenajea (no es casual que sus hermanos estén viendo «Quien puede matar a un niño»(1975) de Chicho Ibáñez Serrador, oportuno e irónico guiño en una determinada escena) y b.s.o con sintetizadores ampulosos, más propia de Goblin (¿homenaje a Argento?)que de las rutinarias sinfonías atmosféricas… en resumen, una oda al buen gusto y a la dignificación de un género en crisis (a ver si toman nota Bayona o Amenábar) y, sobre todo, un alegato aterrador sobre los cambios de la adolescencia, la desubicación que provoca y la supuesta indiferencia por parte de círculos o familias; de un periodo(valga la redundancia)que rezuma dolor e incomprensión y pide a gritos a alguien que esté ahí… aunque esté ausente… o no.. Magnifica. Tan conmovedora como sobrecogedora.

 

«Vámonos de esta habitación al espacio exterior…se nublan los ojos todo de un mismo color… mientras todo da igual!»

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