El mal anida en nosotros. Halloween crea monstruos, como el Gotham de Nolan. El hombre del saco no está en una institución, es una institución. El pueblo no lo ha olvidado, y está estigmatizado de por vida, y Laurie Strode lo sabe bien.
El personaje de Jamie Lee Curtis, vive con la pesadilla permanente. Ha condicionado su vida y la de sus congéneres. Cómo Ellen Ripley o Sarah Connor, conviven con ello. Corey Cunningham es el patito feo, que en 2019, en un brillante prólogo, se convierte en asesino involuntario. Haddonfield no hace prisioneros, pero si asesinos. Myers es una rata de cloaca, que cual Splinter, alecciona a su nuevo pupilo. Les suena a Culebrón?. Aún hay más. Entre el fantasma de la ópera, o el Pingüino Burtoniano, Michael se erige en el T-Rex de la saga Jurásica, en un clímax de pura hemoglobina. Festín gore que no pasa por alto el dilema existencial de Laurie, ni el amago de romance con el sheriff protagonizado por Will Patton.
David Gordon Green cierra la trilogía, iniciada en 2018, en una pirueta inesperada, al estilo de Los Últimos Jedi, Predator o Matrix Resurrections… es decir, no es lo que el público espera..se la juega y, pese a diversos aciertos (esa escena introductoria, el duelo final o la posterior procesión catártica), entra en tierra de nadie. Jason Blum y Malek Akkad dan el visto bueno. John Carpenter, que produce con Lee Curtis, y compone el score, también. Es un slasher de psicópatas y freaks. De sentimientos y remordimientos. De linajes y peajes. De máscaras y cuchillos… de cocina. Y de cerrar círculos…quizá necesita más pases, o que el tiempo decida. Se deja ver… pero los que esperen más de lo mismo, se llevarán una sorpresa… para lo bueno y para lo malo.
Imagen promocional de la película
