¿Qué tiene Camilo para atrapar a diestro y siniestro? ¿Será su naturalidad? ¿Ese aire de vecino cercano con quien compartirías un café mañanero? ¿El magnetismo que desprende dentro y fuera del escenario? ¿O quizás esa energía que se refuerza con sus pinturas en el rostro y una estética cómoda donde todo orbita alrededor de la familia? También podría ser la complicidad que crea al llamarnos “La Tribu”, como si de verdad formáramos parte de algo más grande que un concierto.
No sabemos con qué cartas juega, pero el pasado viernes el Gran Canaria Arena se convirtió en testigo de esa magia. Familias enteras —niños, jóvenes y adultos— acudieron a su llamada para cantar un repertorio que forma parte de su actual gira “Nuestro lugar feliz”. Y en un panorama musical saturado de letras soeces (algunas vomitivas) que normalizan la violencia, la cosificación y el desamor tóxico, las canciones de Camilo irrumpen como un bálsamo: hablan del AMOR en mayúsculas, de compartir, de esperar, de creer en lo profundo. Si sus letras laten con esa verdad es porque, de algún modo, él mismo las ha vivido. Y en eso, precisamente, reside el secreto de su éxito: en la verdad.

Su historia musical no es casualidad. Desde aquel estallido en 2019 con “Tutu”, junto a Pedro Capó, el bigote inconfundible y su particular forma de interpretar anunciaban que estábamos ante algo distinto. Desde entonces, la erupción de canciones no ha cesado. El concierto en la isla fue un torrente de vitalidad y emoción, con un repaso a todos sus discos, muchas canciones a modo de ‘medley’ (todas no caben) y momentos de especial intimidad, como “Querida yo”, interpretada únicamente con guitarra. “Siempre hay que confiar —dijo—. Escribí este tema en un momento en que no creía en mí. Se la dedico a ese Camilo que pensaba que nada de esto era posible”.
Otro tema sorprendente, que también lanzó en intimidad, fue “Maldito Chat GPT”, su último estreno, en la que Camilo juega con la tensión entre la lógica que propone la inteligencia artificial y los dictados puros del corazón. La letra dice Tú no eres pa’ mi / Me lo dijo Chat GPT / Que me conoce más que yo mismo. Pero no, el amor no cabe en ninguna lógica. Ninguna máquina, ninguna aplicación puede sentir por nosotros.

No faltó “Vida de Rico”, himno que le abrió puertas en todo el mundo y que, lejos de la ostentación, celebra la sencillez y la autenticidad. Una declaración que resonó aún más cuando, entre el público, una pareja decidió pedirse matrimonio, reforzando la idea de que en un concierto de Camilo se cree de nuevo en el amor.
La aparición de Evaluna Montaner, su pareja y compañera artística, fue uno de los momentos más celebrados de la noche. Con la energía de quien sabe pisar un escenario, arrastró una silla y se sentó frente a él para interpretar “Machu Picchu”, canción que desnuda lo engañosas que pueden ser las primeras impresiones. Resulta muy interesante ver cómo Evaluna ha sabido hacerse el hueco al lado de Camilo y tener el protagonismo que merece por muchas canciones co-escritas con el colombiano. En la segunda parte del concierto tuvo un peso esencial en el escenario. Y todo ello también merece una mención a Camilo, quien contribuye sobremanera a que ella destaque como lo hace. Ver cómo construyen juntos es otro valor en alza.

La banda que acompaña a Camilo merece también un capítulo aparte: impecable en sonido, sólida en cada ritmo latino, y con esa fuerza contagiosa que mantiene viva la atmósfera en cada acorde.
En definitiva, Gran Canaria fue escenario de un triunfo más en esta gira española, consolidando no solo la figura de Camilo como referente de la música latina, sino también la apuesta de New Event como productora capaz de traer a las islas lo mejor del panorama internacional.

Fotografías: Damián Rocafela (@thelifeingrayscales)