lunes, junio 23, 2025

CLAVE 28: La catástrofe canaria que nunca ocurrió. Por José Gregorio González

Compartimos en este número una singular y aleccionadora historia vinculada directamente con el mundo del misterio, cuyo punto álgido se desarrolló durante el último trimestre de 2018 en Tenerife. Una pareja de sensitivos compartió su sincera inquietud relativa a la amenaza de un sangriento atentado en la isla, que tendría lugar en algún momento de los meses de octubre, noviembre y diciembre. Sin embargo, la fallida profecía es mucho más que una aleccionadora anécdota.

El contexto es muy claro: en septiembre de 2018 participamos en el programa Cuarto Milenio, recopilando las anomalías que rodean al aeropuerto de Los Rodeos, y que pivotan alrededor del fatídico accidente de los jumbos de marzo de 1977. Transcurridos pocos días de la emisión, el domingo 7 de octubre de ese año, se inicia esta historia que hoy compartimos. La emisión del programa posibilitó que una pareja de psíquicos con dotes mediúmnicas, se pusiera en contacto conmigo para transmitirme una creciente inquietud que iba camino de quitarles el sueño. Joaquín y María, -asumimos que el lector comprenderá que ocultemos sus nombres reales- compartieron conmigo una cadena de vivencias que les llevó a convencerse de que Tenerife sería el escenario de otro drama aeronáutico en pocos meses.

UN DÍA 28, UN ATENTADO.

Dentro de la complejidad del asunto, la cuestión era muy básica: por diferentes vías María y Joaquín habían recibido revelaciones y señales que apuntaban a que en el aeropuerto de Los Rodeos se iba a producir un accidente en breve. Concretamente un día 28 antes de finalizar 2018, lo que reducía las posibilidades a octubre, noviembre y diciembre. La cercanía del primer plazo inquietaba bastante a una pareja que, en ningún momento, exigió ni manifestó interés alguno en obtener publicidad o notoriedad de ninguna clase. De forma inusualmente coherente con respecto a lo habitual en este tipo de casos, su preocupación radicaba en dar la información de la que disponían a los organismos y personas que estuviesen en disposición de utilizarla y evitar la tragedia. A través de sueños, de “señales” diversas, y directamente del diálogo con entes espirituales, es decir, con espíritus, la pareja
fue reuniendo datos sobre el fatal destino. Se trataba de un atentado perpetrado a semejanza de lo ocurrido en el 11S. Dieron horarios aproximados, números de vuelos, número de víctimas y hasta el aspecto de los responsables y de algunos de sus cómplices, junto a otros detalles que nos reservamos pues nada aportan, y sin embargo pueden alimentar infundadas paranoias. El asunto decidimos compartirlo con varias personas cercanas y abiertamente interesadas en este tipo de fenómenos y temática, rogándoles una absoluta discreción de la que sobradamente dieron muestras. De alguna manera, actuaban como testigos y notarios de lo que estaba ocurriendo.

¿Qué hacer con esta información, a priori, tan trascendental? Desde un primer instante tuvimos claro que había que manejarla con extremo cuidado. Difundirla era crear una alarma innecesaria e injustificada. Teníamos todos los medios a nuestro alcance para comunicar el asunto, airearlo, para situar y situarnos bajo los focos, pero apostamos por la cautela, por una gestión responsable de la información, por manejar lo que teníamos entre manos como una bomba de relojería. A fin de cuentas, se trataba de unas presuntas premoniciones, pálpitos o corazonadas que, a priori, carecían de valor, a pesar de la honesta preocupación que acompañaba tan inverificables planteamientos. Divulgarlas podía suponer más problemas que ventajas, pero despreciarlas sabíamos que no era opción para nosotros. En este tipo de cuestiones siempre hay un dilema, una pregunta a medio formular, ”¿y sí ocurre?” Esa pregunta condujo a la pareja, días atrás de nuestro primer contacto, a hacer algo inusual presentándose en el puesto de la Policía Nacional en el aeropuerto para contar su historia a los agentes de servicio. Y con ello corrieron el riesgo de la burla, algo que por fortuna no ocurrió, pero tampoco hubo contacto posterior, es decir, allí empezó y acabó este capítulo concreto. Tras ese primer paso, una vía adicional éramos nosotros, de manera que tras sopesarlo bastante, optamos por concertar una reunión con otro agente de los Cuerpos de Seguridad del Estado con capacidad para hacer llegar aquella información, por disparatada que pareciera, directamente a expertos capaces de evaluar su nivel utilidad. Así lo hicimos. Vivimos ese encuentro durante casi dos horas, con los sensitivos compartiendo su información y nuestro enlace tomando nota, especialmente de aquellos datos concretos que permitían realizar comprobaciones. Aquella conversación concluyó con una visita al aeropuerto, en la que fuimos testigos de la aparente recepción de algunos datos adicionales a través de una comunicación mediúmnica

UNA BUENA LECCIÓN PARA FUTUROS POSIBLES

Tenemos absoluta confianza en que los datos potencialmente útiles llegaron a las personas indicadas, y hasta donde sabemos, no condujeron a nada. Es decir, no tenemos constancia de que conscientemente se haya desactivado alguna amenaza a partir de los lugares, procedimientos y descripciones físicas que se aportaron. La discreción que mantuvimos sobre el asunto, además de evitar alarmas innecesarias en la población, también tiene que ser vista como una precaución para evitar delatar posibles pistas válidas. En el hipotético caso, remoto sí se prefiere, de haberse tratado de una precognición generada por una amenaza real en curso, el haber publicitado la predicción podría haber disuadido a los responsables de seguir adelante con su plan, echando por tierra al mismo tiempo la ventaja de los cuerpos de seguridad a la hora de desactivar la amenaza. Es evidente que estamos especulando, y sin duda en exceso, pero eso lo sabemos ahora con certeza y no entonces, cuando había que tomar decisiones y contener impulsos tan naturales como el de avisar a conocidos y amigos que podían verse expuestos en esas fechas. La tensión de los días previos al 28 de octubre dio paso a un escenario más relajado con un mes vista para el siguiente plazo, el 28 de noviembre, la fecha más probable de las tres. Obviamente, nada ocurrió, aunque hasta el 28 de diciembre no pudimos respirar del todo tranquilos. ¿Y los psíquicos? Pues se se alegraron como haría cualquier persona de bien, a pesar de que teóricamente el error jugaba en su contra. Pero sin duda te alegras de fallar, y aceptas de buen grado que todo haya sido una interpretación errónea, una suerte de espejismo mental… Desde aquí reflexionamos sobre lo que habrían podido hacer otros en nuestro lugar con la información, y las consecuencias de haber optado por un titular de prensa. ¿Habríamos vivido colectivamente con algo más de ansiedad esos días 28? ¿Mostrarían las estadísticas un menor tráfico local en esas fechas? ¿Cómo habrían respondido los medios de comunicación, y cómo habrían reaccionado, ante una alarma sin sustento, las autoridades? Para nosotros fue una buena
lección de madurez y responsabilidad, además de una gran historia, absolutamente real, que poder compartir con ustedes.

Texto de José Gregorio González

Imagen en portada generada con IA

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