viernes, noviembre 22, 2024

Crónicas de LV-426: Los orígenes de ALIEN en la serie B. Por Pedro J. Mérida

Cuando el desaparecido guionista y director Dan O’Bannon comenzó a recorrer los pasillos de los diferentes estudios con un libreto bajo el brazo que respondía al nada sugerente título de ‘Star Beast’, que sobre el papel era un pastiche de aventuras espaciales de lo más genérico, con personajes intercambiables y un monstruo de aparienca aún por definir para añadir algo de emoción a la trama, pocas perspectivas había de que aquellas páginas que olían a cliché recalentado acabarían evolucionando en un hito de la cinematografía y el diseño de producción que implicó a primeros espadas en el arte de la creación de universos cinematográficos, como Rob Cobb, Moebius, Chirstopher Foss y, coronando esa comunión irrepetible de genialidad conceptual, H.R. Giger, asumiendo la paternidad artística de la criatura titular de la cinta.

Pero antes de llegar a tocar ese techo aún hoy imbatido en la cinta que acabaría dirigiendo Ridley Scott, la cual generaría toda una tendencia que se extiende hasta nuestros días en productos de similares aspiraciones pero de escasa trascendencia, existieron precedentes que sentaron las bases de la fórmula y que sirvieron de notoria inspiración al clásico de la ciencia ficción que en estos próximos días celebra su aniversario.

1) El terror del más allá (It, The Terror Beyond Space, 1958)

Edward L. Cahn, uno de aquellos tantos artesanos del viejo Hollywood, terminaría filmando un enclenque guión de Jerome Bixby (a posteriori firmante de trabajos mucho más interesantes en el terreno de la Ci-Fi como Viaje alucinante o The Man from Earth) en el que la tripulación de un cohete en trayectoria de regreso a La Tierra, que transporta al único superviviente de una fallida misión en el planeta Marte, se las tiene que ver con un inesperado polizón indígena de aquel planeta.

Imagen promocional de la película

Entre los aspectos más reconocibles de esta historia que pudieran haber servido de estímulo en la ya clásica producción de la Fox, tenemos el progresivo aumento de víctimas a manos de la criatura en rincones oscuros de la nave, una tensa escena en unos conductos de ventilación donde el monstruo da cuenta de algunos miembros de la tripulación (cuyos ataques sobre sus víctimas tienen efectos similares a los de un vampiro, dejándoles drenados de sus fluidos vitales) y el hecho de que la resolución final tenga lugar en la cabina de pilotaje del cohete, donde los supervivientes deciden vaciar de aire el compartimento para privar al alienígena de aire y así matarlo, ya que el resto de soluciones, desde dispararle con armas de fuego convencionales (se ve que los adelantos de la ciencia en exploración espacial no iban paralelos a la carrera en el desarrollo de armamento) hasta intentar encerrarlo dentro de la cámara del reactor de fusión no surten efecto alguno.

Imagen promocional de la película

Prueba de que la película es hija de su tiempo, el elenco femenino de la tripulación lo forman dos oficiales científicos que en sus ratos libres se encargan de servir la mesa a la tripulación y, de milagro, no las vemos pasar la escoba por las cubiertas de la nave. Es de agradecer que la cinta de Ridley Scott cambiara sustancialmente las tornas en este aspecto y nos regalase uno de los iconos más celebrados de la historia del cine en la figura de la Teniente Ripley.

2) Terror en el espacio (Planet of the Vampires, 1965)

Un Mario Bava haciendo un alto entre italo-westerns (venía de firmar la correcta La strada per Forte Alamo y después se adentraría a compartir labores de dirección con Antonio Román en Ringo de Nebraska) para facturar la que a día de hoy se considera el antecedente más reconocible de ALIEN.

Imagen promocional de la película

De producción italo española, Terror en el espacio cuenta con un buen catálogo de virtudes que de alguna forma consiguen paliar una trama ciertamente plomiza y repetitiva. Para empezar, la película cuenta, a diferencia de El terror del más allá, con un diseño de producción ciertamente deslumbrante, con una gran variedad de escenarios, entre los que destacan los interiores de las naves espaciales, dotadas de gran personalidad, así como el vestuario y la recreación de los entornos alienígenas del planeta en el que tiene lugar la acción, que sumado a la ya más que conocida marca de la casa de Bava de iluminar en esos estilos de colores primarios tan teatrales, consiguen que Terror en el Espacio se mantenga a día de hoy como una obra de referencia incuestionable en el cine de ciencia ficción, lo que sumado a momentos de suma inspiración visual, como la escena de la resurrección de miembros fallecidos de la tripulación saliendo de sus tumbas (una vez más la referencia al vampirismo queda patente), con un sorprendente manejo del ralentí para generar una intrigante sensación de peligro al espectador se encuentra entre lo más destacable de la cinta de Bava.

Las influencia, no sólo en la cinta seminal de Scott, sino en a las precuelas de la saga que estrenaría entre 2012 y 2017, saltan a la vista. En primer lugar, el trabajo de recreación visual del paisaje hostil planeta alienígena (con sus nieblas, pantanos de lava y condiciones atmosféricas adversas), que en la película funciona como un personaje más de la narración, o el hallazgo de una nave extraterrestre en la que los protagonistas hallan los esqueletos de una tripulación cuyo descomunal tamaño hace ver que se trata de una raza de seres gigantes (similar al Space Jockey que encuentra la tripulación del Nostromo durante el primer acto de ALIEN), pero es que el diseño de vestuario, con esos uniformes de cuero ajustado de la tripulación tiene su eco en los uniformes del elenco de la Prometheus. Igualmente, el final sorpresa, en el que los personajes que supuestamente han conseguido huir de la amenaza, revelándose en un giro inesperado que han sido poseídos por los espíritus malignos del planeta, tiene su eco en la suplantación de Walter por parte de David 8 al final de Alien Covenant. Queda patente ,por lo tanto, el carácter seminal de la cinta de Bava en el trabajo de Scott en la franquicia.

Imagen promocional de la película

3) Planeta sangriento (Queen of Blood, 1966)

La factoría de Roger Corman no iba quedarse sin su trozo del pastel en esta ocasión (y demostraría que la fórmula le sería muy rentable en obras posteriores a ALIEN, en los casos de La Galaxia del Terror (1981) y Galaxia Prohibida (1982)).

Con Planeta sangriento, Curtis Harrington, autor que tuvo un más que prometedor inicio de carrera con el film de terror Marea Nocturna (Night Tide, 1961), recalaría en esta resultona producción de bajo presupuesto que tenía a un Basil Rathbone en el ocaso de su carrera como principal reclamo, aún en un papel testimonial donde apenas le vemos en escenas que debieron filmarse a toda prisa para pagarle un caché más que ajustado y con el que hubo disputas que obligaron a intervenir al Sindicato de Actores.

Tratándose de una producción de la factoría Corman, sorprende encontrar una calidad de efectos especiales y diseño de producción tan elaborados. La realidad, como no podía ser de otra manera, es que todas aquellas secuencias en las que se aprecia un cierto despliegue de imaginería visual no fueron costeadas por el estudio, sino que se trata de escenas robadas de dos producciones rusas de ciencia ficción bastante más apañadas que la que en este apartado nos ocupa, y de las cuales recomiendo encarecidamente su visionado: Batalla más allá del sol (Nebo Zovyot, 1959) y Encuentro en el espacio (Mechte navstrechu, 1963).

Pero donde la película realmente funciona es en el trabajo de personajes. Destacan en unos roles más activos un joven John Saxon, como el héroe de turno, y un Dennis Hopper que desde un discreto rol secundario pero que paradójicamente acaba resultando de lo mejor de función. El argumento, por mor del saqueo de metraje a las cintas rusas arriba mencionadas, obliga a la película a hacer algunas piruetas narrativas que la ponen en la tesitura de dejar algunos cabos sueltos, arrancando lo interesante pasado el ecuador, cuando encuentran con la Reina Marciana, bajo los inquietantes rasgos de l actriz checa Florence Marly, cuya candidatura tuvo que ser defendida a capa y espada por Harrington ante un Roger Corman que temía una pérdida de audiencia en las salas por considerar que la actriz era ‘demasiado vieja para el papel’.

Imagen promocional de la película

A partir de aquí, las influencias que se pueden ver en ALIEN de esta película se palpan en el hecho de que el encuentro con la amenaza tiene lugar cuando los protagonista deciden acudir a la llamada de socorro de una nave marciana estrellada, así como en cada una de las defunciones que tienen lugar dentro la nave de los protagonistas, que regresa a La Tierra con la hembra marciana sin imaginarse la que se les viene encima.

El personaje que interpreta Dennis Hopper es el primero en pasar a mejor vida, y lo hace en una secuencia cuya planificación recuerda de manera muy gráfica a la muerte de Brett (Harry Dean Stanton) en ALIEN, ya que es acorralado por la Reina marciana contra la maquinaria, dejándole incapacitado para defenderse con sinuosos y lentos movimientos envolventes, desplegando habilidades propias (una vez más) de un vampiro, ya que el deceso tiene lugar por una masiva pérdida de sangre que sólo deja una herida abierta en la muñeca.

El siguiente personaje en fallecer tiene una muerte aún más inquietante, ya que la ahora revelada vampira marciana, decide abalanzarse sobre el jefe de la expedición a Marte, acercándose desde el fondo del plano, apareciendo y desapareciendo de la vista, para generar uno de los momentos más terroríficos de la cinta. Hay que decir que la muerte de Dallas (Tom Skerrit) en ALIEN había sido escrita originalmente de una manera similar cuando el capitán de la Nostromo decidía adentrarse en los túneles de ventilación con el lanzallamas para tratar de echar al xenomorfo al espacio.

Por último, el hecho de que tras la muerte de la vampira se lleve a cabo por parte del único personaje femenino, y que se encuentren huevos que la reina ha puesto por toda la nave, que finalmente consiguen llegar a la tierra ante la estupefacción de los supervivientes de esta aventura, añade cierto toque pesimista que también estaba en el guión original de Dan O’Bannon (idea abandonada por Ridley Scott al considerar que le restaba fuerza al clímax de su película).

4 ) Dark Star: Aluniza como puedas (Dark Star, 1974)

El trabajo de fin de carrera de un jovencísimo John Carpenter, que llegó a ver la luz porque el realizador cogió el momentum en el que la ciencia ficción de bajo presupuesto empezaba a gozar de cierto predicamento en la sesiones dobles de los cines de extraradio. Dato importante: Dan O’Bannon, guionista y alma matter de ALIEN, interpretaba uno de los papeles protagonistas aquí.

Dos aspectos fundamentales aquí son los que servirían de inspiración para dar forma al libreto sobre la bestia espacial más icónica de todos los tiempos. El primero y más importante, el ambiente entre los tripulantes de la nave, quienes no ocultan su condición de mal pagados asalariados de una de tantas compañías explotadoras que han convertido el espacio exterior en fuente de riqueza. Algo muy similar en ALIEN lo encontramos en el desencadenante de la trama, donde bajo coacción de las ordenanzas dictadas por la compañía Weyland Yutani, los tripulantes del Nostromo se exponen a una sanción económica en caso de no investigar la misteriosa transmisión procedente de LV-426. En definitiva, el dominio del viaje espacial por parte de empresas más preocupadas por la cuenta de beneficios que por la vida de los tripulantes de sus naves despojando de toda épica.

El otro, que no por anecdótico es menos importante tiene que ver con una criatura alienígena, con forma de balón de playa de colores y texturas propios de una alucinación cannabica, que se introduce en la nave que da título a la cinta. Lo que ocurre a partir de ahí es una secuencia no exenta de cierto sentido del supense pero que deriva rápidamente hacia el humor, con uno de los protagonistas tratando de sacar a la criatura de la nave a escobazos por los pasillos de diseño industrial (un toque estético que también adquiriría sello de identidad en ALIEN).

5) Espacio 1999 – El dominio del dragón (Space 1999 – Dragon’s Domain, 1975)

La pequeña pantalla en la década de los 70 también ofrecería algunos destellos de pura genialidad que sería, a buen seguro, aprovechados por alguna de las mentes creativas vinculadas a la película que nos ocupa para terminar de darle forma.

Si recuerdan la serie ‘Espacio 1999’ y tienen el valor de revisarla, es posible que se topen con el hecho de que muchos de sus episodios tenían momentos que lindaban con el género de terror sin mayor problemas para tratarse de un producto que en teoría era para todos los públicos.

Sin duda el capítulo más influyente para el asunto que nos ocupa es El dominio de dragón, que se postula como un minirelato de terror espacial de inconfundible tono lovecraftiano.

El desarrollo del argumento es brillante y nos presenta al único superviviente de un primer ataque de la criatura tentacular en una zona que tiene todo el inconfundible aspecto de un cementerio de naves espaciales, lo que desde un inicio ya aporta una atmósfera tétrica, propia de un relato de fantasmas.

Aquí destaca sobre todo el siniestro diseño de producción, que hace sentir que los protagonistas de esta historia están a merced de un fatídico destino durante toda la historia. El stress post-traumático del protagonista, testigo de lo sucedido con la criatura tentacular a la que llaman ‘dragón’ (atención, de la misma manera que se le apodó por parte de uno de los reclusos de Fiorina 161 en ALIEN 3) y su necesidad de redención por ser princpal sospechoso de la muerte del resto de sus compañeros (algo similar a lo que le sucedía a Ripley en el inicio de ALIENS) desemboca en un festín de cadáveres engullidos por el ‘dragón’ ante la impotente mirada de los miembros protagonistas de la Estación Lunar Alpha. El recuerdo del estado de los cadáveres es uno de esos combustibles de pesadilla que difícilmente se olvidan.

Fotografías de escenas de la propia película y carteles públicos de dichas películas

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