viernes, septiembre 6, 2024

Día 02 en el Planeta La Mar de Músicas (Cartagena). Por Álex Ro

Sábado 20 de julio

La tarde comienza con la actuación de la banda Naked Family que, aunque provienen de Madrid, tienen profundas raíces en Cartagena pues su cantante, Antonio Chas, es de la ciudad. Su música tiene el regusto de la psicodelia y beat de los años 60 y 70. Solo hay que fijarse en uno de los músicos, que toca el sitar, para darse cuenta de cuáles son sus influjos. ¿Y qué decir de su frontman y sus poses cercanas a Mick Jagger? Esto es Naked Family, una banda que nos habla con los ritmos de hace casi sesenta años pero sin oler a rancio pasado. Por un momento, tan nutrida fue la presencia de familiares de Antonio, con sobrinos con pancartas, tías, hermanas, abuelos y de más miembros del clan que nos dio la sensación de que nos habíamos colado en su guateque, dando un nuevo significado al término de Family del nombre del grupo.

En el Patio del Antiguo CIM, el segundo escenario de La Mar de Músicas, nos esperaba la propuesta musical de Arnaldo Antunes y Vitor Araújo. Pianista expresionista que juega con los sonidos de manera maravillosa, Vitor Araújo es el contrapunto perfecto para el veterano Arnaldo Antunes en este dub poetry sin complejos que es el espectáculo Lágrimas no mar. Potente directo, en donde vemos construir bases rítmicas a base de golpes en el piano o el uso de sus cuerdas como si fuera un arpa al tiempo que Arnaldo va representando las palabras con su cuerpo; tal es así, que el disco que ha dado nombre a la gira, publicado en 2021, Lágrimas no mar, ha sido reeditado este año en una grabación en directo que intenta guardar la frescura del escenario en su forma fonográfica. Emotivo fue el dueto final de Antunes junto a Marcia Xavier, su mujer, momento que dejó imágenes de gran lirismo y cariño entre ambos.

El tercer espacio de La Mar de Músicas es el Auditorio Paco Martín en donde se suele programar cada noche dos actuaciones. En esta ocasión, se combinó la juventud de Lau Noah, cantautora catalana residente desde hace años en Estados Unidos, junto a la maestría de Marisa Monte.

Lau Noah, tras recibir el galardón Premio Paco Martín a la Artista Revelación de las Músicas Globales, nos fue presentando sus últimas producciones, sobre todo temas de su segundo disco, A dos, en donde contó con colaboraciones de Silvia Pérez Cruz, Salvador Sobral o Jorge Drexler, entre otros. Acompañada de piano y bajo, nos presentó un espectáculo intimista aunque eso no significó que fuera ensimismado, pues en más de una ocasión buscó la colaboración del público para cantar sus letras, incluso sin micrófono.

Ya la noche se iluminó con Marisa Monte. La energía contenida por un público en donde predominaba el elemento brasileiro estalló desde el mismo momento en que terminó su actuación Lau Noah, sin esperar siquiera a que subiera al escenario Marisa Monte. Las ganas de bailar y cantar crispaba el ambiente y se convirtió en una corriente eléctrica que conectó gradas y escenario desde el minuto uno. La gran dama de la canción brasileira presentó un espectáculo simple en cuanto a músicos (percusión, batería, bajo y guitarra) aunque eso no restó un ápice a su sonido. Su vestuario, de riguroso negro con una flor roja en su pelo, era toda una declaración de principios: la fuerza de la simplicidad, transitando casi sin pausa de un tema a otro. Su portento vocal quedó aquilatado en todo momento, incluso cuando cantó a capela para despedirse. Estaba claro, Marisa Monte había llegado para conquistar La Mar de Músicas y cumplió con creces.

El escenario en el Castillo Árabe es el espacio diseñado para acabar la noche, en donde el público canta, grita, baila y disfruta de un final de jornada. Este sábado 20 de julio, se programó a la chilena Ana Tijoux que venía a presentar su nuevo disco Vida. Música comprometida, solo ver el escenario ya era de por sí un manifiesto público pues contaba en un lado con la bandera de Palestina y en el otro con la bandera de Wallmapu (los territorios que les fueron robados a los mapuches), simbolizando ambas la lucha de unos pueblos que buscan su propia existencia. En una atmósfera de hip-hop clásica, se produjo una perfecta comunión entre la artista y su público, que no dejó de corear sus melodías, haciendo suya la vieja proclama libertaria, si no puedo bailar, esta no es mi revolución.

Texto y fotografías por Álex Ro

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