domingo, diciembre 22, 2024

Doble ciego de Adrián Alemán. Por Verónica Martín

El artista Adrián Alemán expone hasta el 8 de septiembre “Doble ciego” en el TEA de Santa Cruz de Tenerife. Este trabajo es una suerte de ensayo que nos susurra una metáfora sobre la luz, los secretos, lo aprendido y lo revelado. A través de imágenes y reflexiones personales, el artista utiliza, además, el Templo Masónico de la Logia de Añaza como una alegoría de los misterios que permanecen ante nuestros ojos y, a la vez, ocultos a ellos.

“Doble ciego” muestra algunas fotografías (tomadas años atrás) del Templo Masónico, a la que acompañan una serie de ideas y códigos de pensamiento sobre lo que esas imágenes le han transmitido al artista. La exposición en su conjunto conforma un espacio que presenta este recinto como una inspiración artística. Este templo es un ejemplo adecuado del misterio, ya que es un edificio por el que los ciudadanos pasamos de vez en cuando. Pero, ¿qué hace allí?, ¿cuál es su historia? ¿Cuántas historias más que vemos cada día pero, en realidad, no vemos nos gritan desde las paredes o las baldosas de nuestra ciudad?

Lo que parece y lo que es, el mundo y la interpretación que hacemos de él. Todo este retorno al mito ancestral de la caverna también forma parte de las cavilaciones de este ensayo. La modernidad parecía habernos trasladado a un lugar luminoso donde los viejos símbolos habían desaparecido, donde todo estaba o debería estar bajo la luz y los taquígrafos. La realidad, en cambio, nos enseña que solo se nos muestra siempre una parte, otra queda oculta, y en resumen todo se ve desde nuestra interpretación.

Y luego está la luz y la oscuridad. La luz juega un papel fundamental en la fotografía, en el arte y en la vida revelando lo que está oculto, pero al mismo tiempo indicando al ojo humano el camino a seguir. Estas indicaciones, que pudieran parecer inocentes, no lo son en absoluto. Porque lo que pretenden es que nos enfoquemos en el objeto iluminado. Lo que queda en sombras deja de existir, aunque esté delante de nuestros ojos. La adaptación del ojo a la oscuridad es un mecanismo de defensa, un intento de descubrir lo que la falta de luz nos roba. 

En definitiva, “Doble ciego” no parece pedirnos una reflexión necesariamente, sino aceptar cómo unos tiempos solapan a otros, unos misterios solapan los anteriores, y que lo que está iluminado no tiene sentido sin lo que está oculto. 

Texto y fotografías de Verónica Martín

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