Aunque él lo niega, Eduardo González se ha convertido en uno de los dibujantes de cabecera de la Fundación Canaria de Cine + Cómics, que preside Francisco Pomares, quien también es autor del relato trasladado al cómic titulado La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo. La obra repasa la historia de su familia, un viaje que comienza en los años cincuenta cuando se trasladan al Sahara y acaba en Santa Cruz actual. Aunque en realidad el relato tiene como personajes principales a sus abuelos. La creación más importante del dibujante tinerfeño es la adaptación de la novela Mararía, de Rafael Arozarena y quizás por ello las comparaciones entre una y otra son constantes a lo largo de la entrevista. González está enfrascado ahora en la transformación a cómic de otra obra literaria, La Lapa de Ángel Guerra, coincidiendo con su centenario.
–Existen unas pautas que se repiten en casi todos los dibujantes. Como que desde pequeños cogieron esta afición y con los años en vez de dejarla optaron por convertirla en su forma de vida.
-Todos los niños pintan, no sólo antes de empezar a escribir sino también de hablar porque lo toman como un juguete. Pero luego algunos lo dejan y se dedican a otras cosas, se aburren o piensan que el de al lado dibuja mejor, cuando es mentira. Yo no, yo seguí dibujando. Enseguida hice pequeños cómics y luego estudié Bellas Artes, me dediqué a diseño, a la ilustración y a finales de los noventa, estuve haciendo tiras cómicas en La Opinión de Tenerife, con Pomares, junto con Patricio Ducha y Roberto Burgazzoli. Teníamos un pequeño estudio y yo dibujaba guiones de Patricio. Después empecé a hacer álbumes por mi cuenta, publiqué alguno en ámbito nacional como Dentro de la Noche, hice historias de guanches de Quique Ramos. Y a partir de ahí han venido varios proyectos como la adaptación de Mararía de Rafael Arozarena.
-La exposición sobre ese libro todavía sigue rotando por las Islas.
-Ha estado por todas las Islas.
-¿Qué importancia tendría en tu carrera?
-De todo lo que he hecho es lo que ha tenido más impacto porque Mararía, es una de las principales obras de la literatura canaria.
-¿Se podría decir que eres el dibujante de cabecera de la Fundación Canaria de Cine + Cómics?
-No diría tanto. La Fundación tiene un catálogo impresionante. Nunca se había hecho algo parecido en Canarias. No sé cuántas publicaciones habrán sacado pero ya pueden ir por las treinta o cuarenta. Muchos autores canarios y especialmente autoras han podido publicar por primera vez gracias a la Fundación, algo que antes era impensable. Y a la vez también te puedes encontrar obras de dibujantes consolidados como Juan Carlos Mora, Rayco Pulido o Alberto Hernández, entre muchos más.
-Comparado con los libros que ha publicado ediciones Idea, del mismo grupo serían muy pocos. Estamos hablando de más de mil libros, creo.
-Calculo, unos dos mil. Pero la editorial lleva bastantes más años, desde 2017 y la Fundación se puso en marcha después.
-Y ahora surge el nuevo cómic titulado La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo, escrito por el también periodista Francisco Pomares. ¿Cómo lo explicarías?
-Somos muy buenos amigos, un día fui a visitarlo y me preguntó si conocía este relato que en verdad lo había hecho para la Facultad de Historia sobre Memoria Histórica. Era una especie de ensayo, un pequeño ejercicio de repaso sobre su propia familia con muchas páginas para un trabajo de curso pero pocas para hacer un álbum. El libro es chiquitito pero tiene un montón de notas a pie de página, se lee muy cómodamente y me lo prestó. Nunca había trabajado con crónicas, lo vi, me gustó y me pareció viable.
-Lo visualizaste enseguida.
-Sí, estaba muy bien escrito. A él le dio un poco de pudor porque es una historia personal, familiar… pero me lo confió, sin darme ninguna indicación y lo dejó en mis manos. Fue lo siguiente que hacía después de Mararía y el reto era que fuese algo distinto, otro tipo de dibujo. Pensé en recurrir más a los tonos que al color, según las diferentes épocas históricas en la que transcurre que van desde la Guerra de África a principios del siglo XX, hasta hace algunos años y cada una tiene su propio tono.
-¿De qué trata el libro y el cómic?
-Es la historia de los dos abuelos de Paco. Uno de ellos decía que Millán Astray le había regalado una pistola por servicios que había prestado. Pero era mentira. Al final se la había quitado a un soldado muerto que encontró después de una batalla. Pomares dice en el libro que incluso está seguro de que su abuelo ni siquiera llegó a conocer a Millán Astray.
-¿Te resultó muy difícil cambiar del estilo de Mararía a éste?
-Me resultó más difícil de hacer que el de Arozarena, aunque me llevó menos tiempo y son menos páginas. Pero me costó más por el lenguaje.
-¿En qué sentido?
–Mararía te daba más posibilidades de fantasear, aquí sin embargo todo está bastante más determinado. Los sitios son los que son y no hay más. Tienes que dibujar lo más exactamente posible un calle concreta de Madrid, el pueblo de Mula en Murcia donde vivieron sus abuelos, la guerra de África… en estos trabajos no me gusta fantasear y por eso me documento todo lo que puedo, busco fotos antiguas, de un lugar concreto en los años treinta. Por suerte ahora hay sitios maravillosos donde puedes encontrar muchas fotografías, como en grupos de Facebook. Con Mararía, eso me salvó la vida. ¡Imagínate la dificultad de dibujar la Lanzarote de los años cuarenta! La Isla que conocemos comienza con el boom del turismo y la aparición de César Manrique, y no tiene nada que ver con la actual.
-¿Qué otra característica tiene este último trabajo?
-Había muchos flashbacks, tenías que cambiar continuamente de tiempo. En cómics he hecho prácticamente de todo pero de este tipo nunca. No es un lenguaje descriptivo sobre paisajes o una puerta. Este es más concreto y debes traducirlo a un lenguaje-imagen.
-Pero insisto, en cuanto a forma de dibujar ¿cuáles han sido los cambios? Si es que los ha habido.
-Diría que es un tipo de dibujo más lineal, usando más tramas de tinta.
-¿Qué recorrido ha tenido el libro hasta ahora?
-Pues se presentó en la librería Lemus de La Laguna hace poco y ahora toca esperar a que se distribuya y llegue a la gente. Estará a punto ya.
-¿Cómo ha sido la recepción?
-Esa visión tan honesta sobre tu propia familia y ese recorrido histórico, permiten que se lea de forma fluida y sin mucha confusión que era lo que yo quería. Pero todavía lo ha visto muy poca gente así que no puedo decir cuál es la opinión general.
–¿Qué más ha llamado la atención?
-A los dibujantes les ha gustado ese tipo de líneas en contraste con la anterior obra que era mas pictórica.
-Supongo que Pomares te habrá ayudado mucho.
-Cómo siempre, me dio libertad total y me facilitó todo lo que le pedí que era sobre todo fotos de sus abuelos, padres, hermanos, del pueblo… Afortunadamente él tiene un buen archivo fotográfico y me entregó lo que necesitaba.
-¿Entonces los dibujos son como fotografías?
-Como si fueran retratos. En Mararía tenías más libertad podías inventarte los personajes.
-¿En qué nuevos proyectos trabajas ahora?
-Estoy con otra adaptación literaria que me encargó también la Fundación que es el clásico La Lapa, que cumple este año el centenario. Es de un autor de Lanzarote llamado Ángel Guerra que al igual que Galdós se fue a la Península, pero en su caso siguió tratando muchos temas canarios. Al igual que éste es un relato corto y también transcurre en Lanzarote a principios del siglo XX, por lo que tiene muchos parecidos con Mararía. Visualmente es muy rico y calculamos que tendrá unas cincuenta páginas.
-¿Cuándo crees que podrá estar terminado?
-Calculo que sobre enero o febrero. Me quedan unas diez páginas pero cada una lleva mucho trabajo.