domingo, agosto 10, 2025

El Imperio Zoetrope. El Edificio Sentinel — Por Manuel García de Mesa

Vivir unos días en el barrio Nob Hill de San Francisco te obliga a pasar constantemente por la plaza Union Square. Es una obligación y necesidad placenteras, que conste. Tanto para tomar el peculiar tranvía por cable capitalino, imprescindible para el desplazamiento por las empinadas calles de la ciudad, como para comparecer a los cines AMC Metreon 16 en la Calle 4, en el distrito Mission, que, entre los previsibles filmes de superhéroes, ofrece joyas como Eddington (EE. UU. 2025), el polémico cuarto filme de Ari Aster (que se estrena en septiembre en España) o la reposición de clásicos restaurados como El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Blvd., EE. UU., 1950), de Billy Wilder, restaurado maravillosamente para su exhibición a donde pertenece, la gran pantalla, en conmemoración por su 75 aniversario. También era imprescindible pasar por la mencionada plaza para estacionar el vehículo de alquiler en el parking Stockton Sutter, para evitar dejar el vehículo en la calle, por un precio razonable. También merece la pena merodear por la zona, simplemente por el placer, nada culpable, de tomar un caffe Latte con leche de avena en una pintoresca cafetería por detrás del edificio Macy`s. 

Union Square es la plaza donde se filmó el primer plano cenital del filme La conversación (The Conversation, EE. UU. 1974), de Francis Ford Coppola, una de las más grandes películas americanas de todos los tiempos. Ese plano en zoom lento de descenso desde la azotea del edificio Macy’s hacia el epicentro de la plaza, donde el espía privado Harry Caul (un espléndido y contenido Gene Hackman), capta el paseo y la charla entre Mark (Frederick Forrest) y Ann (Cynda Williams), leitmotiv y McGuffin del filme. En fin, el trayecto desde el 1507 de California Avenue, sede de los apartamentos Dorell, bajando por la calle Larkin hasta la calle Post y de ahí a la izquierda hasta Union SQ se convirtió en una especie de rutina.

Librería City Lights Bookstore
Librería City Lights Bookstore

Otra opción que deparan los aledaños a la citada plaza, es la recompensa impagable de atravesar el “China Gate”, el túnel que te conduce desde la calle Stockton, dejando atrás la Union Square, hasta el Chinatown más antiguo y grande de EE. UU. Terminas de recorrer el barrio chino a través de la avenida Grant y llegas hasta Columbus Aveniue, ya en el barrio italiano. Cuando rebasas la mítica librería City Lights Bookstore, provista del peso histórico y literario del sostén de la generación Beat (puedes conseguir desde poemas de Jack Keruac hasta una biografía de Harvey Milk, pasando por una surtida sección de libros de cine, política y sociología), llegas a Kearney. Es precisamente en su confluencia (Columbus con Kerney) donde súbitamente te das de bruces con una estampa de lo más simbólica. Ante tus incrédulos ojos, se erige el edificio Sentinel, sede del imperio American Zoetrope. Ese edificio que has visto tantas veces en los libros de cine, fundado por Coppola y George Lucas en 1969. Detrás suya, la enorme pirámide de cemento y acero del conglomerado Transamérica, cuya punta triangular, en ocasiones se oculta por la neblina que a menudo se genera en la propia ciudad. Resulta sobrecogedor ver la ciudad desde el barco que te lleva a Alcatraz, con esa neblina posada sobre el Golden Gate y los edificios más emblemáticos. Una de las grandes ironías del destino y de la vida. El Sentinel se erige desafiante, como símbolo de superación de todas las dificultades económicas por las que Francis Ford Coppola ha pasado desde los años 80 del siglo XX. El edificio de alguna manera parece pavonearse ante la poderosa pirámide del mencionado conglomerado empresarial. Es oportuno recordar que el referido conglomerado absorbió en los años 70 al estudio United Artists. Cuando llegó el fracaso estrepitoso, comercial y crítico de La Puerta del Cielo (Heaven´s Gate, EE. UU. 1980), de Michael Cimino, Transamérica, que podía asumirlo perfectamente de un modo discreto (sus empresas de alimentación, aseguradoras, gasolineras, etc. eran enormemente prósperas por todo el país) decidió, además de expulsar a los productores responsables y marcar la carrera de su director, disolver la referida productora. Todo ello a los efectos de enviar un mensaje claro. Hacer pasar a la película por el culpable del hundimiento de la United Artists fundada en los años 20 por Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford y D. W. Griffith. Recordar igualmente que dos años después del estreno del filme de 1980, vino otro enorme batacazo comercial. El de Coppola con su majestuosa Corazonada (One From The Heart, EE. UU. 1982). ¿Qué tienen en común ambos filmes? Que son dos ejemplos de la hegemonía de los directores en el proceso creativo de hacer películas. Ambos filmes fueron la excusa, el ejemplo de lo que le ocurriría al cine si se entregaba la plena libertad creativa a los megalómanos directores, endiosados desde la caída del viejo sistema de los grandes estudios, y con la llegada del Nuevo Hollywood. La libertad creativa del período se resentiría de un modo irreversible a partir de tales fracasos. La gran paradoja es que Coppola no gastó el dinero de otros. Gastó el suyo propio, como ha hecho con Megalópolis (Megalopolis, EE. UU. 2024), probablemente su canto de cisne, su testamento fílmico. 

Librería City Lights Bookstore

El Sentinel parece erigirse como la “aldea gala” del personaje del cómic francés Asterix, libre frente al invasor, escenificando en el símil la pirámide de Transamerica, al imperio romano. Definitivamente, la perspectiva del Sentinel decrépito, minúsculo, arrogante, con el gigante de cemento de acero y cemento detrás, símbolo del capitalismo más jerarquizado y salvaje, llama poderosamente la atención.

Edificio Sentinel

El edificio Sentinel posee la estructura típica de los edificios de San Francisco. Triangular en su estructura, ovalado y circular en sus formas. Comprado por el realizador para albergar la sede de un estudio de cine epicentro de libertad creativa, alberga desde 1999 en su base el Café Zoetrope. Allí puedes desayunar o almorzar estupendamente. Un menú variado de ensaladas, pasta, carne, pescado, o pizza te espera. Por supuesto también un multicultural menú de vinos. Las paredes del café entremezclan fotos familiares, posters de los filmes más representativos del cineasta y botellas de vino. Blancos, tintos, chispeantes, rosados… la amalgama es enorme. Las aceras que rodean en forma de herradura al edificio, constituyen todo un elegante prodigio de diseño de Dean Tavoularis, mano derecha en todo lo que tiene que ver en el cine de Coppola respecto a diseño de producción, albergan, después de una lucha con el Ayuntamiento de la ciudad, unas estupendas terrazas que invitan a comer o a tomar una copa o un café al aire libre. Su interior al que accedes por una puerta giratoria invita claramente a quedarte a comer entre mementos de la vida del cineasta. Algo de merchandising puedes conseguir: libros, camisetas, tazas, etc. El servicio de camareros es excelente: cortés, explicativo, rápido, dinámico, con una gran conversación. Te cuentan cosas. El edificio está en fase de remodelación, tan solo se conserva la primera planta que compone el café, el sótano que tiene la cocina, el servicio de clientes y un estudio anexo de sonido respecto del cual se organizan visitas guiadas. No es difícil cuando entras a sus dependencias, imaginar las disquisiciones entre el maestro Coppola y Walter Murch en torno a las decisiones de mezcla en filmes como la mencionada cinta de 1974, donde la banda sonora es crucial. Por cierto, el CD con la música de David Shire está en una de las estanterías sobre la mesa de mezcla. Cómodos asientos y una pantalla de cine para ver el resultado de las más recientes mezclas, terminan por componer el estudio que se conserva en el Sentinel. También se alquila a cualquier cineasta que desee utilizarlo para editar el sonido de sus filmes. Más allá de eso, la familia Coppola conserva tan solo la segunda planta para la gestión del restaurante. El resto del edificio tendrá otros propósitos distintos a los de la familia Coppola.

Entre el servicio de hostelería, conocí a un joven muy agradable, Gonzalo Basterra, bastante familiarizado con el negocio de restauración. Periodista con aspiraciones artísticas, gran conversador, tuve el privilegio de comentar algunos filmes de Mr. Coppola, pero también de Sofía y Gia Coppola, hija y nieta, respectivamente, de Francis, como es sabido, y contrastadas artistas y directoras excelentes con personalidad propia, diferente de la del patriarca. Me comentó Gonzalo que vio La Conversación el día anterior a dejar su currículum para optar a trabajar para la familia Coppola. 

Almorcé dos veces. Una cuando me encontré el edificio fortuitamente el primer día de estancia en San Francisco, el 26 de julio. Cada mesa tiene aceite y vinagre, pimienta marca Coppola, pimienta más a granel y sal. Ese día almorcé el Asado de Tira, costillas hechas al modo argentino con patatas asadas y ensalada verde. También probé la Ensalada picada, provista de distintos quesos, aceitunas, salami, jamón, etc.El segundo día que fui a comer fue el de mi cumpleaños, el 1 de agosto. Una Minestrone sabrosísima con judías y verduras abrieron la veda. Unas pastas: Malfati ricota con espinacas y salsa hicieron las delicias de este cronista. Café, agua mineral, sin postre y un buen rato de ratos combinados de silencio y estupenda conversación y de observar alrededor el ecosistema cinéfilo y familiar configuran la auténtica delicia de visitar sin prisas, el Café Zoetrope, la aldea gala de un creador, de un artista fiel a su sueño. 

En la primera visita compré el guion de El Padrino con las notas a mano de Francis Ford Coppola durante el rodaje y otro libro generoso sobre Sofía. Adquirí dos camisetas y algunos ejemplares de la revista American Zoetrope. Cuando bajas al servicio, por la pared de la derecha, además de los posters de Tucker: El Hombre y su Sueño (Tucker: The Man and his dream, EE. UU. 1989) y de la referida Corazonada, tienes dos placas conmemorativas donde el American Film Institute, reconoce la importancia del general Patton y de Michael Corleone como personajes creados por Coppola. Además, puedes ver el riquísimo árbol genealógico familiar.

La gestión del Café Zoetrope y de los dominios del Sentinel están en manos de Sofía y Román, los hijos del cineasta de Detroit. El estudio que ha recibido alrededor de 15 premios Oscar y 68 nominaciones tiene un futuro incierto, pero todo indica que seguirá resistiendo y sobrevivirá al hombre y su sueño, gracias a unas generaciones posteriores dotadas de similares inquietudes artísticas.

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