lunes, diciembre 23, 2024

En la escalera. Por Juan Antonio Gómez

Lunes: 06.00 de la Mañana.

Suena el despertador con fuerza y desesperación, suena como si fuera el último día, suena como si fuera  a acabarse el mundo en ese mismo instante…

Alberto levanta la cabeza con pereza y mira con cara de sueño al despertador, aún tiene los ojos a medio abrir, estira la mano como puede y le da un manotazo al reloj y éste deja de berrear al instante y cae cual soldado del tiempo, herido, como un luchador en una batalla de sueños, cuyas lanzas fueran las agujas de un reloj que lo hacen morir. Ve como se derrama la arena roja  del tiempo y siente su tic tac pararse poco a poco hasta que… de repente se para. El despertador cae al suelo desde lo alto de la mesa de noche y del impacto se desarma. ¡Muere!

  • Bueno Albertito, despiértate y a trabajar, que seguro hoy va a haber mucha faena. ¡Vaya el despertador! Roto, habrá que comprar otro ¡Este ya no da más la hora! (Habla consigo mismo)

Después de una ducha y un buen desayuno, ya estaba preparado para dirigirse a su trabajo.

Lunes 07.35 de la mañana.

Alberto se incorporaba al trabajo después de varios días de descanso. Había tenido varios turnos seguidos debido a la falta de personal. El hospital en el que trabaja era y es un centro sanitario importante dentro de su provincia.

Alberto trabajaba en la unidad donde las personas pasan sus últimos días, en la Unidad de Cuidados Paliativos.

La atención en esa unidad y a este tipo de pacientes era y es exquisita ya que se trata de personas con distintas dolencias terminales y necesitan los mejores cuidados tanto físicos como psicológicos ya que están en la antesala de su viaje definitivo; el viaje a lo desconocido, el viaje al que en algún momento nos iremos incorporando todos y cada uno de nosotros.

Alberto ya había entrado en el hospital por la entrada de personal y ya estaba subiendo las escaleras que daban a  la sala donde trabaja dirigiéndose a los vestuarios para cambiarse y ponerse el uniforme blanco de enfermero.

Lo habitual era ver en esa zona, sólo al personal del hospital, por lo que le resultó muy extraño cuando se encontró a Don Hilario, un paciente que llevaba varios días ingresado en dicha unidad y que cuando Alberto  terminó sus últimos días de trabajo anteriores, el paciente se encontraba ya en muy mal estado, incluso se había planteado la sedación para evitar el sufrimiento, razón por la que se extrañó muchísimo al verlo pasear con el pijama del hospital. Se miraron a los ojos con una mirada dulcemente intensa y se  saludaron afectuosamente.

 

  • ¡Buenos días Don Hilario! ¡Qué bien lo encuentro! ¡Que temprano! ¡No sabe cuánto me alegra verlo!

 

  • ¡Hola Alberto! ¿Te incorporas al trabajo hoy? ¡Qué bien! Yo voy a dar un paseo y a la cafetería que el doctor me dio permiso para tomar algo y estirar un poco estas piernas viejitas… ja ja ja ja ja… y sonriendo le dijo: Vengo por aquí porque es por donde mejor se ve la luz…

 

  • Bueno Don Hilario, lo veo genial, ya después hablamos. Voy a cambiarme y a empezar.

 

  • Gracias Alberto por todo lo que haces, eres una buena persona, estoy muy contento de haberte conocido. Gracias porque sin tu sentido de la humanidad, todo hubiera sido muy distinto…

 

  • Bueno Don Hilario gracias a usted, ahora charlamos, y tenga cuidado no se vaya a caer o a perder.

 

Alberto entró en el vestuario, muy pensativo en el encuentro con Don Hilario, abrió tu taquilla, aún eran las ocho menos veinte de la mañana, se cambió y se dirigió al control de enfermería donde daban el cambio de turno. Cuando llegó, comentó el encuentro con Don Hilario con mucha alegría y asombro.

 

  • ¡Chicos! Acabo de encontrarme con Don Hilario, el paciente de la 17 en la escalera, saludándome y bastante mejorado, tanto  que me dijo que el Doctor Fuster le había dado permiso para pasear, la verdad es que me ha dado muchísima alegría, y sinceramente no me lo esperaba…

 

  • ¿Qué dices Alberto? ¿Qué broma es esa?

 

  • ¿Qué broma? Sólo  digo lo que me ha pasado ahora mismo en la escalera del vestuario, que me he encontrado con Don Hilario y me ha sorprendido gratamente su mejoría y verlo caminando…

 

  • Pero Alberto, ¿Qué estás diciendo? Don Hilario falleció hoy a las seis de la mañana.

 

 

 

© 2016/17 JUAN ANTONIO GÓMEZ JEREZ

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