Dos noches, 21 artistas, baile, cante y toque. La cita tuvo lugar los pasados 9 y 10 de enero, jueves y viernes respectivamente, en el emblemático Teatro Leal de San Cristóbal de La Laguna.
El Festival Internacional Flamenco Romí Ciudad de La Laguna, consolidado tras diez ediciones como una de las citas más importantes del flamenco a nivel nacional, venía este año, en su undécima edición, con un plantel de artistas de auténtico lujo: Antonio Canales, Karime Amaya, Nazaret Reyes, El Torombo, Montse Cortés, Kiki Cortiñas, entre otros… Como le comentaba a José Heredia Santiago, director del festival, minutos antes de abrir las puertas del Teatro Leal: «…Muy mal se tendría que dar para que con este pedazo de cartelón no tengamos una velada flamenca inolvidable…». No me equivocaba.
Daba comienzo la velada, aún con el telón echado y la desnudez del taburete y el micro, con un Heredia como maestro de ceremonias introduciéndonos en la música que nació a golpe de yunque y martillo en una vieja fragua de Triana o de Jerez, patrimonio de la humanidad. También emoción, autenticidad, raza y arte, mucho arte.
Arrancaba así una joven promesa de la guitarra flamenca, Noe Santiago, que, con solo 9 años, se apoderó de taburete, tarima y platea, arrancando el primer fervoroso aplauso de la noche. Le siguió una alabanza a guitarra y voz, y ahora sí, se levantaba el telón del teatro para dar paso a una velada inolvidable.
Este festival tiene dos señas de identidad importantísimas. Con el paso de las ediciones, si bien ha sabido crecer en calidad y cantidad, siempre mantiene un aura familiar, como de estar de tú a tú con los artistas, disfrutando con ellos, como si al acabar uno se fuese a tomar unos finitos en su compañía. La otra seña de identidad es que, tocando todos los palos del flamenco, no tiene miedo de aunar a los clásicos con los modernos. No olvida los orígenes nómadas de su música, y lo hizo ver con una introducción musical evocadora mientras se proyectaban imágenes antiguas del pueblo gitano, toda la esencia romí, donde cabe destacar el juguetón bajo eléctrico de Alfonso Frigol.
A destacar también la magia de la guitarra de Yoni Jiménez, tanto como solista como acompañado por el resto de músicos; era tal el nivel de ensoñación del público con su maestría, que costaba reconectar con la realidad y recordar aplaudir… Esa magia, señoras y señores, cuando ocurre, es maravillosa.
Arte y poderío también los de las bailaoras Karime Amaya y Nazaret Reyes: la esencia, la fuerza y la pasión del flamenco; un nivel de entrega, de dar sudor y sangre, de hacer repiquetear las tablas del teatro en una resonancia que acompasa al propio corazón en el sentir gitano. Los aplausos y los «olés» más grandes de la noche fueron merecidamente para estas dos grandes.
La velada, dedicada a Eduardo Serrano ‘El Güito’, continuó con grandes como Antonio Canales, El Torombo, acompañados por las voces de Montse Cortés, Kiki Cortiñas o Juan José Amador ‘El Perre’ y Amparo Velasco ‘La Negra’, así como con las hermanas Estrella y Macarena Fernández, que vinieron desde Granada con un cante flamenco único. Juan Carmona ‘El Camborio’, las percusiones de Tino di Giraldo y de Antón Suárez al cajón, junto a los hermanos Bernardo Parrilla al violín y Juan Parrilla a la flauta, y la guitarra de su hijo Manuel Fernández.
Cerraba Heredia una velada magnífica dedicándosela a su padre y despidiéndose por bulerías. ¡Viva el flamenco! ¡Viva el pueblo gitano!