jueves, junio 5, 2025

Hilda Flavia Nakabuye: “FICMEC me hace pensar que el futuro es brillante, que hay esperanza”

La ugandesa recogió el Premio Brote de Activismo Medioambiental por su liderazgo en el movimiento contra el cambio climático en su país

Las comunidades que viven en el lago Victoria luchan por evitar la instalación de un oleoducto que facilite la exportación de crudo a Europa

La ugandesa Hilda Flavia Nakabuye ha participado en la XXVII edición del Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias (FICMEC), donde, junto a actividades de sensibilización, recogió el premio Brote Activismo Medioambiental de este año. Es la fundadora de la sección en Uganda del movimiento juvenil Viernes por el Futuro (Fridays for Future, FFF) que cuenta con jóvenes, estudiantes y mujeres que se han visto afectados por el cambio climático. “Luchamos por la justicia medioambiental y realizamos acciones relacionadas con la sostenibilidad. Vengo de una pequeña comunidad cercana al lago Victoria llamada Masaka”, explica. El Victoria es el segundo lago de agua dulce más grande del mundo y da soporte vital a más de 40 millones de personas. Lo comparten varios países del este de África: Uganda, Tanzania y Kenia. 

Nakabuye relata cómo surgieron las dificultades en su comunidad y de qué forma se rompió la dinámica de la vida tal como se conocía tradicionalmente: una compañía francesa, Total Energy, ha planificado la construcción de un oleoducto, el East African Crude Oil Pipeline (EACOP), con el que se prevé transportar crudo desde la región de Hoima, en Uganda, hasta el puerto de Tanga, en la costa del océano Índico, en Tanzania, para su exportación hasta Europa. Se estima que la longitud de este oleoducto será aproximadamente de 1443 kilómetros. Detrás de esta infraestructura hay dos compañías principales: la francesa Total Energy, que concentra el 62% de las acciones, y la petrolera China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), que cuenta con el 8% de las acciones, mientras que el 30% restante está repartido a partes iguales entre los gobiernos de Uganda y Tanzania, los países recorridos por la instalación. 

Un tercio de esta línea de conducción pasa por el lago Victoria, lo que causa una gran preocupación en los habitantes de esta zona, que dependen del lago para sobrevivir. “Si se diera algún escape de petróleo, pueden verse afectados 40 millones de vidas. Esto, sin mencionar cómo afectará a la vida acuática, el ganado, los humedales y el agua en sí, amenazados por la contaminación. Además, afectaría la salud humana y la vida animal, que depende del agua del lago para sobrevivir. Si finalmente el oleoducto cruza este territorio, también impactará sobre la pesca, la agricultura, el transporte y, en general, sobre el estilo de vida de los habitantes del entorno del lago”, detalla la activista. 

En el proceso que se ha seguido hasta ahora, han sido trasladadas más de 100.000 personas, que han sido echadas de sus terrenos y separadas de sus recursos para conseguir dinero. “Su manera de sobrevivir les ha sido arrebatada y ahora se enfrentan a sufrir la pobreza. Algunas de estas personas recibieron compensaciones, pero, como las cosas ahora están más caras, estos fondos no les ayudan para empezar una vida nueva en otra parte”, continúa Nakabuye. De esta forma, el oleoducto ha despojado por ahora a más de 100 poblados, lo que significa, además, la pérdida de muchas culturas y tradiciones. 

Tan solo el proceso de exploración que está en marcha ha generado polución e inundaciones, además de altísimos índices de emisiones de CO2. “Cuando ya esté completamente construido y en marcha, la exportación de este recurso va a causar más contaminación. El aire se mueve libremente y estas masas de aire contaminadas van a tener efectos más allá de Uganda y de África”, advierte la activista. 

En estos momentos, Uganda ya se ve abocada a hacer esfuerzos para reducir su huella de carbono para no subir su temperatura más de 1,5 grados C. Estas emisiones significan un peligro para las vidas de la población de la región. “Creo que este proyecto no beneficia a la gente. Los proyectos que pueden mejorar nuestra situación son los de mantener nuestras tierras, mantener nuestras culturas, proporcionar a la gente mejor educación mejor salud pública; buenas escuelas, pero no proyectos de petróleo que no van a beneficiar a la comunidad”, subraya.

Cuando se le pregunta por el papel de las mujeres, las niñas y la juventud en su movimiento, indica que “solamente con su voz ya hacen mucho. Cada vez que juntamos nuestras voces nos hacemos más fuertes y el mensaje se vuelve más firme. Las de nuestro movimiento son mujeres y niñas que vienen de comunidades afectadas por el cambio climático, por lo que pueden hablar de su experiencia para proponer soluciones que funcionen en sus comunidades y supongan un apoyo en el caso de que estas experiencias sean compartidas en plataformas globales o donde se están diseñando las políticas”.

Por este motivo, al recibir el premio Brote de Activismo Medioambiental, Hilda Flavia Nakabuye se muestra muy agradecida: “Es una gran inspiración para niñas y mujeres jóvenes y para las comunidades de las que provengo. Es una señal de solidaridad y de apoyo hacia el trabajo que sostenemos, la lucha que lideramos, una muestra de solidaridad internacional y una confirmación de que existe gente que escucha nuestras voces en diferentes países. Encontrarme en el festival con gente que hace cosas respetuosas con el medio ambiente hace pensar que el futuro es brillante, que hay esperanza”. 

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