viernes, septiembre 6, 2024

Hora de seguir soñando; gracias, Fimucité. Por Deborah Barroso


La 18ª edición del Festival de Música de Cine de Tenerife se despidió por todo lo alto en la noche de ayer. Fue una velada impecable, vibrante y repleta de emociones únicas.

Eran las 19:00 horas. Sábado 20 de julio de 2024. Tarde de calor y calima, ambos detalles sin importancia. Llegaba el momento de acudir a la cita más esperada del Festival de Música de Cine de Tenerife, el concierto de los mil sueños hecho para quienes ven siempre más allá de lo evidente, se permiten sentir con plenitud y saben apreciar los detalles, la música de calidad y los buenos musicales. La 18ª edición de Fimucité llegaba así a su final de la mano de su padre y fundador, Diego Navarro, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Fimucité no es solo el festival de música más importante y longevo en su área, sino también un espacio donde la educación, el respeto y la admiración, así como el amor más puro y la vocación más real, tienen un protagonismo indiscutible. Tras un impresionante comienzo con A Chorus Line: One, An American in Paris y la querida y entrañable Singing in the Rain, Navarro tomó la palabra para contar una historia íntima. Explicó la importancia de Somewhere over the rainbow para su madre y la conexión tan estrecha que ello tiene respecto a quién es él a día de hoy. Aprovechó para dedicarle esa canción y todo el concierto a ella, sentada entre el público, quien recibió un caluroso abrazo a modo de aplauso por parte del público. Podríamos tratar de imaginar el orgullo, satisfacción y agradecimiento que sintió, pero seguro que nos quedaríamos cortos.

Hubo otro detalle destacable. Una de las violonchelistas de la Orquesta estaba viviendo su última noche sobre el escenario del Auditorio. Habiendo llegado ya el momento de su jubilación, desde la organización del festival quisieron hacerle un reconocimiento público, dedicándole unas cariñosas palabras y haciéndole entrega de un ramo de flores.

La voz canaria que tanto queremos, en escena

Después de la obertura de My Fair Lady y I could have danced all night, el espíritu del Fantasma de la Ópera entró por la puerta grande al Adán Martín, al igual que lo hizo nuestra querida Cristina Ramos. La exigencia y dificultad vocal de la canción The Phantom of the Opera solo era asumible por alguien cuya voz tuviera, per se, una fuerza sin igual: esa tenía que ser Ramos. Con una interpretación impecable, recibió la primera gran ovación de la noche, donde se escucharon vítores de “bravo”, “perfecta” y “sublime”, acabando con un “te queremos” que todos sentimos como propio. Además, no solo fue perfecta a nivel vocal, sino también actoral. En ese momento, ella era Christine, tenía el poder de la música en su interior y parecía estar rodando el musical en vivo y en directo. Cuánta emoción y cuánta verdad en sus gestos y en su rostro…

“Hacía tiempo que no escuchaba una interpretación tan espectacular como esta”, se escuchaba entre el público. Y es que, en efecto, había sido abrumador. Así, con un Diego Navarro que estaba viviendo intensamente cada nota y un conjunto de vocalistas inmejorable, se dio por concluida la primera parte del concierto.

Todavía quedaban sueños por cumplir

Una exquisita selección de piezas de West Side Story, abrió de nuevo el apetito de los presentes, logrando emocionar y hacer vibrar al unísono a la totalidad del Auditorio. Sin embargo, el momento más brillante de la velada estaba a punto de llegar y nadie podía haber siquiera vislumbrado la inmensidad de lo que iba a pasar a continuación.

Micrófono en mano, Navarro explicó que íbamos a vivir el estreno mundial de la versión sinfónica de varias piezas de The Greatest Showman, canciones que han sido adaptadas ex profeso y en exclusiva para el festival. El arreglista, también presente en la sala, obtuvo un reconocimiento directo por parte del director de orquesta que recibió con entusiasmo.

Sin más dilación, ¡música, maestro!

A pesar de un pequeño fallo técnico al principio, nada pudo hacerle sombra a la grandeza de The Greatest Show, canción acompañada de luces anaranjadas y moradas que crearon un ambiente poderoso que entró por vena en cada uno de los espectadores. “Porque todo lo que quieres está justo delante de ti y estás viendo cómo lo imposible se convierte en realidad y ahora los muros no pueden pararnos” fue el emblema final de la pieza, pero también el gran resumen de la noche. No hubo nada que Fimicuté no consiguiera, como por ejemplo darle aún más sentido al título del espectáculo. A million dreams emocionó a público y cantante en un acto de honestidad único. Cuando un artista se emociona, sabes que ha puesto lo mejor de sí sobre el escenario y ha trabajado desde el amor y el respeto, valores necesarios y admirables hoy en día.

Rewrite the stars y Never Enough, con una nueva intervención de Cristina Ramos que dejó sin aliento a los asistentes, siguieron a ese momento de sueños y sentimientos tan intensos para acabar llegando a un absoluto himno social: This Is Me. Muy probablemente este fuera el momento álgido de la noche (o no, porque si algo tiene Fimucité es que sorprende hasta el último segundo). Todos los instrumentos, todas las voces y toda la potencia se concentraron aquí, ofreciendo un show divertido, único, bailable y con un claro mensaje: adiós a los miedos, hola al amor propio, la confianza y el espíritu luchador.

¿Qué hay después del éxito?

Cabe señalar que todas las canciones finalizaron con el público en pie incluso antes de la última nota, aplaudiendo tan fuerte como daban las manos, silbando y vitoreando a director, orquesta y cantantes. Merecido. Necesario. Un estreno mundial de éxito estelar.

Habiendo acabado con On My Own y One Day More, de Los Miserables, aún quedaba una sorpresa: una canción más perteneciente a The Greatest Showman, Come Alive, y que Navarro dedicó a todas aquellas personas que se encuentran mal, que no ven la luz del día, animándoles a no rendirse y a buscar la luz que hay en nuestro interior para salir adelante. Con este mensaje tan importante y la grandeza de todos los músicos y cantantes, el público no solo acompañó con palmas la canción, sino que se puso en pie siguiendo el ritmo para terminar con la mayor muestra de admiración de la noche. Sublime. Imprescindible. Espectacular.

Diego Navarro, admiración y respeto

Desde la distancia a veces no se comprenden los gestos de los directores de orquesta. Apenas se ve la batuta en su mano y el resto de movimientos son indescifrables para la mayoría. Sin embargo, Navarro tiene algo especial y es que sí entendemos, en todo momento, el por qué de su actitud. Él dirige, añade fuerza o calma, baila, vuela, sonríe, llora, vibra, ama. Él, sobre todo, vive la música, se deja llevar, entiende cada emoción y se guía por ellas. Él es verdad, vocación, esfuerzo y honor, un honor tan grande como el que sentimos al verle actuar.

Y también es crucial transmitir un profundo agradecimiento hacia su persona por ser un firme defensor de la cultura y trabajar a sol y a sombra para ofrecer la mejor programación, la más selecta música, la más impecable de las galas. Ante la frase final mencionada por él mismo, “La forma más maravillosa de arte es la de hacer feliz a los demás” (The Greatest Showman), solo cabe añadir que puede considerarse a sí mismo como el gran hacedor de la felicidad ajena.

Gracias y hasta la próxima edición.

Artículo por Deborah Barroso.

Fotografías por Fiorella Licandro.

Agradecimientos a FIMUCITÉ.

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