James Mangold toma las riendas de esta última entrega de la franquicia, tratando desesperadamente de revivir la gloria pasada con Harrison Ford en su papel más recurrente. Lamentablemente, la aventura resulta ser más predecible que el final de «Titanic».
«Indiana Jones y el dial del destino» nos sumerge en una historia trillada y formulada, donde Indy y su ahijada se lanzan a la búsqueda del dial del destino, mientras intentan evadir cualquier elemento de sorpresa o innovación. Es como si el guionista hubiera seguido una lista de verificación de clichés de películas de Indiana Jones: ubicaciones exóticas, objetos legendarios y un villano malvado. ¡Vaya originalidad!
A pesar de los intentos desesperados de Mangold por recrear la magia de «En busca del arca perdida», esta quinta entrega se queda más cerca del abismo cinematográfico que del Santo Grial. No es de extrañar que Indiana Jones necesite su látigo para mantenerse en pie, porque la trama cojea más que el capitán Sparrow después de una noche de ron.
Mientras tanto, las secuencias de acción intentan robar el espectáculo, pero no pueden evitar parecer copias baratas de otras películas. ¿Recuerdan cuando Indiana Jones era el rey de las persecuciones emocionantes? Bueno, ahora tenemos a Ford montando a caballo y conduciendo tuk-tuks, como si estuviéramos en una versión acelerada de «Fast & Furious» con sombreros.
El guionista parece haberse quedado sin ideas originales incluso antes del primer acto, y se limita a llenar el espacio entre las escenas de acción con una recopilación de los mejores momentos de Indiana Jones. Pero, ¿dónde está la frescura, la creatividad? Parece que la última vez que Indy fue realmente ingenioso fue en los años 80, cuando los peinados de moda eran más emocionantes que la película promedio.
Y luego está el tercer acto, donde la película decide tomar un giro inesperado. Tal vez fue un intento desesperado de agregar algo de originalidad, pero en lugar de eso, nos encontramos en un territorio desconocido que se siente más forzado que una secuela tardía de «The Matrix».
«Indiana Jones y el dial del destino» es un recordatorio amargo de que incluso los héroes más grandes pueden caer en el olvido. Esta entrega nostálgica es un pastiche mal ejecutado de clichés de películas anteriores, dejándonos con la sensación de que Indiana Jones ya ha encontrado su verdadero destino: el museo del cine.