martes, diciembre 3, 2024

Nazario Luque Vera, Nazario, dibujante: “En los tiempos del destape en vez de menospreciar mi obra la valoraban”. Por Noé Ramón 

“Nunca quise reprimirme, dibujaba lo que me apetecía que era algo casi imposible en aquella época en la que aún vivía Franco”. Nazario

Nazario no parece ser del todo consciente del revuelo que montó en los setenta cuando retrataba chulazos con miembros descomunales, chaperos no menos dotados, una espía travesti o vírgenes transexuales que en vez de ángeles estaban rodeadas de sadomasos de sexo indefinido. Todo en una Barcelona como escenario único. Nazario se situó en la esquina más radical del underground pero él asegura que no pagó precio alguno por tanto atrevimiento. El motivo de esta cierta inconsciencia sobre el alboroto que dejó a su paso tal vez sea porque se limitó a ser él mismo. No buscó el escándalo como medio para atraer la atención, ni vender más cómics.

-Creo que en Canarias tiene mucha amistad con Manuel Darias, el crítico de cómics, al que le acaban de conceder la Medalla, de Oro de Santa Cruz de Tenerife.

-No lo sabía, lo llamaré para felicitarlo. A lo largo de los años me ha dedicado unas ocho páginas en su sección semanal. No puedo sino estarle muy agradecido y sí es cierto, lo considero un amigo. 

-Haciendo un repaso a su vida ¿Cuál fue la razón de fondo que le decidió a marcharse a Barcelona desde Sevilla donde tenía además su vida hecha?

-Empecé a dibujar en un momento dado y pensé que la única forma de conseguir publicar los dibujos no iba a ser en Sevilla, que las editoriales de verdad estaban en Barcelona y efectivamente aquí encontré a gente con historietas como las mías. 

-¿Qué tipo de relatos fueron los primeros que hizo?

-Eran pequeñas historias, muchas de ellas sin terminar, un montón de dibujos sueltos como estudios de personajes pero a lo más que llegaba era a una pagina o dos. Luego fui perfilando el estilo hasta que conseguimos imprimir en París unos 300 ejemplares de Piraña Divina y los fuimos repartiendo de forma clandestina por los distintos festivales.

-¿Era posible en aquella época dibujar con una mínima libertad?

-Nunca quise reprimirme y por eso dibujaba lo que me apetecía que era algo imposible o muy difícil en aquella época en la que aún vivía Franco. 

-¿Porqué eligió Barcelona en vez de Madrid?

-Madrid nunca me gustó. En aquella época Barcelona era mucho más interesante y hasta allí fue gente como Mariscal que vino desde Valencia, Ceesepe o El Hortelano. Barcelona era prácticamente el ombligo de España, donde estaban las comunas y los movimientos de hippies que pasaban por allí para luego ir a Formentera donde encontraban su paraíso. En Barcelona es donde nos reuníamos, se vendía chocolate y empezaron a crearse movimientos de liberación sexual, tanto para hombres como para mujeres, y también surgió el underground.

-Da la impresión de que su propuesta se sitúa en el extremo y en el límite de la contracultura y del underground.

-Mariscal tenía historias muy lights y lo relacionado con el sexo no le salía muy bien porque no profundizaba lo suficiente y además siempre lo trataba desde el punto de vista heterosexual. Pero abiertamente homosexuales no había ninguna historia.

-¿Qué precio tuvo que pagar por ser tan arriesgado?

-Ninguno. Cada uno sigue su vida de la mejor forma posible. En aquellos años del destape hubo mucha gente que en vez de menospreciar mi obra la valoraba. Al principio conseguí publicar en revistas de calidad como El Víbora, donde salió el personaje Anarcoma, una espía travesti.

-Precisamente hablando de ‘El Víbora’ fue el autor de la primera portada. Una historia que resultó un poco ajetreada.

-El director, Josep María Berenguer pensó que Anarcoma podía ser el plato fuerte del primer número y efectivamente me dieron ocho páginas centrales a color por lo que se convirtieron en la base de la revista. Al principio se iba a llamar Goma 3 y dibujé la cara tridimensional de un hombre acribillado por balas que le salían por la cara pero como era la época de los atentados terroristas, el abogado advirtió que nos iban a censurar inmediatamente. De ahí que luego se cambiara el nombre de la revista a El Víbora pero se mantuvo la portada que se ha convertido en mítica, la gente la vio atrevida en cuanto a violencia pero no tenía nada que ver con el sexo. 

¿Le han relacionado con Tom de Finlandia y Almodóvar? ¿Está de acuerdo?

-Me gusta Tom de Finlandia por los chulazos que salen con enormes pollas. Pero no tengo nada que ver con Almodóvar, él pertenece al mundo del cine y vino mucho después.

-¿Qué le parece que en la actualidad el movimiento LGTBI tienda a una mayor diversificación frente a la simplicidad de aquella época? ¿Qué diferencias hay?

-En aquellos tiempos había mucha más represión y más indefinición. La gente con el cambio de épocas comienza a definirse más allá de aquel simple masculino o femenino, macho o hembra, activo o pasivo… Ahora aparecen un montón de variantes con miles de letras porque cada persona es un ser sexual diferente y con un comportamiento distinto. Ya no se puede hablar de una forma estándar, cada uno tiene sus gustos y maneras de pensar. Para mí básicamente lo que hay es gente sexual y asexual, a los primeros el sexo los trae de cabeza y les gusta casi cualquier tipo de persona y a los primeros no les interesa en absoluto. 

-Llama la atención la influencia de la imaginería religiosa en su obra que claramente tiene su origen en Andalucía, el lugar donde nació.

-Si hubiera nacido en Asturias sería muy diferente porque en Andalucía se vive mucho el rollo mariano, de los fetiches, la semana santa, las vírgenes y toda esa parafernalia. Desde pequeño lo viví y me gusta mucho esa estética, un tipo de belleza que siempre me atrajo. Como soy bastante barroco me gusta mezclar escenarios y vestuarios. Eso, por ejemplo, es lo que hice con los trajes orientales en mi obra Turandot.

-Los bajos fondos de Barcelona que retrata ¿eran exactamente así o le ha puesto mucha imaginación y literatura?

-Es una visión muy influida por Jean Genet, la de una Barcelona canalla, portuaria y mítica. 

-La diferencia con la actual será brutal…

-Muy diferente pero igual que le ha ocurrido a la Córdoba de antes y a la de ahora. El tiempo no pasa en balde. Tampoco yo a mis ochenta años tengo nada que ver con quien era a los treinta pero soy feliz en la época que sea, no soy nostálgico. Para unas personas esta Barcelona será mejor y para otras peor. Yo lo único que realmente odio es el turismo. 

-Tuvo mucha trascendencia la polémica que surgió en su momento con el cantante Lou Reed por utilizar para la portada de su disco Take No Prisioner una imagen suya sin pedir permiso.

-Aquella fue una aventura que duró mucho tiempo y que al final se medio resolvió. En realidad es una satisfacción que a él le gustara mi dibujo aunque apareciera firmado por otra persona. El argumento de ellos es que habíamos utilizado sus poemas en unas revistas pero siempre nos pareció que se trataba de una cuestión muy diferente porque nosotros en todo momento citamos a Lou Reed como autor. Fue un asunto de piratería, que ya está borrado. En la actualidad se ha avanzado algo en la defensa de estos derechos.

-Por cierto seguí la recomendación que hizo en las redes de ver la película Salmo Rojo.

-¿Y te gustó?

-Pues la verdad que no.

-Tu cultura y la mía es diferente para mí es un cine comprometido. Precisamente ahora me he puesto a releer Guerra y Paz.

-¿Cómo se ha tomado que después de tantas batallas y dificultades le concedieran la Medalla de Oro de las Bellas Artes? La máxima distinción que se le puede dar a un artista en España. 

-Me resultó bastante sorprendente porque creo que además de valorar la vertiente de dibujante también se tuvo en cuenta haber sido un personaje que en su época fui transgresor, al igual que también influyó cuando me dieron el Premio Picasso, creo. Pero lo verdaderamente importante es que tu obra se venda, despierte curiosidad, haya cada vez más visitas a tu página web, que más gente vaya a ver las exposiciones y compre tus dibujos. Ese es el premio realmente importante. 

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