Los pueblos indígenas dicen hacen un llamado urgente “a la humanidad a frenar la destrucción de nuestra Madre Tierra y a unir esfuerzos para sanar las heridas históricas del mundo”
La joven indígena de la Comuna Ancestral Sarayaku de Sucumbios, del norte de la Amazonia ecuatoriana recibió el Premio Brote Joven en la XXVII edición de FICMEC
Paccha Turner Chuji es una joven quichua amazónica de 24 años; pertenece a la Comuna Ancestral Sarayaku de Sucumbios, ubicada en la cuenca del río Aguarico, uno de los afluentes del río Napo, y este del Amazonas, en la provincia de Sucumbíos, en el borde fronterizo con Colombia. Ella forma parte del movimiento indígena del Ecuador, uno de los más fuertes en el continente.
“Los pueblos indígenas en Ecuador y en el mundo seguimos la misma lucha”. Se trata de “la lucha por la libre determinación, la autonomía y el respeto de nuestros territorios. Esto es una lucha histórica, que ha llevado cientos de años, conectada con siglos de despojo, de apropiación de nuestros territorios, y conectada con el desarrollo de un sistema global basado en el colonialismo y en la construcción de discursos frente a lo que se entiende como modernidad, en contraste con lo que se entiende como primitivo o antimoderno o no desarrollado. Lo que se llama desarrollo o se entiende como avance de la humanidad es a costa de la explotación de la vida, de la tierra, a costa de la desaparición de los pueblos indígenas”, asegura en Garachico.
Hasta este municipio del norte de Tenerife se desplazó Paccha Turner Chuji desde Cambridge -donde estudia Antropología y Sociología- para participar en la XXVII edición del Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias (FICMEC) y para recoger su premio Brote Joven de este año. Al recibir el galardón, Paccha señala que este la da “mucha esperanza y fuerza”, al mismo tiempo que destaca que su labor no es individual: “es crucial centrar la colectividad de la lucha; para mí es necesario resaltar el rol de nuestras abuelas, de todos nuestros y nuestras ancestras, que están todos los días protegiendo el territorio y los conocimientos ancestrales en las prácticas del día al día”, dice.
“Los pueblos indígenas comprendemos alrededor del 6% de la población mundial y aun así protegemos más del 80% de la biodiversidad restante del planeta. Esto no es una coincidencia. Los pueblos indígenas somos muy diversos, hay más de 5.000 en todo el mundo. No se nos puede homogeneizar, sin embargo, nos une nuestra conexión profunda con nuestros territorios, una conexión que nosotros no hemos perdido”, apunta.
Cuando se habla con ella sobre el medioambiente, aclara: “nuestra visión de nuestra existencia se basa en la relacionalidad, en la interdependencia, en entender que lo que la ciencia hegemónica considera como naturaleza nosotros no lo consideramos como algo separado de nuestro ser colectivo. Nosotros somos naturaleza. Somos parte de la biodiversidad, no estamos separados de la Tierra. Somos seres que formamos parte intrínseca de la red de la vida de nuestros territorios. La separación entre ser humano y naturaleza esta al centro de las diferentes crisis que el mundo enfrenta.”
Con este enfoque, para Paccha “el cambio climático es una reacción de la Madre Naturaleza frente a siglos de explotación, de abuso, de expropiación y de desvalorización de la vida, tanto humana como no humana. Entonces, la lucha de los pueblos indígenas es una lucha por una justicia holística, histórica. Esto está ligado con la resistencia a un proceso de colonialismo que no ha involucrado solamente la apropiación de nuestros territorios, sino también ha sido un atentado de colonizarnos espiritualmente, de erradicarnos, erradicar nuestra forma de vivir conectada con nuestros propios mundos, con la tierra”.
La defensa de su existencia, sus territorios, la biodiversidad y la vida del planeta que durante siglos han asumido los pueblos indígenas “conlleva resistir frente a un sistema absolutamente brutal, que no terminó en los procesos de independencia. El colonialismo continúa existiendo el día de hoy, y funciona a travez de varios ejes jerárquicos como el patriarcado, el racismo, el antropocentrismo, la heteronormatividad, entre otros pilares que han pretendido por siglos dominar la vida, incluyendo al ser humano”.
Sin embargo, los pueblos indígenas no se limitan a la resistencia: “al resistir, nosotros proponemos diversas formas de relacionarnos con la vida en la Tierra. Para el pueblo Kichwa nuestra propuesta es el Sumak Kawsay, la vida en armonía. Asimismo, los zapatistas explican el pluriverso como un mundo donde quepan muchos mundos; es una idea que desafía la del universo que alude a que solo pueda haber una forma de vivir, una forma de ver y de relacionarse con el mundo”.
En esas otras formas de entender la vida, el papel de la espiritualidad es esencial y algo mayor de lo que cabe en el sentido ortodoxo de la palabra. “Nuestra espiritualidad se refiere a existir con la verdad de que todo está vivo. Incluso estos seres que la ciencia dominante considera como inertes, la tierra, el agua, el aire, el fuego, las piedras… Entendemos que el planeta y que el cosmos son seres vivos y que nosotros somos parte. Nuestra visión es sanar al mundo, lograr una justicia holística: justicia para las mujeres, justicia para todos los pueblos, y para todos los seres vivos que han sido abusados por demasiado tiempo. Los pueblos indígenas hacemos un llamado urgente a reconectarnos con nuestra Madre Tierra, para sanar y reconstruir la vida en armonía.’