El viernes 1 de febrero nos venimos a las cloacas en un ritual punk, tan necesario como visceral. Y nada menos que con dos leyendas: Guerrilla y La Trapera. En el caso de los primeros, un servidor se reencuentra generacionalmente con la banda que le abrió las puertas al directo lagunero.
Patadon en la boca de mi adolescencia y piedra basal del rock canario; una sala más concurrida de lo habitual demostraba la huella de una formación legendaria. Los del Zurda entraron a matar en un mar de caras conocidas eufóricas, con una contundente puesta en escena y un sonido más nítido, pero igual de potente de lo habitual «Vamos a ir a Roma a matar al Papa» fue uno de los primeros himnos en caer, y el listón se mantuvo igual de alto, entre proclamas y cachondeo «Apatrida» calentó a la audiencia, pero «Panchita la hedionda» rompió el termómetro, en esta primera parte del recital (Que concepto más ridículo en este concierto, ¿verdad?)
Pabellón bien alto y turno para una leyenda viviente. Se cumplen 40 años desde su primer disco: La banda trapera del rio, homónimo título de un monumento sonoro, que fundamentan su condición de verdaderos pioneros del punk en este país. Morfi Grey, vocalista y único superviviente de los miembros originales, lo sabe; y allí se desata una ventisca de puro rock and Roll. «Venid a las cloacas!», nos invita e incita y vamos como ratas, con todo el personal de las primeras filas entregado.
Clásico tras clásico y una ejecución impecable. Esto no son tablas, que también, qué duda cabe. Estos son cojones, mala hostia y pasión «Ciutat podrida» y «Curriqui de barrio» siguen volando cabezas. Y los de Cornella de Llobregat lo saben. Una cita de alto voltaje en todos los sentidos y con la mejor compañía.