domingo, noviembre 24, 2024

Día 04 en el Planeta La Mar de Músicas (Cartagena). Por Álex Ro

Lunes 22 de julio

Los lunes son días aciagos. Comienza la semana y la jornada laboral se impone al asueto de los fines de semana. Ante esta realidad, La Mar de Músicas ha considerado necesario recetarnos una nueva dosis de fiesta para evitar aquello de los lunes al sol y, por ello, amplían el número de escenarios añadiendo la Plaza del Antiguo CIM. Para abrir este espacio de cara al mar se contó con la portuguesa Ana Lua Caiano, una de las nuevas voces del panorama cantautor portugués. Los que tenemos una edad podríamos aplicarle aquel término que se popularizó en España en los años 90: JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparada), porque preparada está Ana Lua, y mucho. Siguiendo la onda expansiva del nuevo folk, mezcla con desparpajo instrumentos tradicionales con las nuevas técnicas de construcción de melodías. Acompañada de panderos, tambores y otros instrumentos, los combina de manera maravillosa con un sampler, para cabalgar con su voz sobre la base rítmica creada en directo. En lo que en otras propuestas musicales esta técnica es el fin en sí mismo, en la caso de Ana Lua se convierte en el lienzo en donde pinta con su voz las tonalidades cálidas de sus melodías. Y si a eso se le añade la simpatía y el cariño con que hace su trabajo, podemos entender la razón por la que está despuntando como cantante.

De Cartagena a Cartagena con El Caribefunk, un viaje que une los dos lados del Atlántico a ritmo de salsa, reggae, ragga y, como no, funk. Tres músicos en el escenario de la Plaza del Ayuntamiento bastan para hacer de la tarde toda una comunión. Letras festivas pero reivindicativas, con consciencia, que nos hablan de la lucha cotidiana, de la necesidad de la solidaridad y la empatía. Un público entregado que no paró de bailar y festejar la felicidad de hacer de un lunes por la tarde un día sin igual. Porque al final de eso trata la vida, de vivirla en paz y sintonía con quien te rodea y El Caribefunk sabe como exaltar los ánimos para que nos sintamos hermanados y, encima, con alegría.

El maliense Ballaké Sissoko, séptima generación de maestros de la kora, un instrumento cuya vibración hipnótica nos traslada al África más ancestral; al África en donde las madres se encargan de cultivar las calabazas para construir la kora; al África que nos habla del pasado y las tradiciones mandinga. Y sin embargo, en manos de Ballaké Sissoko es todo eso y mucho más pues no se cierra a innovar con nuevos sonidos, como muy bien explicó él mismo. Así, suena a flamenco, suena a expresionismo, suena a sonidos contemporáneos. Por una hora, sobre el Patio del Antiguo CIM voló la música africana de la kora creando un ambiente de meditación y tranquilidad en la tarde de Cartagena.

Y no podemos dejar de señalar el gesto solidario del festival hacia la comunidad maliense acogida en la ciudad, que fue invitada a disfrutar de la música de su tierra. Tal vez, por un momento, olvidaron las penurias de su migración hacia Europa y se dieron cuenta que no todos y todas los miramos con recelos y odios. Como siempre, la música se convierte en el lenguaje universal de la solidaridad.

El Premio La Mar de Músicas recayó esta edición en el cubano Eliades Ochoa, quien mostró el orgullo y amor con que lo recibía, llegando a desatar algunas risas en su discurso de agradecimiento. Y esto fue la antesala de la noche que se viviría en el Auditorio Paco Martín: puro son cubano, música guajira. Acompañado de una potente banda, Eliades fue haciendo un repaso de su dilatada carrera como trovero con un público que no dejó de bailar ni un instante y que celebraría con sorpresa los invitados que fueron pasando por el escenario: Chanel, Zenet y la cantaora Argentina quienes arroparon al cubano con muchas muestras de cariño. En la noche del lunes 22 de julio, el Auditorio Paco Martín se prendió candela y no hizo falta que vinieran los bomberos con sus campanas y sus sirenas.

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