sábado, octubre 5, 2024

Un viaje al pasado. Por María Ameneiros

  • Javier y Pedro, Pedro y Javier han querido regalar al público que los vio nacer como cantautores en Madrid en los años 90, una treintena de canciones, algunas de las cuales escribieron a dúo, y otras joyas representativas de lo mejor de sus repertorios personales  

Dos butacas, dos mesitas con dos botellas de agua, tres lámparas de tenue luz para apenas alumbrar, una escenografía minimalista por no decir casi inexistente, y por supuesto dos guitarras para dos personalidades mayúsculas de la Canción de Autor en nuestro país: Pedro Guerra y Javier Álvarez. Ese es más o menos el concepto con el que se presentaron el fin de semana pasado en Las Palmas, Pedro Guerra y Javier Álvarez, para presentar “Aunque ya no soy dos”, que llegó por partida doble al Teatro Cicca para deleitar. Otra cosa no, pero deleitar sí. Un título ambiguo (el de una canción de ambos) bajo el que se han cocinado recuerdos, nostalgia de una época dorada de la Canción de Autor en España, una gran amistad, admiración mutua, letras de canciones que nacieron de la pluma de ambos y que muchos desconocen y muchísimas letras que por uno y otro camino les unieron, como “Amor en Vena”. Este encuentro musical entre los dos artistas que, sin duda, tenía por objetivo revivir la esencia de los cantautores y visualizar por un instante dos trayectorias que en un estallido (algo más de hora y media que es lo que dura el concierto) se encuentran.

Lo que no se esperaba era conocer tantas entretelas tejidas entre ambos, reconocerlos en tantas canciones que a menudo y -pasaba sobre todo al principio del concierto-, nos preguntábamos, “¿ésta también la han escrito entre los dos”? Sin embargo, como en todo, cuando se empieza a aclarar el camino, el recital avanzaba de otra manera y cada uno tomaba el mando para lanzarnos canciones indispensables en el repertorio propio, como lo son “Siete Puertas” de Guerra o “Sunset Boulevard” de Álvarez.  

Pedro ofreció sus primeras palabras explicativas del porqué de este reencuentro. “Ni siquiera vivía en Madrid cuando conocí a Javi en un local llamado ‘Rayas’, y a partir de ese encuentro nuestras carreras fueron en paralelo. Siempre ha habido una gran admiración entre los dos”. Javier alabó cada sílaba formante de cada palabra escogida por Pedro para cada canción. 

Pedro Guerra y Javier Álvarez lograron destacar desde el primer lustro de los noventa, convirtiéndose en referentes de la canción de autor pero en el medio de un océano de cantautores que se prodigaban en la época. Aunque sus estilos y personalidades son diferentes –Guerra, más serio, introspectivo y reflexivo, y Álvarez, más desenfadado y espontáneo–, ambos comparten una profunda conexión a través de su música. En este reencuentro, hay canciones para todos los gustos, caciones compartidas y canciones que cada uno quiso compartir con nosotros. Sus voces y guitarras se complementan, creando un espectáculo lleno de complicidad y emoción.

En esencia son dos artistas muy diferentes… 

Cada vez que Pedro Guerra vuelve a casa, uno siente ese pálpito de ir a verlo una vez más para tele transportarte a la llamada de la raíz y sientes un montón de cosas. Sientes ansia por volver a escuchar su evocador repertorio, saborear cómo suenan esta vez sus canciones y a dónde te llevan, la caricia de su voz, sientes la melancolía de tiempos pasados; la mente se va a los diarios viejos y polvorientos que por algún lado se guardaron y, entre todos los que estamos, recordamos aquella infancia y juventud, porque es lo que evocan las letras de Pedro Guerra. De repente, te ves lanzada desde esa butaca en la que estás a tiempos remotos. Pasas revista por las cosas que se quedan en esta vida, las sencillas, humildes y desinteresadas, rescatas el brillo en alguna mirada de algún amor pasado y, joder, ¡qué gozada! Esos viajes solo pasan con Pedro Guerra. 

Con Javier Álvarez sientes la chispa, la gracia, la necesaria rebeldía para todo, cuestionarlo todo para sobrevivir. Javier es alegre, te contamina con su picardía. También te invita a viajar con él pero en este caso él pilota y te lleva a donde él quiere, donde se siente cómodo como si nos tiene que llevar a la locura de la mano primero de Abba y luego de Daft Punk. 

Una reseña previa del recital decía entre sus líneas, “Aunque ya no soy dos” va de “estos dos todo el rato en el escenario, sin trampa ni cartón, solos, uno canta, el otro asiente, cantan juntos, hacen de público el uno del otro. Se emocionan, ríen, aplauden. Se aplauden”. Y es así tal cual. No hay más en este show de pura complicidad. Sonaron tantas canciones que perdimos la noción del tiempo: “El Mar”, “La edad del porvenir”, “Pasa” “Para que vuelvas”, “Debajo del puente”, “Sunset Boulevard”, “Absolución”, “1,2,3,4”, “Daniela”, “Siete Puertas”, “Deseo”… 

Asistimos pues a un espectáculo íntimo y cargado de emoción. Aplaudimos la complicidad de dos cantantes que actuaron a menudo como si hicieran de público, pues eran ellos los que coreaban las canciones del otro. Durante el concierto, Pedro y Javier no solo cantan juntos, sino que se convierten en espectadores y cómplices el uno del otro, compartiendo risas y aplausos con su público. Este espectáculo es una celebración del amor y la amistad, una revolución de la ternura y la belleza en tiempos inciertos. En suma, una gira que deleita, que cumple el objetivo de poner en valor la significación y la esencia de los cantautores y, sobre todo, que demuestra que no hacen falta grandes artificios para montar un espectáculo en el que saborear una increíble música y despertarte con una gran sonrisa al día siguiente. 

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