Ciudad De Asfalto (Asphalt City, EEUU, 2024), de Jean Stéphane Sauvaire.
En la programación del festival de cine de Cannes de 2023 y en la del Festival de Cine Fantástico de Sitges de ese mismo año, como parte de la sección oficial, vio la luz a nivel mundial Ciudad de Asfalto, soberbio filme dirigido por Jean Stéphane Sauvaire. En ambos festivales se presentó a competición por el premio principal. No obtuvo ni la Palma de Oro, ni el premio a la mejor película, ni ningún otro. Su premio era ya la propia comparecencia en territorios tan solemnes y sagrados. Inspirada en la novela Black Flies (un gran título para esta historia, el empleado para su pase en ambos festivales referenciados), de Shannon Burke, escritor que condujo profesionalmente por Harlem una ambulancia como paramédico. Sin narrar hechos directamente reales, recogió en líneas generales sus propias experiencias vitales. El guion, sólidamente construido por los casi debutantes Ben Mac Brown y Ryan King, sirve para Sauvaire a los efectos de entregar una película muy intensa, trepidante, implacable, que pone sus cartas sobre la mesa, sin marcar, desde el comienzo.
El filme hace gala inequívoca de un estilo muy próximo al cine que suelen abordar Paul Schrader y Martin Scorsese, especialmente en Taxi Driver (EEUU, 1976) y Al Límite (Bringing Out the Dead, EEUU, 1999), guionista y realizador de ambos filmes. Tenemos nuevamente el día a día de unos conductores, principalmente nocturnos, que recorren la ciudad de Nueva York, concretamente por el Eastern New York, el de Brooklyn, Queens, Harlem, etc., escenario, por otra parte que sirve de fondo para múltiples filmes emblemáticos de los años 70 como French Connection (The French Connection, EEUU, 1972), de William Friedkin, o Tarde de Perros (Dog Day Afternoon, EEUU, 1975), de Sidney Lumet. Estas localizaciones son empleadas con sabiduría y personalidad. El recorrido de los personajes del quinto filme de Sauvaire se produce en ambulancia, como hace Frank Pierce (Nicholas Cage) en el prodigioso filme mencionado de 1999. Pierce comparte tres compañeros diferentes en tres caóticas noches de servicio en la desquiciante profesión de salvar vidas de gente que nadie quiere salvar, a veces ni siquiera ellos mismos, mientras su tormento por las terribles visiones de la gente que no pudo salvar va in crescendo, en una inexorable caída hacia territorios de la locura. Travis Birkle (Robert De Niro), el taxista del filme de 1976, era veterano de Vietnam, insomne, hace cada noche un descenso a los infiernos por una gran manzana plagada de violencia y podredumbre moral mientras la recorre conduciendo un taxi y sueña con una lluvia redentora que eliminará toda la basura social. El vehículo ambulancia del filme de Sauvaire también podría definirse como un “ataúd de metal”, el calificativo de Birkle para referirse a su vehículo profesional.
Pues bien, en el filme de 2024, dos sanitarios del departamento de Bomberos, Ollie Cross, novato en esas lides (excelente Tye Sheridan), catalizador de los enormes dilemas éticos y legales que sacuden el filme, con aspiraciones de estudiar medicina y el veterano Gene Rutowski (extraordinario Sean Penn, que entrega uno de los más grandes personajes de su carrera), bastante desencantado, y curtido en mil batallas (le tocó trabajar el día del 11S, llegando al World Trade Center muy poco antes de la caída de la primera torre), son retratados en su día a día de salvar vidas. A un niño con su madre, delante del perro con el rostro cubierto de sangre que lo agredió y ladra sin parar; en el sangriento escenario inicial, de consecuencias inmediatamente posteriores a un implacable tiroteo entre bandas armadas; en un apartamento que ha asistido a un maltrato en el ámbito de violencia de género, ante el maltratador, que no le permite a la víctima narrar lo acontecido; en el difícil momento del posparto de una mujer drogadicta con VIH, que no ha tomado las medidas necesarias para no transmitírselo a su bebé recién nacido; o el macabro instante de la habitación a oscuras que desprende un fétido olor a muerte, preludio del cadáver en descomposición, que se encuentra violentamente mutilado en la bañera del cuarto de baño. Sobre el cuerpo, se cierne un enjambre de furiosas moscas negras que, en implacable y rugiente danza, se ensañan sobre el cadáver como criaturas monstruosas, que detectan la muerte mucho antes que el ser humano. El zumbido es tan absolutamente desquiciante, que Ollie no puede dejar de oirlo en su cabeza cuando ya ha concluido su jornada de trabajo.
Como los filmes mencionados escritos por Schrader y dirigidos por Scorsese, y otros de las carreras de ambos, Ciudad de Asfalto pivota en torno al sentimiento de culpa, al martirio del día a día en la mente de los personajes, sus trágicos recorridos emocionales y cómo su afección y aflicción es encajada por ellos mismos y la repercusión en sus seres queridos. La manera de entender la redención personal, a través de actos violentos, o simplemente dando la cara, tienen lugar igualmente de una manera modélica en este soberbio filme.
A Jean Stéphane Sauvaire le va la caña. Sus filmes previos ya anunciaban temas candentes y filmes violentos. En Carlitos Medellín (Francia 2004) y Johnny Mad Dog (Liberia, 2008) son filmes donde la violencia la sufren dos niños. En el primer filme, un joven que, en Medellín, Colombia, escucha las terribles confesiones de sus habitantes, mientras va de casa en casa, portando una Virgen de yeso en un escenario donde la violencia es la carta de pago del día a día. En el segundo de los filmes mencionados, el protagonista es un niño soldado, reclutado forzosamente y arrancado de su familia por un régimen autoritario en África, siendo testigo de la barbarie mayúscula. En Punk (Francia, 2012) el protagonista es un adolescente abandonado por su padre y que tiene una atormentada relación con su madre. Otro joven atrapado en una espiral de violencia y traiciones. En Una Oración antes del Amanecer (A Prayer Before Dawn, Reino Unido 2017), se cuenta la historia de un joven británico que sobrevive en una sórdida prisión de Tailandia practicando el Muay Thai o boxeo tailandés.
La manera de filmar y de concebir las escenas de Ciudad de Asfalto, está forjada sobre una filosofía de hacer cine de otro tiempo, que muy bien hubiera encajado en el cine americano de los años 70 del siglo XX, el de las mencionadas French Connection, o Taxi Driver, o las menos conocidas, pero memorables, radiografías de la selva humana de la ciudad que nunca duerme, como Pánico en la calle 110 (Across the 110th Street, EEUU, 1972), o de las desérticas carreteras de Arizona, pero con similares intenciones de desencanto y remordimiento, como es La Piel en el Asfalto (Electra Glide in Blue, EEUU, 1973), de James William Guercio. Ésta última, casualmente o no, también compitió, como lo hizo el filme de Sauvaire, por la Palma de Oro en Cannes 1973. Entre los agradecimientos finales del realizador, llama la atención encontrar el nombre de Terrence Malick, entre otros muchos. Malick pertenece a esa generación de cineastas que eclosionaron en los años 70, y además debutó con dos thrillers soberbios, Malas Tierras (Badlands, EEUU, 1973) y Días del cielo (Days of Heaven, EEUU, 1978), redireccionando hacia filmes más existencialistas, filosóficos y reflexivos, que culminan coherentemente con ese filme sobre Jesucristo y la expansión de su palabra entre los apóstoles, que verá la luz en un futuro próximo y que, por el momento, mantiene su título The Way of The Wind, filmado hace ya algunos años, pero en fase de montaje. Esa parte final de Ciudad de Asfalto que recrea una pequeña fuga hacia la esperanza, en una especie de “renacer”, de “reconstrucción” emocional de Ollie, tiene mucho que ver con el cine de Terrence Malick y no tan sólo por el magnífico empleo de la música que contribuye a esa sensación de construcción emocional.
Es destacable, finalmente, el resto del maravilloso reparto del filme, donde destacan las magníficas actuaciones de Michael C. Pitt como el desquiciado, corrupto y violento LaFontaine, compañero de profesión de los protagonistas, que no tiene el menor escrúpulo de robarle a un agonizante narcotraficante en la ambulancia de una bolsita de heroína mejicana; la insólita pero definitivamente afortunada presencia del mítico boxeador Mike Tyson, memorable en su composición como el jefe Burroughs, el supervisor del cuerpo de sanitarios del Eastern NY. Finalmente, pero no por ello menos importantes, son destacables tres actrices en breves pero memorables interpretaciones. Katherine Waterston, la magnífica intérprete de Puro vicio (Inherit Vice, EEUU, 2014), de Paul Thomas Anderson, realiza una sólida composición de Nancy, la expareja de Rotowski y madre de la hija de ambos. La expresión de su rostro dice mucho más que al hablar. Raquel Nave como Clara, el interés amoroso de Ollie, compone un personaje muy fuerte emocionalmente, madre de un recién nacido, que nunca pierde de vista su maternidad en la relación que tiene con el protagonista, prácticamente sexual en exclusiva. Finalmente es de recibo mencionar la labor de Kali Reis, compañera de Jodie Foster en True Detective, Noche Polar (True Detective, Night Country, HBO, EEUU, 2024), de Issa López. Reis interpreta a Nia Brown, la madre toxicómana y con VIH que tiene ese horrible y sangriento parto en una habitación cerrada con llave y que los protagonistas deben tirar abajo.
En resumen, no debería pasar de tapadillo este filme, el quinto en la obra de un realizador especial como es Jean Stéphane Sauvaire, en una trayectoria que deparará sorpresas. Memorable es, en definitiva, la puesta en escena, ruidosa y furiosa, tan implacable y sórdida en ocasiones, como lo que ocurre delante de la cámara, en perfecto equilibrio con sólidos y oportunos instantes de quietud y distensión, con breves fugas a la visión de la necesaria y terapéutica esperanza. Ciudad de Asfalto es uno de los grandes títulos del thriller actual, pese a su inconfundible aroma a cine de otro tiempo.