El martes 25 abrimos con Urubu a las 17.15, pequeño homenaje de Alejandro Ibáñez a la obra maestra de su padre, Chicho Ibáñez Serrador; Quien puede matar a un niño. Con ambientación selvática y una magnifica b.s.o, no termina de funcionar, por la traslación casi mimética del film de culto citado. El abuso de planos con drones también se da en Fuel, mediometraje de terror patrio, proyectado a las 20.45, que empieza como Duel, sigue con influencias Kingianas, y acaba como el rosario de la aurora; sin decidirse por ningún resultado. Buenas intenciones y mediocre conclusión. Entre medias, A Night Of Horror, antología episódica, al más puro estilo CREEPSHOW, con ritmo desigual (tara inherente a este tipo de films), que bebe de King, Barker y los cómics EC, y que se erige, sin duda, como lo mejor de la jornada.
El miércoles 27, a las 17.30, encuentro nostálgico con La Historia Interminable. Conmemorando el 40 aniversario de la publicación de la novela original de Michael Ende, una sala abarrotada se rinde una vez más, ante la magia de este clásico europeo, toda una oda a la fantasía y reivindicación de la imaginación por encima de todo. Siempre un placer revisitarla en pantalla grande. Vivarium pone la nota sórdida a las 19.3O. Sangrante y magistral disección sobre el concepto del hogar y las convenciones sociales sobre la pareja y la paternidad. El vivero del título, pesadilla inquietante protagonizada por un convincente Jesse Eisenberg y una imponente Imoogen Pots (premio en Sitges). Y de ahí a la pretenciosidad desbocada de Starfish, a las 21. 15. Drama apocalíptico con ínfulas experimentales, donde se mezcla onirismo Lynmchiano mal asumido, pop rock indie, y anime gratuito, para configurar una obra que, sin embargo, gustó a cierto sector.
Y si de anime hablamos, dos tacadas en un menú especial el jueves 28, cuyo entrante se dio a las 17.00 horas con la segunda sesión de cortometrajes, con joyas recuperadas del fimucinema, como Lobisome, Miedos o La Guarida (éstas últimas, de lo mejor del lote) y pequeñas sorpresas como Llámame Vampus, de Víctor Matellano y con un soberbio Saturnino García.
A las 18.45, Ride your wave, nos mete en el menú oriental. Lacriḿogeno cuento de amor post-mortem, entre Ghost, Always y La forma del agua, con sobredosis de sacarina y, eso sí, una animación portentosa. Completamente barrida en el recuerdo por la brutal (en todos los sentidos) Human Lost, a las 20.30. Pieza cyberpunk entre Akira y MATRIX, futurismo distópico en 2036, con un asombroso diseño a todos los niveles, y una trama que se degusta mejor con sucesivos visionados, configuró una de los gratops descubrimientos del festival. Pero el plato fuerte venía el fin de semana…