sábado, noviembre 23, 2024

Laura Hojman y la importancia de recuperar aquello que en su día, no tuvo lugar

Llegamos a los Multicines de Alcampo en La Laguna, Tenerife. Día de semana, por la tarde. Zona transitada pero todo preparado para la ocasión. Mi compañero y yo esperamos a Laura Hojman, guionista y directora de cine made in Sevilla que viene a presentar su último trabajo: “A las mujeres de España. María Lejárraga”. Un título directo, sin rodeos y con mucha carga social a la altura de un compromiso y unas ideas tan claras y fuertes como son las de Hojman. El documental se proyecta una hora más tarde así que, tenemos tiempo para vivir una crónica del tiempo sobre la trayectoria de esta arqueóloga de las historias que quedaron perdidas, a través de una charla distendida. Nos facilitan una de las salas y, con una luz tenue, ‘tomamos butaca’.

V.F.: Primero que todo darte las gracias por cedernos un ratito de tu tiempo. Sentarse con alguien, con una trayectoria y con un trabajo tan interesante como el tuyo, es un enorme placer.

L.H.: “Bueno, muchas gracias a vosotros jajaja, ¡al revés!”.

V.F.: Hablemos sobre tus inicios: estudiaste Historia del Arte y luego, hiciste un Máster en Gestión Cultural pero claro, luego acabaste siendo directora de documentales y de cine. Entonces… ¿Cómo empieza todo esto? ¿Por qué te decantas por la Historia del Arte y cómo acabas en el mundo del cine?

L.H.: “La verdad es que con 18 años tenía que elegir carrera y no tenía mucha idea de qué quería hacer en la vida. Había tenido un profesor de Historia del Arte muy bueno en COU y me gustaba también el periodismo. Sí que me gusta mucho la arqueología desde que soy pequeña y vi en Historia del Arte como una opción de estudiar algo que guarda relación con la arqueología. Yo pensaba dedicarme a eso. Después terminé la carrera, hice el Máster de Gestión Cultural y empecé a trabajar en festivales de cine y de música. Entonces, tuve la oportunidad de trabajar en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde conocí a Guille, que es mi socio actualmente. Ahí fue cuando entré en contacto por primera vez con gente que tenía productoras y gente que estaba empezando a hacer cortos. Entonces, aquello me fascinó”.

V.F.: Vamos, te atrapó totalmente.

L.H.: Sí, y fue todo un poco por casualidad. Como yo venía de Historia, empecé a trabajar como documentalista en documentales de tipo histórico. De la documentación, pasé al guión. De ahí, a trabajar como guionista en varios largos , cortos… Y ahí ya me picó el gusanillo. Yo reivindico un montón la figura del guionista y creo que las películas son casi más de los guionistas que de los directores. Pero sí que tenía ganas de llegar hasta el final… El guionista al final tiene que soltar un poco y darle paso al director y yo, tenía ganas de controlar el proceso hasta el final. Ahí me lancé a dirigir”.

V.F.: Y así fue que en 2018 debutaste como directora.

L.H.: “Sí, sí. Un poco inconscientemente. Bueno, vi el documental y decidí presentarlo. La verdad es que, no tenía mucha esperanza en que saliera pero, muy rápidamente, Televisión Española nos contactó diciendo que quería coproducir. Después empezaron a sumarse otras instituciones y bueno… Me gusta pensar que al final sí que acabé siendo un poco arqueóloga porque todo mi trabajo tiene relación con la memoria, con la búsqueda del pasado para entender el presente”.

V.F.: También por esa importancia de que para entender el hoy hay que poner las cosas en contexto, ¿no?

L.H.: “Yo creo muchísimo en eso y por eso siempre digo que mis documentales no hablan del pasado, de cosas que ya pasaron de alguna forma… sino que hablan del presente, aunque lo busque en personajes del pasado. Creo que es fundamental para entendernos, saber de dónde venimos y saber nuestros orígenes”.

V.F.: Y para saber a hacia dónde vamos…

L.H.: “Y saber a dónde vamos, obviamente. Me interesa mucho eso y siempre acabo tirando por ahí, por el camino de la memoria”.

V.F.: ¿Que supuso para ti tomar ese timón de la dirección que no habías tomado antes? ¿Cómo lo afrontas y qué supone para ti ese cambio de rol?

L.H.: “Yo, si te soy sincera, lo pasé fatal… terrible. Fue muy difícil porque yo no había dirigido nunca y enfrentarme a dirigir ese primer documental, que era un proyecto muy ambicioso y muy complicado. Tenía parte ficcionada, donde de repente yo tenía que dirigir a un equipo de actores, de maquillaje, de peluquería, arte, dirección de fotografía… Fue muy complicado porque fue un rodaje muy, muy difícil. Yo además de ser una persona muy insegura lo pasé muy mal, lo pasé fatal. Pero al mismo tiempo fue un máster que hice ahí. Después fue precioso porque fue un documental que se estrenó en la SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid), de los primeros documentales andaluces que se estrenaron allí. Ahora hay más, pero en ese momento, no era tan común. Para mí, eso fue mágico. Fue una maravilla y me dio mucha seguridad a la hora de enfrentarme a los siguientes proyectos”.

V.F.: En esa primera aventura como directora, ¿contaste con alguna ayuda o apoyo en esta tarea? Alguien en calidad de mentor o mentora, vaya.

L.H.: “Como digo, yo tengo la suerte de que tengo a Guille, que es mi socio, y que siempre me dice ‘venga Laura, pa’lante’. Yo soy mucho más insegura pero bueno, tengo ahí esa figura que siempre me anima y me hace tirar para adelante. Y pues así fue, aprendí a base de golpes. No tengo formación en cine, que es algo que a mí me asustaba bastante y que me generaba inseguridad…”

V.F.: Ese desconocimiento genera un poquito de vértigo, entiendo.

L.H.: “Claro pero, al final, he aprendido trabajando. En ese momento también considero que tenía sus cosas buenas porque he trabajado de una forma muy libre y sin prejuicios pero también, tiene su parte mala, obviamente. Tenía lagunas, sobre todo, en aspectos técnicos”.

V.F.: Ya han pasado cuatro años desde eso. Entonces, a día de hoy miras hacia atrás y, ¿qué balance haces de tu recorrido hasta el día de hoy?

L.H.: “Pues a mí sinceramente me ha cambiado la vida. A nivel personal, es increíble porque yo soy una persona muy tímida y siempre he tendido a sentirme un poco sola. A mí el cine me ha dado la posibilidad de sacar mi voz y entonces, he encontrado mucha compañía. Es precioso. Sobre todo con “Antonio Machado. Los días azules”, el ‘docu’ anterior, que tuvo un montón de repercusión y un éxito relativo. Eso vitalmente, ya no digo profesionalmente, ha sido increíble. Creo que me dedico al cine por eso… para mí esa es la magia del cine: la capacidad de conectar con un montón de personas de una forma muy íntima y muy profunda. Todavía hoy me siguen llegando un montón de emails, cartas y mensajes de gente que me que me da las gracias, que me cuentan cosas íntimas de su vida y que tras las redes me abrazan. Es algo muy importante y que me ha conectado tanto con la gente. Por eso creo que lo es en la magia del cine, la de poder conectar con una persona que está en otra ciudad, que no tiene nada que ver contigo, que tiene una historia absolutamente diferente pero que, por un rato, una hora y media o dos horas en una sala, está sintiendo lo mismo que tú”.

V.F.: Esa es la magia y el poder de las historias.

L.H.: “Del arte en general. Para mí, eso es increíble. Si miro atrás, veo “Tierras solares”, que es mi primer documental y digo: ‘ostras, esto no lo habría hecho así ahora mismo’ jajajaja… pero es bonito. Para mí es un ‘docu’ que es imperfecto y al que le tengo un montón de cariño porque veo que hay mucho de mí y veo cómo he cambiado como persona, también”.

V.F.: Siguiendo la línea de las historias… ¿Cuánto de Laura hay en las historias y cuánto de las historias hay en Laura?

L.H.: “Pues, de Laura en las historias hay muchísimo y al revés, también. Justo estaba haciendo otra entrevista antes y me preguntaban qué diferencia había entre un reportaje y un documental. Entonces, yo creo que ahí está la clave. Creo que la idea del documental como reportaje es algo que está ya superado y la diferencia para mi está en que en el documental hay un componente muy grande de subjetividad. El reportaje, que es algo periodístico, tiene que ser algo absolutamente objetivo e informativo. En los documentales hay un componente artístico, emocional y subjetivo. Yo siempre digo que mis documentales hablan de mí. Una cosa es la trama, que puede ser el personaje, el contexto histórico o los subtemas que hay pero para mi, hablan muchísimo de mi. Son super personales. De hecho, son como una especie de terapia, de autoanálisis y de conocerme”.

V.F.: ¿Puede ser que incluso hayas llegado a conocer partes de ti que no sabías que estaban a través de lo que haces?

LH.: “Totalmente. Con cada documental que he hecho me he conocido, me he entendido y he entendido cosas que me pasaban o conflictos que tenía con el mundo. Por eso digo que para mí son como una terapia absolutamente. Es muy bonito porque no solo es conmigo… es con el resto, es algo colectivo. Por eso, me encantan los coloquios que se dan en las proyecciones. Llevo dando muchísimos desde marzo y es precioso porque se genera un espacio de reflexión. Es casi una terapia colectiva porque lloramos, nos emocionamos, nos reímos… Incluso, el público me enseña cosas que yo no había pensado de mis propios documentales, es maravilloso. Es una pasada”.

V.F.: A lo largo de tu trayectoria en el mundo del cine y de pasar por varios roles, ¿qué dificultades te has encontrado a nivel personal en lo que respecta a ser mujer dentro de este mundillo y ya más como directora que, a lo mejor, es el papel que más sobresale?

L.H.: “Me he encontrado muchísimas. Muchísimas. Hay gente que no se lo cree o que tiene una idea del cine como si fuera un mundo muy moderno, progresista, abierto… y ojo, que yo también la tenía. La realidad es que es un mundo muy, muy difícil para una mujer. Podría nombrarte muchísimas situaciones pero quizás cuándo más lo he notado, fue a raíz de “Antonio Machado. Los días azules” que me colocó en un lugar muy visible ya que el documental ganó muchísimos premios. Fíjate que, precisamente, este fue uno de los temas que quise tratar en este documental y de hecho, Remedios Zafra, lo define muy bien cuando habla de cómo funciona el patriarcado a través de los prejuicios callados. Es exactamente así. A mi me dicen muchas veces ‘bueno Laura, en el cine no existe el machismo porque mira, tú eres directora, te va muy bien, has ganado premios…’ y ahí es cuando digo ‘no, es que no funciona así’. A mi nadie me viene cara a cara y me dice ‘tú no puedes dirigir, no puedes ser guionista o no puedes hacer esto porque eres mujer’. Obviamente no funciona así pero, funciona a través de esos comentarios, “bromitas”… a veces, comentarios que parecen bien intencionados o que, incluso, la gente los hace no queriendo hacerte daño, porque es algo que está tan interiorizado que te lo dicen como si no fuese malo”.

V.F.: Por ejemplo, en una entrevista dijiste que una vez llegaste a un rodaje y te preguntaron si eras la maquilladora.

L.H.: “Ah bueno, eso sí. Tal cuál. Pero me refiero más a cosas que me pasan mucho ahora porque encima, si te va bien, es peor. He llegado a escuchar que claro, te dan premios y reconocimientos porque apoyar a la mujer es lo que está ahora de moda. Se sigue desacreditando tu trabajo y tu esfuerzo”.


V.F.: Estás al frente de la productora Summer Films, a través de la cual, se han producido tus documentales. ¿Cómo nace este proyecto en 2016?

L.H.: “La productora nace de Guille, mi socio, que la creó cuando estaba en la facultad. Poco a poco yo empiezo a trabajar como guionista y bueno, y al final acabo incorporándome como socia. Tanto Guille como yo, somos guionistas y directores pero, nos vimos un poco en la obligación de crear la productora para poder sacar adelante nuestro propios proyectos. Cuando eres creador, encontrar a alguien que te produzca películas quizás es la parte más difícil. Al final, acabamos convirtiéndonos en nuestros propios productores para poder sacarlas adelante. Al final o consigues una productora o te haces tú mismo productor, y ese fue nuestro caso. Es complicado porque somos dos personas que lo hacemos todo: vivimos, dirigimos, producimos, distribuimos… pero, por otra parte, eso también nos hace tener mucha libertad”.

V.F.: Vamos a enfocarnos más en el documental. De antemano, darles la enhorabuena, ya no solo por el trabajazo sino también, por lo que conlleva a nivel social. Entonces, ¿qué te llevó a María Lejárraga y cómo fue ese primer contacto con su historia?

L.H.: “Llegué a través de Antonina Rodrigo, que es una mujer maravillosa de Granada, que ha trabajado durante muchos años en la recuperación de todas esas mujeres que forman parte de nuestra historia, de nuestra cultura y que están absolutamente olvidadas. Ha hecho un trabajo de memoria histórica sobre la mujer. A mí, me interesan mucho estos temas entonces, leyendo llegué a María Lejárraga a través de un libro de Antonina Rodrigo. Entonces claro, yo no la conocía para nada y cuando empiezo a leer todo lo que dice esta mujer que es realmente una de las mujeres más influyentes de nuestra historia contemporánea y que nadie la conoce… digo ‘¿¡cómo es posible!?’. Me entró una especie de rabia de decir bueno, es que esto no puede ser así, hay que contarlo. Lo siento como una especie de responsabilidad social, porque al final, quienes nos dedicamos al cine o a la cultura, tenemos ese poder y esa una ventana para llegar a mucha gente. No digo que todos lo tengamos que hacer, pero yo lo entiendo así. Tengo esa responsabilidad y me planteo la necesidad de abrir un debate y una reflexión: ¿cómo es posible y que pasa para que una mujer como María Lejárraga y tantísimas otras, caiga en el olvido?”.

V.F.: Sobre todo teniendo en cuenta, por ejemplo, que una de sus obras se representó en Broadway en los años 30, ganó un premio a nivel nacional de dramaturgia, hizo más de 90 obras…

L.H.: “Esa fue la motivación para hacer el documental. ¿Qué ha pasado y qué estamos haciendo todavía hoy en día en un país ya democrático y que se pretende igualitario? ¿Dónde está la historia de las mujeres? No estamos en los libros de texto y nos educaron pensando que las mujeres han tenido un papel absolutamente secundario en la historia, que no existieron ni en las artes, ni en la ciencia, ni en la filosofía, ni en la política… pero, no es verdad. Sí que estuvieron pero, la historia oficial decidió olvidarlas”.

V.F.: Es lo que se suele decir, que lo que no se nombra no existe.

L.H.: “A mí nace y me nace como algo personal. Obviamente, es la historia de María y es la historia de una generación de mujeres pero también, es mi historia y me siento muy representada en lo que estoy contando. Además, a lo largo de todos estos meses que se ha proyectado, estoy viendo que también es un poco la historia de todas. Hay cosas que son de nuestras vivencias, de nuestra experiencia que son comunes y que nos han pasado a todas: el no sentirnos escuchadas a veces, infravaloradas e invisibilizadas”.

V.F.: ¿Cómo ha sido todo este trabajo de documentación y también de producción a la hora de llevar a la realidad todo lo que estaba en papel? ¿Cómo ha sido este proceso?

L.H.: “Pues no ha sido tan largo. Como somos una productora pequeñita e independiente, al final, tenemos unos plazos super pequeños y hacemos los documentales, relativamente, muy rápido. Todo el proceso lo hicimos en menos de un año. Disfruto mucho en el proceso de documentación y de escritura de guion, junto con el montaje. El rodaje no jajaja… yo soy de las que lo pasa fatal pero, fue muy interesante y apasionante. También lo afrontamos con un poco de cabreo a veces porque te das cuenta de cómo se nos ha ninguneado y de cómo se nos sigue ninguneando. Cuando empecé a leer estudios del papel y de la presencia de las mujeres, por ejemplo, en los libros de texto hoy en día, un estudio de Ana López Navajas concluye que es de un 7,3%. Es terrible y entonces, te cabreas mucho. Eso también hizo que yo quisiera hacerlo con más ganas. Después, a la hora de buscar material de archivo, por ejemplo, no ha sido nada fácil porque las mujeres no están en los archivos. Venía de hacer el documental de Machado o el de Rubén Darío de los que, obviamente, hay un montón de material de archivo. De las mujeres y de una mujer que además firmaba con el nombre de su marido…. ha sido muy, muy complicado. Ha sido el documental más complicado de todos de los que he hecho”.

V.F.: Tiene que haber sido súper también súper frustrante porque es que, tampoco es algo que te lo puedes inventar.

L.H.: “Claro, claro. Ha sido muy difícil pero bueno, al final pues hemos ido ahí tirando del hilo. Me he podido rodear, también, de mucha gente de las que participan en el documental que me han ayudado a poner la historia en pie. Eso sí que es bonito. Además, he tenido la suerte de contar con el sobrino-nieto de María, que nos facilitó un montón de material de archivo. Hemos ido armando un poco el puzzle entre todos”.

V.F.: Estar con un familiar de María y que te lo cuente tan de cerca habrá sido emotivo, ¿no? ¿Cómo fue esa experiencia?

L.H.: “Pues lo más emotivo, realmente, fue que nos abrió las puertas de la casa donde están todos los muebles y objetos personales de María. Entonces, yo pude trabajar con ellos directamente y de hecho, pude tocar y rodar con la máquina de escribir de María Lejárraga. Y bueno… también tocar sus libros, su libro de recetas y ver sus apuntes. Para mí esto fue lo más emocionante”.

V.F.: Entonces, María sí que está en el documental.

L.H.: “Jajaja… Sí, está en el documental. Claro que está. De hecho, me acuerdo un momento concreto en el que hay una parte que es ficcionada con una actriz que pone cara a María. Entonces, le llevamos la máquina de escribir y ella nos dijo: ‘uy, qué bonita la máquina así, antigua’. Entonces claro, era la máquina de María y en ese momento a Cristina Domínguez -la actriz- se le cayeron las lágrimas y solo decía ‘no me lo puedo creer’. Eso fue muy emocionante”.

V.F.: Igual esto habría que preguntárselo a la actriz pero, ¿cómo fue ver a María a través de Cristina? ¿Cómo fue esa experiencia en el rodaje?

L.H.: “Pues mira, eso ha sido precioso y fue una cosa que no estaba en el primer guión. Se me ocurrió después porque vi la necesidad de introducir un poco de ese lugar bello, divertido, alegre y luminoso de María, porque ella era así. El documental, al final, es reivindicativo y cuenta una historia que es dura y triste pero, yo tenía muy claro que no quería contarlo desde ese lugar. Quería ser fiel al carácter de María y contarlo desde un lugar luminoso porque, además, yo creo mucho en eso. Creo que hasta las historias más duras, pueden contarse desde la belleza. Pese a que en las fotografías se ve todo lo contrario, era una mujer con un sentido del humor impresionante y eso se ve cuando lees sus obras. Yo quería que eso estuviera ahí. Entonces, ahí fue cuando di con la fórmula de introducir a una actriz que pusiera rostro a María y que le devolviera la sonrisa. Y qué risa la de María… Era muy característica y todos sus compañeros hablaban de ella. Tenía que estar presente. Después he visto que es una de las cosas que más gustan del documental. Mucha gente me ha dicho cosas muy bonitas”.

V.F.: Es verdad que, al final, eso es lo que nos hace empatizar como la ficción y con los personajes al llevarlos más a tierra.

LH: “Ser fiel al personaje es muy importante y es algo que yo intento en mis documentales. No se puede contar desde el mismo tono la historia de Machado que la de Rubén Darío o la de María Lejárraga. Cada uno tiene su personalidad, su luz y su forma de ser. Me gusta mucho ser fiel a eso, al tono y a la musicalidad de cada uno”.

V.F.: Como hemos ido hablando a lo largo de la entrevista, detrás de todo este trabajo también hay una reivindicación y una necesidad ya más a nivel social y de crear cambio.

L.H.: “Absolutamente. Esa fue la primera motivación para hacer el ‘docu’ y de hecho me influyó mucho en la forma de hacerlo y en la forma de contarlo porque quise que tuviera una narrativa amable y didáctica. Quizá no en lo que está más de moda en el documental actual y que podía ir en mi contra pero, me lo tomé más como una responsabilidad social que como algo cinematográfico. Entonces, para mí era importante que llegara bien y que pudiera conectar con personas que, a priori, no irían a ver un documental feminista. Tuve muy en cuenta que tenía que tener una forma sencilla y ojo, que sencillo no quiere decir que no sea complejo lo que estás contando. Quizás eso ha sido lo más difícil, hacer que algo que es complicado parezca fácil en la narrativa y que uno se lo coma y se lo beba como algo que fluye, que es amable y que es bonito. Está muy pensado eso para que llegara al mayor número de personas posible”.

V.F.: Vamos, hacerlo universal en ese sentido.

L.H.: “Si, y por ejemplo, algo que me está pasando es que un montón de institutos y colegios me lo piden -el documental de María Lejárraga- y eso es fantástico. Al final, eso es lo que hace que la gente se vaya concienciando y que los institutos puedan trabajar con este documental y puedan conocer a través de María a todas estas mujeres. Los profesores, que tampoco tienen ni idea, me dicen: ‘mira, es verdad, en nuestros libros de texto no aparecen ni María ni todas estas mujeres que se nombran aquí’. Pero, también me cuentan que elaboran unas fichas de trabajo para que los alumnos las conozcan y que las están dando en clase. Incluso, el otro día un profesor me escribió y me dijo: ‘no, ¡y les ha caído en el examen!’ jajaja… entonces, eso es lo que yo quería y me parece maravilloso”.

V.F.: Con lo que mencionas, también es muy interesante hablar de la cultura como una herramienta didáctica y primordial como factor para el cambio. Llegar a las aulas puede ser una barrera a romper por cómo está estructurado el sistema. ¿Cómo ves tú este panorama? Porque también es cierto que a veces la cultura se reduce al mero entretenimiento cuando puede ser un recurso muy poderoso para cambiar las mentes y alentar el progreso.

L.H.: “Bueno, yo es que creo en el poder transformador de la cultura profundamente. También, hay algo ahí que me da un poco de pena y lo hablaba el otro día con Vanesa Monfort y es que, al final, lo que no está haciendo el mundo académico, se está haciendo desde el mundo del arte. Es decir, esta reivindicación y esta recuperación de un montón de mujeres, autoras, escritoras, científicas… se está haciendo desde el teatro, el cine, la novela; pero, no se está haciendo desde el mundo académico. Entonces, ahí está muy bien por la cultura pero, también hay que llamar la atención sobre esto. Por otra parte, me dicen muchos profesores: ‘oye, que nosotros estamos creando una página web para trabajar con ella, donde incluimos a todas estas mujeres’ o ‘estamos elaborando nuestra propia ficha de trabajo’. Esto es maravilloso y son unos héroes porque lo hacen desde el voluntarismo y desde la profunda convicción porque son unos profesionales maravillosos que quieren a la educación pero, no debería ser así. Esto debería venir desde lo oficial, desde los libros. La buena intención y el voluntarismo de los profesores que en sus ratos libres se dedican a hacer esto, no tendría que estar supliendo las carencias de un sistema. Ahí es donde tenemos que llamar la atención. Obviamente la cultura tiene este poder y quizá, sirva para pegar estos tirones de oreja y para poner de manifiesto cosas que no se están haciendo”.

V.F.: ¿No crees que esto, al final, puede ser un arma de doble filo?

L.H.: “Sí, sí, por supuesto, obviamente. Pero eso ya está en cada uno. Yo no puedo entender mi cine sin un compromiso porque no entiendo mi vida sin eso. El cine es mi medio de expresión y sinceramente, creo que no podría porque yo trabajo desde un lugar muy personal. Obviamente, todo el mundo sabe de qué palo voy y eso a veces puede jugar en tu contra. Comprometerse con algo…”

V.F.: Conlleva algún riesgo.

L.H.: “¡Claro!, porque siempre habrá gente que no esté de acuerdo contigo, obviamente. Pero, yo lo entiendo así. No lo entendería de otra forma. La cosa es hacerlo. Cuando uno se compromete con su trabajo, el trabajo llega y eso es precioso. Obviamente, no le va a gustar a todo el mundo y habrá sitios en los que te veten pero, por otra parte, para algunas personas va a ser muy importante, vas a emocionar, vas a tocar y vas a remover. Y ese es el sentido de todo esto”.

V.F.: También es que, el verdadero cambio empieza ahí. No se tiene que impactar sobre, a lo mejor, mil personas. Con que impacte en una, ya se está generando el cambio.

L.H.: “Totalmente. Me ha pasado cuando he ido a algunas proyecciones que, en algunos lugares, igual no eran muy afines. Y bueno, a lo mejor en un aula o en una proyección he visto como hay gente que no conectaba nada porque no era afín al tema pero, habían dos o tres que de repente tu si notas que les has tocado e incluso te hacen preguntas. Por esos dos o tres o por ese uno, merece la pena”.

V.F.: Para ir cerrando ya que, como hemos hablado y recorrido en esta charla, tienes un recorrido experimentado y hemos hablado también de las dificultades con las que se encuentra la mujer en la industria… ¿Qué mensaje podrías transmitirles a todas esas chicas que se quieren introducir en este mundo y que quieren poner en pie sus historias?

L.H.: “A veces me siento rara diciéndole cosas a las chicas más jóvenes, porque creo que las chicas jóvenes tienen muchísimos menos complejos que yo. Yo me fijo mucho en ellas porque me encanta que trabajan desde un lugar mucho más libre y con menos prejuicios o menos miedos de los que he tenido yo pero, les diría que sí, que no lo van a tener fácil. No lo es. Que sigan adelante y que no intenten cambiarlas y que no tengan miedo a ser lo que ellas porque lo maravilloso, como decía antes, es es poner verdad en lo que uno hace. Yo creo que ese es el secreto de todo: creerse lo que uno está haciendo, exponerse y pensarse muy bien por qué quiero dedicarme a esto. Para mí es una necesidad vital, y el contar cosas. Yo creo mucho en esto y en que cuando uno se expone sin miedo, se abre y pone verdad en lo que hace, ahí es cuando se conecta. Entonces, adelante. Tendrán que aguantar muchos comentarios y muchas “bromitas” y muchas tonterías pero, que merece la pena. Si lo que yo hago, de alguna forma, sirve un poco de inspiración para alguien, pues creo que es lo más bonito del mundo. Realmente, ya te digo, me siento un poco tonta dando consejos a las chicas jóvenes, porque creo que van a arrasar todas, de verdad”.


V.F.: Pero, hubo quienes tuvieron que correr para que las demás pudieran caminar.

L.H.: “Sí, sí, igual que yo me fijo en muchos otros referentes. Y que no sé… qué que no se dejen avasallar, que es un error que yo he cometido. A las mujeres siempre nos han educado para que seamos complacientes, sonriamos y seamos simpáticas y agradables. Tengo que aguantar muchos de estos comentarios “en broma” y a veces, no he contestado y lo sigo haciendo muchas veces. Tengo una lucha conmigo de decirme: ‘no Laura, no sonrías, tienes que contestar’. Esto no significa que tengas que ser una borde, porque yo no lo soy pero, hay que ser clara, hay que poner unos límites, hay que decir no y dignificar nuestro trabajo. No voy a permitir que legitimen mi trabajo, ni que me creen inseguridad, ni que me hagan creer que no valgo. Hay que contestar y hay que ser firme. Es muy difícil porque tenemos todavía ese complejo y también es difícil de gestionar pero les diría que sean firmes. Que no se dejen avasallar por ese tipo de comentarios, que no son bromas y que no son inofensivas. Esas palabras nos hacen daño a nosotras y hacen daño a la sociedad. Es algo con lo que tenemos que luchar. Que no tengan miedo a contestar, no van a ser ningunas antipáticas. Al revés, nos están ayudando a todas”.

Entrevista realizada por Vicky Ferrer.

Autoría de fotografías: FilmAnd, La Razón y Summer Films.

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