viernes, noviembre 22, 2024

Gulatek nos habla sobre la película «As bestas»

En «Ethics: Inventing Right and Wrong» (1977), John Leslie Mackie afirma que no existen los valores objetivos: la ética debe inventarse en lugar de descubrirse.

El escepticismo moral, como certidumbre metaética que niega las verdades cognoscibles, es el let motiv del grueso de la filmografía de Sorogoyen, un realizador que no se amedrenta a la hora de explorar los matices cenicientos de la naturaleza humana y su volubilidad, la frontera entre el raciocinio y el animal, la civilización y el embrión.

Y es en el seno de ese mundo cavernoso y atestado de vericuetos cuando se aventura a abordar, sin pudor y con rotunda honestidad, el idilio de Elena y Jean (Mata Nieto y Jules Porier), una «huérfila» y un adolescente cuyos caminos se entrecruzan en «Madre» (2019): el simiente de un universo de criaturas ambivalentes e instintivas en el que conviven «Que Dios nos perdone» (2016), «El Reino» (2018) y «As Bestas» (2022).

Porque el instinto es la esencia del ser, el germen de su supervivencia y de su brutalidad: el nervio desalmado que impulsa a Charlie Venner (Del Henney) y Norman Scutt (Ken Hutchison) a violar ferozmente a Amy Sumner (Susan George) en «Perros de paja» (Sam Peckinpah, 1971), largometraje en el que se inspira Sorgoyen para construir un thriller agreste a partir de la reflexión sobre la violencia del western europeo de Peckinpah.

La violencia implícita como tono latente de un relato estremecedor y desasosegante que en sus dos primeros actos, mesmerizantes y catárticos, se acerca a la visión de lo trágico y lo grotesco que dibujaba Valle-Inclán en «Divinas Palabras» (1919).


Una violencia que planea veladamente sobre el tercer acto, susurrando a sus personajes en lugar de instigarlos, dando pie a un contraste tonal que deviene en historia de redención, despojándose así de su bestialidad para ahondar en el vacío existencial y la soledad como refugio de la desesperanza.

Sorogoyen rueda «As Bestas» (2022) con un estilo que recuerda al realismo sucio latinoamericano de Víctor Gaviria o Sebastián Cordero, invisibilizando el velo que separa la realidad de la ficción y fundiendo el séptimo arte con la materialidad misma de la vida para acallar el raciocinio que desvela de la ensoñación del largometraje.

Valiéndose de dilatados planos secuencia, como el que disecciona la hirsuta y sublime discusión entre Olga y Marie (Marina Foïs y Marie Colomb), cargada de una verdad palpitante que se asoma al teatro de Henrik Ibsen o Alekséi Písemski, o, por el contrario, estableciendo planos fijos, como el que se prolonga inquietantemente mientras Antoine, Xan y Lorenzo (Denis Ménochet, Luis Zahera y Diego Anido) intercambian pareceres en la que posiblemente sea la escena más paradigmática del filme, Sorogoyen sitúa siempre a los personajes en el foco de su cámara para desatar los acontecimientos a partir de las figuras dramáticas que componen el relato.

Luis Zahera, actor fetiche de Sorogoyen a partir de «Que Dios nos perdone» (2016), consolidando dos años más tarde su estatus de secundario de lujo en «El Reino» (2018) con una interpretación mayúscula, imparte una estratosférica lección interpretativa que lo eleva automáticamente al Olimpo de Alfredo Landa, Fernando Fernán Gómez o Imanol Arias, eclipsando por comparación a actrices de la talla de Marina Foïs, o incluso a la sorprendente Marie Colomb, quien se disputa el rol de secundaria estelar con Diego Anido.

«As Bestas» (2022) se perfila como el mejor largometraje del año e hito del cine patrio, con un Sorgoyen clarividente a los mandos que lo va a tener realmente difícil para superar esta obra magna en filmes venideros.

Imprescindible.

Imagen promocional de la película

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