Carine Mertens fue la esposa de Alfonso Mertens, el creador del Taller de Artes Gráficas de La Recova que ahora parece estar a punto de retomar su actividad tras más de dos años de obligado cierre. Por lo tanto cree que en este momento lo que toca, “es ser muy positiva para intentar que vuelva a funcionar, como queremos todos”, una vez que los últimos años han estado marcados por la mala suerte. Al obligado cierre por la la pandemia se unieron luego las consecuencias de unas intensas lluvias que dejaron en mal estado parte de las instalaciones.
Personalmente, visitó el taller en una única ocasión después del fallecimiento de su marido y pudo comprobar cómo encontraba el local y la valiosísima maquinaria. Aprueba sin reservas la decisión de que sea un anterior profesor, Fabián Castilla Labrador, el hombre de confianza de Alfonso Mertens quien asuma la gestión de este espacio. “Ha sido la mejor noticia que nos podían haber dado. Es estupendo porque es la persona adecuada para dirigirlo. Estoy segurísima que Alfonso lo hubiera elegido a él, sin ninguna duda. Segurísimo”.
El problema es que planea una cierta incertidumbre en cuanto que en principio el Ayuntamiento sólo permitirá que las instalaciones funcionen como escuela para dar clases y no como un taller que pueda ser de nuevo utilizado por artistas, tal y como ocurrió en su momento. “Sólo puedo decir que efectivamente Alfonso siempre quiso que fuera un centro internacional para artistas porque al principio llegaba mucha gente de afuera. Él quería que sirviera para que trabajaran creadores pero por lo menos si abre como escuela, algo es algo. Tal y como están las máquinas y las instalaciones, lo importante es que comience a funcionar”, dice Mertens.
Tras su muerte la familia cedió este valiosísimo legado al Ayuntamiento y tan sólo uno de sus hijos se quedó con dos máquinas antiguas. Pero ahora se está en conversaciones para donarlas también al Organismo Autónomo de Cultura (OAC) de forma gratuita.
Carine es de nacionalidad belga como su marido pero lo conoció cuando éste decidió trasladarse al Sur de Tenerife para desarrollar allí su labor en el taller de artes gráficas que luego se ha convertido en legendario. Ella también residía en la Isla pero su acercamiento no tuvo nada que ver con este mundo al que dice ser totalmente ajena. En aquel entonces Alfonso montó todo un centro internacional en el mismo pueblo de Arona al que comenzaron a llegar profesionales de parte del mundo atraídos por la creciente fama que iba adquiriendo el taller. “El tenía ya su reputación en Bélgica y además había conseguido muchos contactos, especialmente con extranjeros y algunas personas de aquí”.
Recuerda perfectamente el momento en el que decidieron trasladarse a Santa Cruz tras llegar en los años ochenta a un acuerdo con el Ayuntamiento, cuyo alcalde entonces era Manuel Hermoso. La mudanza no resultó nada sencilla porque tuvieron que traer 26 toneladas de maquinaria lo que obligó a realizar el viaje de noche a través de la autopista en camiones escoltados por la policía. Durante años ocuparon las dependencias del Viera y Clavijo cedidas por la Corporación local, una época que recuerda como muy significativa en cuanto se produjo un importante movimiento de estudiantes y artistas que acudían a lo que se convirtió en un centro cultural de renombre internacional.
Entre los creadores principales que usaron el taller recuerda a la palmera Maribel Nazco, Premio de Canarias de las Bellas Artes o Maribel Morales, quienes tal y cómo marcaban las normas no escritas cedieron parte de sus obras a cambio de utilizar las instalaciones. El resultado es que en la actualidad existen unos fondos de alrededor de 3.500 piezas de destacados artistas que en esta nueva etapa deben ser en gran parte clasificadas para luego pasar a ser custodiadas en el museo de Bellas Artes de Santa Cruz. En su momento contaron con la colaboración de una estudiante italiana que llegó a través del programa Erasmus y se encargó de realizar estas labores pero no es difícil hacerse a la idea de que resultó imposible abarcar la totalidad de los fondos.
Carine admite que su relación con el taller siempre fue un tanto lejana ya que según dice, “no era mi mundo, pero está claro que me gustaba mucho lo que se hacía allí y más aún a nuestros cinco niños”. La cesión al Ayuntamiento se llevó a cabo en una época complicada como fue la de la pandemia, aunque sorprende el respaldo que recibieron desde la época de Hermoso y que se contrapone al actual abandono, a veces incluso indiferencia.
“Él siempre tuvo un apoyo desde el principio. Yo creo que fue porque la idea era importante, trabajaba mucho, lo hacía bien y era un hombre con mucho carisma”. Esta es la razón por la que la familia le gustaría que se volviera a retomar ese apoyo institucional, aunque lo cierto es que la pandemia y la muerte del promotor han hecho que se haya retrocedido años.
Carine tienen recuerdos especialmente positivos de la época en la que el taller estuvo en el Viera y Clavijo a donde solía ir por la noche con sus hijos para buscar al marido. “Me acuerdo sobre todo, del buen ambiente que había, cómo la gente no paraba de trabajar y venían muchas personas de afuera”. Luego llegó el acuerdo con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y la de La Laguna que supusieron un impulso definitivo, “y a partir de aquí fue cuando comenzó a venir más y más gente de todos lados”, recuerda.
Confirma que una vez jubilado su marido tenía como costumbre diaria e irrenunciable acudir cada día al taller, “porque aquella era su vida”. Como ejemplo indica que el día de las lluvias se despertó de madrugada y bajó a La Recova caminando para ver si se había producido algún daño. “Era su alma y su mundo, fue un hombre especial”, asegura después de casi medio siglo de matrimonio y el fallecimiento a una edad un tanto temprana. El creador, tuvo que jubilarse porque sufrió dos accidentes y entonces Fabián se convirtió en su auténtico apoyo y su mano derecha. “Eso por supuestísimo, para nosotros ha sido una suerte dar con una persona como Fabián”.
De las numerosas máquinas que estaban en su poder, ella se decanta por una que tenía una figura de un león y que llegó a estar en el salón de la casa pero luego llevaron al taller, no sabe muy bien porque razón. “Seguramente Alfonso prefirió tenerla en La Recova, porque en realidad aquella era su otra casa”. Cuándo se le pregunta cómo definiría a su marido, tras pensarlo durante varios segundos se limita a responder: “Un hombre amable”.
Alfonso sintió una inusual pasión por las artes gráficas siendo apenas un adolescente hasta el punto de que llegó a montar un taller en un palomar de su casa en Bélgica. No se sabe muy bien de dónde le vino esta afición porque su padre tenía una venta y además su esposa confiesa que su marido “no era muy hablador” y nunca le contó exactamente porqué llegó a sentir tanta pasión por esta profesión. “Sí me dijo que estuvo en un colegio en el que había una rama de Bellas Artes, que iba a clase por las noches y así poco a poco se fue metiendo en este mundo”. Nacido en el año 1941 en la ciudad belga de Turnhout su verdadero nombre era Alphonsus Agustinus Mertens.
La transformación en Alfonso tuvo lugar cuando llegó a Tenerife en 1972 después de atravesar determinados problemas personales y decidiera asentarse en la Isla con sus dos hijas mayores, debido a que le habían ofrecido montar un taller en Ten Bel, lugar en el que Carine lo conoció. Pero al poco tiempo no le gustó el desarrollo turístico que iba adquiriendo este punto de la Isla y optó por desplazarse al pueblo de Arona. Luego surgió el ofrecimiento del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife que lo convenció para asentarse primero en el Viera y Clavijo y después en 1990 en La Recova.
De sus trabajos recuerda que fue el primero en hacer un escenario para el Carnaval en el año 1987 y que también diseñó la cubierta de la plaza de Toros, actualmente en total estado de abandono. En principio no se decantaba demasiado por la vertiente artística, de manera que en realidad fue al final de su vida cuando comenzó a dibujar, especialmente árboles. “Si se cansaba de hacerlo con una mano lo hacía con la otra. En mi casa todavía tengo muchos dibujos pero en el taller su labor era otra, más bien enseñar y coordinar”, indica por último.