Juan Álvarez es uno de los dibujantes que han marcado una época en el mundo del cómic nacional y, por lo pronto, no parece dispuesto a dejarse llevar por la nostalgia o contentarse con las medallas y batallas ganadas. Más bien al contrario, el objetivo es seguir ahondando en su propio camino. Prueba de ello es su reciente obra autobiográfica, Sueños de Tinta, en la que relata lo ocurrido cuando, a finales de los setenta, llegó desde el pueblo murciano de Mula a Madrid con el deseo de convertirse en dibujante, un sueño que siempre tuvo claro y en el que nunca se interpuso alternativa alguna.
Desde que con ocho años empezó a leer los relatos de El Teniente Blueberry y Tintín, decidió cuál iba a ser su profesión y así lo ha hecho hasta ahora, momento en el que puede hacer un balance positivo de su carrera, precisamente por contar con una trayectoria. Entusiasmado él mismo, explica el contenido de su nuevo trabajo y cómo está siendo la respuesta del público cuando apenas han transcurrido unos pocos días desde que vio la luz.
-Estoy muy contento. Sueños de Tinta acaba de nacer y precisamente lo estoy presentado durante estos días. Primero lo hice en Murcia, después en Madrid y este fin de semana le toca a Barcelona. A ver qué pasa. Por lo pronto, las expectativas son muy buenas y las críticas de un grupo de personas de las que me fío y me interesan mucho han sido maravillosas. Son profesionales que han encontrado en el libro una narrativa que consideran preciosa y me han dicho que les ha emocionado muchísimo. Confío en personas con renombre a las que les hago mucho caso.
-Canarias está en la lista de lugares que visitarás para presentar este trabajo coincidiendo con los actos del XX Salón del Cómic de Tenerife.
-Sí, el día 23 estaré en La Laguna, en la Librería Lemus, presentándolo y firmando libros, el 22 daré una charla en la Escuela de Arte Fernando Estévez y el 25 lo haré en la Librería Moebius de Las Palmas de Gran Canaria. En realidad, estas visitas no son nada nuevo porque mi mujer es de Gran Canaria y cada dos meses voy por allí. Tenemos casa y conozco a las islas muy bien.
-Tus principios son bastante similares al de muchos dibujantes, aunque lo curioso es que nunca tuviste ninguna duda a lo que te ibas a dedicar y ni siquiera te planteaste un empleo diferente, aunque solo fuera para sobrevivir.
-Siempre quise hacer cómics desde que, con ocho años, vi aquella portada maravillosa de Tintín que se llamaba Los Cigarros del Faraón. A partir de ahí, nunca me planteé ninguna alternativa que no fuera dibujar y siempre perseguí ese sueño. Jamás he hecho otro trabajo. Tuve la suerte de que cuando llegué a Madrid me surgió la oportunidad de hacer dibujos animados para la televisión con Hanna Barbera y luego con Las Aventuras de Don Quijote de La Mancha. También he hecho storyboards para la tele alemana y canadiense. Es un orgullo haber trabajado en tantos sitios diferentes y experimentar en parcelas distintas.
-¿Te interesa el cine?
-Nunca me he dedicado al cine y, en realidad, en las televisiones solo he estado cuando me han hecho una entrevista. Siempre he trabajado en estudios externos.
-Comenzaste en el mundo del cómic dibujando historietas inspiradas en El Teniente Blueberry y Tintín hasta llegar a El Jueves.
-Pues sí, esas lecturas y las de Raf en Bruguera me encantaban y luego está El Jueves, al que he estado ligado durante 29 años. En su día mandé a la revista unas tiras que hacía para la revista Campus de la Universidad de Murcia y Gin el director, me llamó. Más tarde vio unas páginas coloreadas por Jorge G al óleo, se entusiasmó y ahí fue cuando nació Los Mendrugos. En todo ese tiempo, hemos participado también en publicaciones como Puta Mili junto a otros dibujantes haciendo historias relacionadas con el servicio militar, que era obligatorio en aquellos tiempos. El mío fue la Capitana Diana.
-Supongo que, por edad, te tocó hacer la mili.
-Sí, me tocó Madrid y justamente me pilló el 23-F en 1981.
-¿Pasaste miedo? ¿Cómo lo recuerdas?
-Más que miedo fue incertidumbre por si nos iban a acuartelar o no. En Sueños de Tinta, hablo de cómo fue mi vida en Madrid entre 1979 y 1982 y ahí incluyo pasajes de lo que me ocurrió en la mili. También cuento mis inicios en el mundo del cómic. Al principio vivíamos en Fuenlabrada, en el exterior, pero luego conseguimos mudarnos a una buhardilla del centro. Era una época marcada por la movida con artistas como García Alix, Ceesepe, Ouka Lele, la Transición, el terrorismo y unas propuestas políticas muy radicalizadas.
-Creo que El Jueves no escapa a la crisis generalizada del papel.
-En estos momentos existe esa crisis porque la gente ya no consume papel, sino que todo lo encuentra, o cree que lo encuentra, en los móviles. Estamos viviendo un momento crítico como es la muerte de las revistas y periódicos. Pero estoy muy contento de haber participado en los mejores años de El Jueves. Es todo un honor. He conocido a compañeros a los que admiraba como El Roto, Forges, JL Martín, Óscar, Fer o Raf. Somos una piña magnífica. Al estar la mitad de la redacción en Cataluña y el resto fuera, solemos vernos en el Salón de Barcelona, que es apoteósico, se peta, firmamos muchos álbumes y luego nos vamos de cena. En esa revista hay mucha gente inteligente y, por supuesto, con sentido del humor. Pero tristemente es cierto, la revista y los periódicos en general, no atraviesan su mejor momento.
-Fuiste el encargado de elaborar un cómic sobre el Estatuto de Autonomía, una cuestión novedosa y que ahora está bastante de actualidad.
-En ese momento empezaba la Transición, se conformaban las autonomías y pensaron en mí para hacer un cómic, al igual que se hizo en otras comunidades. La diferencia es que las demás se centraron en los aspectos históricos, mientras que yo lo que quise fue contar el contenido del Estatuto de Autonomía y, para ello, recurrí a una pandilla que en realidad era la mía. Hice una especie de road movie de un grupo de música que iba recorriendo la región mientras que, a ratos leían el Estatuto. Fue un experimento curioso. Creo que logré terminarlo dignamente y que sirvió para lo que se había propuesto.
-Estás muy estrechamente vinculado al Salón del Manga de Murcia, hasta el punto de llamarse Murcia se Remanga
-En 2009, el consejero de Cultura nos encargó que lo organizáramos y ya llevamos quince ediciones. En estos momentos, es el tercero del país en cantidad de actividades y por las 30.000 personas que pasan por allí en tres días. Contamos con un espacio grandísimo que incluye un auditorio y luego carpas y jaimas a lo largo de miles de metros cuadrados. El manga arrasa entre muchísimos jóvenes. A mí me gusta, aunque no soy un megaentendido ni lo consumo continuamente, pero contamos con un equipo especialista que está muy al tanto de todo lo que sucede.
–¿Con qué objetivo y criterio elaboran el programa?
-Nuestro objetivo es que no se trate de una propuesta meramente contemplativa, sino que la gente tenga cosas que hacer y, para ello, programamos alrededor de 350 actividades en un fin de semana. La principal aportación del manga es ver una masa ingente de jóvenes que sigue leyendo cómics y, aunque sea un género muy concreto, al fin y al cabo, es cultura y eso es de lo que se trata. En contra de lo que muchos dicen de los chicos de hoy en día, lo cierto es que son gente culta, educada… Una maravilla. Y los que digan lo contrario es que no saben de lo que están hablando.
-¿Qué es lo que más te sorprende del manga?
-Me gusta el efecto igualitario entre chicos y chicas que son consumidores de esta cultura. De hecho, cuando hacemos el concurso de carteles, un 80% de los que se presentan son chicas. Y eso no sucede en ningún otro género como el cómic europeo o americano. Al principio, tuvimos dudas del espacio físico que íbamos a ocupar, pero al ver a la gente tan animada y cómo venían desde fuera de la región, ampliamos la zona exterior. En el Auditorio de Murcia, que es similar al de Santa Cruz o al de Las Palmas de Gran Canaria, organizamos espectáculos de música y cosplay en el que participan unos 1.500 chicos.
-Entonces está claro que se trata de una convocatoria muy participativa.
-Esa es la principal diferencia con otros géneros que son más fríos. Aquí hay circuitos muy particulares. Los asientos son supercómodos y junto con el espacio del exterior se crea un conjunto que es muy bonito, en el que se aglutina muchísima gente.