David Gordon Green retoma la historia, allí donde la dejó en 2018. Estamos en la misma noche, en Haddonfield, veinte años después de la primera incursión de Michael Myers. Secuela directa, pues, del film, y del fundacional ( como también lo era Sanguinario, en 1981, que, al parecer, en éste canon, no sucedió). Nos adentramos en el revival nostálgico, con flashbacks varios de 1978, y no hablamos solo de metraje recuperado, sino de nuevas escenas del sheriff Hawkins (Will Patton, en los 70 Thomas Mann) y… el Dr Loomis. Nos reencontrarnos con Tommy (un ajado Anthony Michael Hall), la enfermera original, o el sheriff Leigh Bracket (un recuperado Charles Cypher, actor fetiche de John Carpenter en esa época). El maestro se encarga de la banda sonora, con Cody Carpenter, y Judy Geer (Ant Man, Jurassic World) también vuelve con mamá Laurie Strode (Jamie Lee Curtis, el alma de la saga, y Scream Queen por excelencia).
Así pues, reunión familiar con un slasher repleto de tópicos, pero no por ello, menos entretenido. Entre monólogos tétricos, parejas de hecho, linchamientos y suicidios, el hombre del saco se erige como mito moderno inextinguible, meta y cinematográficamente hablando. Michael Myers es inmortal, y tanto Mali Akkad como Jason Blum lo saben. Especie de nudo de una supuesta trilogía, » el mal NO muere esta noche»… pero esa ya lo sabíamos desde que entramos en la sala…y comprobamos como el legendario Nick Castle se agacha para recoger su máscara, quemada y ensangrentada, del asfalto… porque mientras tengáis que esconderos, Myers (y los productores) sobrevivirán… la película por excelencia de esta festividad. Se agradece el ritmo y el gore de antaño. Pero es todo lo que ofrece. Ése es el truco…y el trato.
Por Adrián Gómez