lunes, noviembre 25, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película Ant-Man and the Wasp

El hombre hormiga ha vuelto, y muy bien acompañado. Scott Lang (correcto y divertidísimo Paul Rudd, que esta vez ha metido mano en el guion) vuelve a hacer de las suyas, bajo arresto domiciliario, tras la montada en Civil War.

Entrelazado cuántica mente con Janet Van Dyne (una otoñal y aun bella Michelle Pfeifer), es requerido nuevamente por Hank Pym (brillante cascarrabias Michael Douglas) y su hija y romance frustrado Hope, (¡Evangeline Lily, aun sueño húmedo de todos los losties… presente!) en una maniobra de rescate a contrarreloj, donde le pisan los talones los federales, el fantasma, Bill Foster (el goliath negro, interpretado por Laurence Fishburne) y Walton Goggins (Los odiosos ocho).

Para los profanos, aclarar que el primer hombre hormiga y avispa (esto es, Pym y Jan) fueron miembros fundadores de los vengadores, bautizando, además, al grupo con el susodicho nombre. Pero estamos en el universo cinemático ultimate – milennial- Disney, así que es lo que hay. Lo de siempre; multicultural y racial y políticamente correcto, con Michael Peña soltando chistes malos.

Pese a todo, el ritmo trepidante, los aciertos cómicos y el tono Amblin de la propuesta, entre El chip prodigioso, Los micronautas y unas gotas de Jack Arnold, convierten esta modesta aventura mundana (en pretensiones que no en presupuesto), alejada de batallas cósmicas y batiburrillo de personajes sin desarrollo, en lo mejor de la casa desde Dr Extraño. Coctel referencial, desde Desmadre a la americana hasta La humanidad en peligro; el universo National Lampoon se mezcla con el de Stan Lee en un perfecto entretenimiento veraniego, ubicado en Frisco y con música de los Smiths.

Humor y acción, eso sí, para toda la familia, en las antípodas del enfoque de Robert Kirkman (The Walking Dead, Marvel Zombies) en la insuperable El incorregible hombre hormiga (cómic indispensable a años luz de adaptaciónes).

En resumen, sin riesgo, pero sin el mareo infinito delirante y megalomano con el que nos azotaron hace un par de meses, lo que demuestra que estos productos, al contrario del rico universo comiquero fomentado durante más de cincuenta años; funcionan mejor de manera autónoma, sin cargar tintas y tramas y rellenar de crossovers inocuos e infructuosos. Me quedo con esta pequeña (nunca mejor dicho) delicia que sabe aguijonear con una historieta audiovisual tan disfrutable como sencilla… Pese a ese insistente epílogo, perfectamente sobrante.

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