He aquí el Monster Smash definitivo. Olvídense de Alien vs. Predator, o de Freddy vs.Jason. Incluso de Batman vs. Superman. Un servidor se crió con los VHS del lagarto radioactivo. Y cuando llegó a sus manos King Kong contra Godzilla, lo flipó. Daba igual los trajes de Arvelo y las ciudades de cartón piedra. Aquello era la hostia. El hype alimentado tras el pase televisivo del Kong De Laurentiis… y su secuela, también, qué demonios.
Pues esta cuarta entrega del Monsterverse nos da todo eso. Sí, con imágenes computarizadas, diálogos previsibles y trama progresivamente delirante… pero hay que entrar en el juego para disfrutar. Tras la virtuosa (y virtual) Godzilla, de Gareth Edwards (Rogue One), llegaron Isla Calavera y King of The Monsters. Y Adam Wingard sublima el ciclo con un tebeo digital que es puro pulp. Aventura con ecos Vernianos, encontramos a Papá Gorila sin plátanos verdes en una especie de presidio holográfico (aquí nos han robado una película), al cuidado de la siempre estimulante Rebeca Hall (Trascendence, The Gift). Hay que viajar a Tierra Hueca con El Rey de Skull Island de paladín. Todo apesta a Jurassic World cuando se pide ayuda a un escritor venido a menos encarnado por Alexander Skarksgard, (True Blood, La leyenda de Tarzán), no sé si sabe si como mofa terraplanista. Entre medias, los protas de la anterior Kyle Chandler (King Kong, Super 8) y Millie Bobby Brown (Stranger Things, Enola Holmes) siguen obsesionados con el respeto al título mundial de titán alfa con Gojira. A todo esto, tintes de technothriller con el personaje de Damien Bilchir (Cielo de Medianoche, Odiosos Ocho), magnate de Appex, y mezcla entre Lex Luthor y Blofeld, se monta un Mechagodzilla para intereses económicos (que no ecológicos) propios.
Todo me huele a coña negacionista, incluso con las frases del alivio cómico de turno (te dejo el gel desinfectante?»). Nosotros a lo nuestro. Reino en el núcleo y aroma al Pellucidar de E.R. Burroughs, al Mongo de Álex Raymond ( ese desafío geográfico gravitacional) e incluso de R.E. Howard («Por este hacha gobierno»!….y ahí lo dejo). Somanta de hostias por tierra, mar y aire; y clímax en casita, en plan Japón bajo el terror de los monstruos. A veces recuerda a (la muy olvidable) Godzilla de Roland Emmerich, y otras a (la muy rescatable) King Kong, de Peter Jackson. Todo se soluciona enterrando el hacha de guerra (literal y metafóricamente), que siempre es mejor que que tu madre se llame Martha. Si la taquilla responde, habrá más monadas con perenquenes. Pero, por de pronto, el blockbuster de Adam Wingard cumple su función de entretenimiento primaveral. La banana perfecta para que el público sale de la jaula y vuelve a las salas. Espectáculo sin pretensiones. Desconexión sin mirar el móvil. Un cómic de fin de semana tan grato como intrascendente. Pero divertido a rabiar