Varias han sido las propuestas fílmicas que han intentado dar una respuesta al suicidio, mal que se puede considerar como una moderna plaga social. Ahí tenemos la nefasta serie Por 13 razones, producida por la otrora niña Disney Selena Gómez a partir del libro de Jay Asher, y decimos nefasta porque aborda el problema desde la óptica de la venganza, lo que le supuso en su momento fuertes críticas pues, más que luchar contra el suicidio, daba “razones” a los más jóvenes para cometerlo; la respuesta de la productora ante este hecho fue que ella solo había llevado a la pantalla una novela prexistente, aunque en su argumento nunca señaló la impronta de su serie sobre la juventud, mucho mayor que la propia novela. Ya sabemos que ver es más sencillo que leer.
Ahora llega a las carteleras la propuesta de Paolo Genovese, El primer día de mi vida, película basada en su propia novela con homónimo título en donde intenta que reflexionemos sobre las muertes autoinfligidas, no desde la venganza sino desde la perspectiva de lo que nos perderemos si morimos. La trama se basa en la existencia de unos seres (¿ángeles?) que intentan convencernos de lo bella que es la vida en 7 días (de nuevo, otra referencia cristiana), tiempo en donde los cuatros protagonistas de la película, una madre protectora sin nadie a quién proteger, un niño youtuber explotado por unos padres maltratadores, una gimnasta que nunca pasó del segundo puesto y un motivador “personal coach” de masas totalmente desmotivado, asistirán desde su propio entierro a tener una visión de ese futuro que han cercenado con su suicidio. La intención de este moderno Cuento de Navidad es que meditemos si la solución es el suicidio a los males que padecemos y, para ello, ofrece a los protagonistas una segunda oportunidad. La película, a pesar de sus buenas intenciones, fracasa en su objetivo por un motivo muy patente: la muerte no tiene vuelta atrás, no tiene segunda oportunidad por mucha mística religiosa con que la rodeemos. El mensaje, por lo tanto, y en una película como esta el mensaje es muy importante, está completamente errado ya que en realidad, nunca hay una segunda oportunidad ante la muerte. Y eso, a pesar de tener momentos brillante como la explicación del concepto de felicidad o el diálogo en donde, paradójicamente, demuestra que el dolor de nuestra ausencia se irá diluyendo con el tiempo y que todo el mundo seguirá su vida, y digo paradójicamente, porque la película se basa en demostrar que el mundo cambia con nuestra ausencia. Y ahí se produce una segunda contradicción de la narrativa porque, por causa de esa segunda oportunidad, la futura vida de los protagonistas se transforma en una vida llena de felicidad, alcanzando todo aquello que añoran, lo que significa que el suicidio es en sí una solución (lo dicho: si abordas el tema del suicidio y partes de la premisa que tu muerte es la solución, está muy mal enfocado el mensaje). Pero esas no son las únicas contradicciones detectadas; sin querer ser exhaustivos, nos podríamos plantear la injusticia que supone que los suicidas sean los únicos que tengan una segunda oportunidad mientras los demás difuntos, por ejemplo, los muertos en una accidente no provocado, no puedan decidir volver a vivir, o, por qué, si existe el libre albedrío (otra referencia cristiana de la película), hay unos seres que intervienen para que cambiemos nuestra nefasta decisión pero solo en nuestro suicidio, no en otros aspectos de nuestra vida.
Por lo dicho, El primer día de mi vida, que puede ser entretenida por momentos, es un fallido intento de abordar el suicidio como mal social que en España supuso la muerte de 3.941 en 2020 (3.717 en Italia para el mismo año). Como alguien dijo, ya existía una producción en donde los ángeles velaban por nosotros, Autopista hacia el cielo; no era necesario actualizar esa moralina religiosa.
Imágenes promocionales de la película