Durante las semanas que han transcurrido desde el fallecimiento del dibujante, Francisco Ibáñez, uno de sus principales admiradores, el actor Carlos Areces, ha participado en diversas entrevistas dando a conocer su relación y admiración por el creador de Mortadelo y Filemón. Su pasión por este autor nace en los primeros años de su infancia y llega al punto de ser dueño de una colección en la que se encuentra la práctica totalidad de las miles de páginas que forman su obra. Areces habla sobre el personal homenaje que ha querido hacerle al dibujante recordando su figura en los medios de comunicación que se lo han pedido a la espera de que lo antes posible surja un reconocimiento oficial.
-Pues la verdad es que estas últimas semanas me ha tocado participar en varias radios, televisiones y algún podcast porque había periodistas que conocían mi relación con Ibáñez de entrevistas anteriores y sabían de mi fanatismo por varios artículos escritos, algunos de los cuales se han vuelto a retomar ahora.
–¿Estabas al tanto del estado de salud de Ibáñez?
-Esporádicamente su editor me informaba de los problemas que tenía y que eran los normales en una persona de 87 años, no sabía que arrastrase ninguna enfermedad importante. Parece que tuvo algún achaque del que no se recuperó pero lo cierto es que su último álbum es de hace apenas un mes.
–¿Recuerdas cuándo comenzaste a aficionarte a sus dibujos?
-Pues empecé a leer cómics con cinco años, aunque me compraron los primeros cuando tenía tres o cuatro. El primero que recuerdo de Ibáñez fue de la colección Ases del Humor y en concreto uno que se llamaba Valor y… ¡al Toro! Me fascinó, cuando lo vi en la tienda, enloquecí.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención?
-Especialmente lo bien que estaba dibujado. Me noqueó muchísimo y ahí empezó mi fanatismo y mi obsesión por coleccionar a Ibáñez. Hay que tener en cuenta que a lo largo de su vida se calcula que dibujó unas 25.000 páginas de cómics. Ahora mismo creo que tengo todos los que hizo durante 71 años y sospecho que sólo me faltarían tres publicaciones. En su momento, Toni Guiral organizó una colección que se llamaba Ibáñez Integral y en aquel entonces calculó que ya iba por 23.000 páginas, sin contar sus trabajos en publicidad. Pero hay que tener en cuenta que en ese momento aún seguía trabajando.
-¿Tú pasión por Ibáñez siempre fue constante a lo largo de tu vida o se sitúa más bien en la infancia?
-Siempre me ha gustado mucho el cómic y Mortadelo y Filemón y todos los personajes de Ibáñez han sido mis preferidos aunque lo cierto es que a partir de los 15 ó 16 años se amplió el círculo y quedaron un tanto relegados por los superhéroes o los autores franco-belgas. Pero en cuanto gané algo de dinero recuperé el tiempo perdido y empecé a comprar todo lo que podía de Ibáñez. No sólo las nueva aventuras sino también primeras ediciones y algunos originales, que cayeron en mis manos después de una larga búsqueda. El problema es que continuamente se descubren cosas nuevas en sitios como foros de fans. Por ejemplo, a los tres o cuatro días de su fallecimiento apareció una ilustración que hizo para una ONG en 2019 de la que no se sabía nada.
-¿Ni siquiera Ibáñez tenía toda su obra?
-¡Qué va! A veces le enseñaba alguna pieza y ni siquiera se acordaba. Como fuente de información la verdad es que no era nada fiable, cuando le enseñabas un dibujo suyo reconocía sus trazos pero le costaba mucho recordar que lo había dibujado. Nunca pareció muy interesado en conservar y recopilar sus primeras publicaciones.
-Pero supongo que cuando hablabas con él intentabas averiguar dónde podías encontrar los originales.
-A veces le pregunté si había intentado recuperar todos los que hizo para Bruguera y me dijo que no tenía interés en guardar 20.000 páginas porque abultaban mucho Según él sus originales sólo tenían valor para tres fanáticos pero creía que en cuanto se vendieran diez, se saturaría el mercado y ya no le interesarían a nadie. Pero bajo mi punto de vista estaba muy equivocado porque esas páginas tienen un valor incalculable. Puedo decir que de todos los dibujantes que he conocido es el que tenía menos conciencia de artista y de hecho se consideraba un obrero del lápiz. Siempre he deseado conseguir los originales y me gustaría tener muchos más pero no resulta nada sencillo encontrarlos.
-Al parecer era una persona a la que no le gustaba demasiado exponerse al público.
-La primera vez que comí con él le planteé la posibilidad de hacer un documental en el que, por ejemplo, se le viera dibujar pero enseguida me dijo educadamente que no porque no le gustaba nada hablar de su vida. Era muy hermético sobre estas cuestiones y sólo hablaba en público por cuestiones promocionales. Tenía una serie de chistes y de frases aprendidas que siempre utilizaba, lo que dejaba claro que no se sentía cómodo en esas situaciones. Es evidente que al final el documental no pudo ser.
-Supongo que la quiebra de la editorial dio lugar a que se creara una situación complicada, difícil de entender para gran parte de sus seguidores.
-Bruguera se declaró en suspensión de pagos y entonces él decidió firmar con Grijalbo. El problema es que los derechos de los personajes como Mortadelo y Filemón los seguía teniendo la anterior editorial y por eso tuvo que inventarse otros nuevos como Chicha, Tato y Clodoveo que representaban a unos jóvenes desempleados. Luego Zeta compró los derechos de Bruguera y reeditó su obras hasta que en 1988 devolvió sus personajes a Ibáñez.
-En varias entrevistas has lamentado que nunca se le hubiese otorgado en vida un reconocimiento a la altura de lo que se merecía.
-A veces le propusieron para el Premio Princesa de Asturias y en la última ocasión personalmente apoyé una campaña bastante importante pero tampoco se lo dieron. Algo a lo que él le no le dio importancia. Su premio era ver la cola de fans esperando durante horas en las ferias para conseguir su firma, y la verdad es que siempre ganaba por goleada a los demás. Así fue hasta que llegaron los youtubers, pero no tanto por que las filas fueran más largas sino que al ser Ibáñez mayor y cansarse más limitaba sus sesiones a 200 firmas. Pero es cierto que echamos en falta un reconocimiento nacional. Es posible discutir cuál es el cantante más representativo de España, si Julio Iglesias, Rosalía, Alejandro Sanz…, pero en cuanto al cómic está claro que es el autor más importante de nuestro país y de lengua castellana junto con Quino.
-Pese a la aparente inocencia de sus dibujos, lo cierto que aborda episodios históricos o asuntos políticos y sociales con una importante carga crítica.
-Su mundo era incorrecto y así se ve en el grueso de su obra que se extiende durante siete décadas. Ahora se está produciendo un fenómeno que me causa asombro cómo es la quema de ejemplares de Tintín o Astérix en Estados Unidos porque aseguran que promueve estereotipos raciales. Para mí supone una aberración que el lector no sepa disociar la obra de su tiempo.
-¿A qué se debía ese lado crítico sobre los temas de actualidad o los históricos?
-En el caso de Ibáñez no se puede decir que abordara cuestiones políticas directa y profundamente pero cuando eres mayor y te enfrentas a tantos cambios es lógico que se acabe filtrando una cierta crítica. Sus cómics tienen varios niveles de lectura, lo que permite que no sean sólo para niños. Mientras que la mayoría de los tebeos de sus contemporáneos eran más infantiles y estáticos, las aventuras de Ibáñez rápidamente comenzaron a tener un dinamismo especial, casi cinematográfico, con un trazo más efectivo y ágil y un desarrollo imaginativo más sorprendente. Al principio estuvo muy influido por Vázquez pero luego descubrió su propio camino.
-Una de sus características son las historias que ocurren en segundo plano…
-Es un maestro de los segundos planos. En las portadas además del chiste fundamental hay siempre otros detalles como la típica escena del ratón y el gato… En una ocasión dibujó como un avión se estrellaba contra una de las Torres Gemelas mucho antes del 11-S, por lo que algunas personas llegan a equipararlo con un vidente.
-También destaca la violencia abordada como chiste o las burlas a mujeres como Ofelia que hoy tal vez no sean aceptadas como políticamente correctas.
-La verdad es que los cómics infantiles de los años cincuenta eran mucho más violentos que los de una década después cuando ya se impuso una censura más explícita. Por ejemplo, los castigos de Zipi y Zape al principio eran totalmente salvajes, los ponían debajo de una apisonadora, los tiraban al mar con un bloque de cemento en los pies.. pero de ahí luego pasaron a acabar en el cuarto de los ratones. Defiendo el humor incorrecto, el chiste tiene que hacer gracia y sorprender y para eso uno de los caminos válidos es que el personaje diga y haga lo que una persona educada y correcta no haría ni diría nunca.
-¿Qué piensas de las adaptaciones de su obra a la pequeña y gran pantalla en películas o series?
-Las series de animación han sido todas horribles y espantosas, sin excepción. En cuanto a los cortos que se hicieron en los setenta tengo que romper una lanza a favor de los actores de doblaje porque las voces siempre fueron muy conseguidas. Sobre la película de Javier Fesser debo decir que a nivel visual era absolutamente espectacular, se notaba que detrás había una persona que disfrutó de estas aventuras. Por si fuera poco el cartel imitaba la portada de Ases del Humor y me sentí totalmente identificado con el detalle de poner celos en las esquinas. Eso es precisamente lo que hacíamos los niños para proteger los álbumes de tapa dura y la verdad es que cuando lo vi me conquistó el corazón.
Fotografías cedidas por Noé Ramón para esta entrevista