«¡Oh, pero que afortunados fuimos!». Recordando el himno de Emerson, Lake and Palmer; así nos sentimos los asistentes al Teatro Leal la noche del 14 febrero. El mejor flechazo de Cupido: El maestro Carl Palmer.
Atronador empezó en formato trio con un «Peter Gunn» demoledor, y ya el palco sobrecogido. Campechano y dicharachero, la leyenda se levanta y saluda en un castellano comprensible, presentando a sus jóvenes músicos (guitarra y bajista impresionantes) y dando entrada a un vocalista maquillado al más puro estilo progresivo ser entero. Suena «Knife Edge», y empieza un viaje sin concesiones al respiro. Primer clásico que cae de aquel mítico «ELP» de 1970. El estado de forma continúa revisitando tonadas de aura legendaria como» Trilogy» o la preciosa» From The begining». Inmersión en la nostalgia, pensarán algunos. Craso error, porque el viejo truhan ofrece lecturas con nuevos arreglos y deja que la savia nueva se luzca. Un monumento coetáneo a ellos como el «21 century schizoid man» de King Crimson, pone el teatro patas arriba, y «Tank» o el soberbio «Tarkus» nos dejan sin aliento. Mención especial para Simón Fitzpatrick, que cumple la ardua tarea de suplir bajo y teclados y llenando ese hueco de los finados Greg Lake y Keith Emerson.
Como hemos dicho, todos tienen su momento de lucimiento, donde estos primeros espadas tienen su momento de virtuosismo en solos balsámicos y atmósfera genuina, puro Rock sinfónico de antaño. Llega «Lucky Man» (lo más parecido a un hit radiable que tuvieron) coreada por toda la platea. Aquello parece que termina, pero antes se revisan totems como «Oh Fortuna» de Carl Orff, o el mítico «Fanfare for a common man» de Aaron Copland, con un sólo de batería descomunal, que demuestra porque este hombre es uno de los cinco “mejores baterías” de la historia del rock. Uno de los shows más espectaculares que he tenido el placer de presenciar en esta isla.
La amabilidad y saber estar que la leyenda viviente (tal cual) destilo entre bastidores firmando discos y sacándose fotos con el fandom, puso el broche de oro a una velada inolvidable… que cojones, el mejor y más auténtico San Valentín que pueda vivirse!
Las mejores fotos, cortesía de Héctor Martín González y David Making Time.